Cerca de 20 años atrás...
Durante el ataque a la ciudad de los necrópatas...
Con sonidos de disparos y alaridos desgarradores haciendo eco a su alrededor, tres siluetas de distintas alturas se desplazaban a toda velocidad por entre los escombros humeantes. Parecían tener la intención de ir en línea recta, aunque se veían forzadas a cambiar de dirección cada vez que una sorpresiva vorágine de llamas les cortaba el camino. De improviso, la persona más alta que iba a la cabeza se detuvo al arribar a una estructura ruinosa y se ocultó tras los muros que aún quedaban en pie junto a sus dos pequeños acompañantes. Estaban ante lo que, en el pasado, había sido un imponente edificio y, a unos metros de su posición, se hallaban unos cables eléctricos que soltaban continuas chispas sobre un par de contenedores rojizos. Los tres se acurrucaron al amparo de las sombras que la devastada pared proyectaba sin hacer el más mínimo movimiento, a la vez que intentaban contener sus respiraciones agitadas.
Al cabo de unos instantes, un cuarto individuo llegó al lugar. Portaba una peculiar vestimenta de oscuro metal plastificado a modo de uniforme militar, complementado por una máscara táctica que cubría la mitad inferior de su rostro. En una mano llevaba un rifle de asalto ligero y mantenía su mirada sobre una pequeña pantalla encajada en la muñequera de su traje, la cual producía un agudo pitido cada pocos segundos. El ritmo de aquel ruido se iba tornando más frenético conforme se reducía la distancia que lo separaba de las tres personas escondidas en la oscuridad, pero el hombre frenó antes de alcanzarlas debido a una explosión cercana que casi se lo tragó entero.
El enmascarado, si bien tuvo la suerte de no sufrir más que leves quemaduras, dejó escapar una maldición al notar que su muñequera había quedado inutilizada por la detonación. Sin intención de asumir riesgos adicionales, se alejó de las ruinas para reunirse con otros sujetos vestidos como él que lo esperaban apostados en el exterior. Transcurridos unos minutos, las tres siluetas ocultas tras la pared tuvieron la osadía de asomarse temerosamente al exterior. Al cerciorarse de que no había más personas en las inmediaciones, emergieron de la oscuridad por completo para retomar su apresurada marcha por las derruidas callejuelas.
La luz del sol les dio de lleno, incluso con la espesa capa de polvo y humo que invadía el entorno. A la lideresa del grupo, alta y de un cabello tan rubio que parecía plateado, no le agradaba la idea de proseguir sin contar con el amparo de las sombras, pero también era consciente de que acercarse demasiado a los edificios podría hacerlos víctima de un derrumbe o de una explosión repentina. Para colmo de males, con tantos desvíos había quedado desorientada por completo. Incluso si había vivido los últimos cuatro años en aquella ciudad, era incapaz de reconocer la zona devastada en la que se encontraban. No le quedó de otra más que frenar, en tanto dirigía sus ojos de iris amarillento a todos lados con la esperanza de hallar algún punto de referencia.
―¿Samsara? ―dijo uno de sus acompañantes, un niño de poco más de diez años con el ambarino cabello alborotado―. ¿Estamos perdidos?
―No... No te preocupes ―respondió la aludida, forzando una sonrisa que remarcó las líneas negruzcas que adornaban sus mejillas―. Solo estamos tomando un respiro antes de continuar.
Bien le hubiera gustado que fuera tan simple, pero la joven no podía relajarse sabiendo el peligro que corrían. Si se decantaban por tomar un camino al azar, bien podrían terminar topándose con un nutrido grupo de hombres armados que les daría una cálida bienvenida repleta de pólvora. De haber estado sola, se habría resignado a aceptar ese inevitable final para ahorrarse más sufrimientos, pero no podía hacerlo por el niño y la niña que iban con ella. Eran sus primos lejanos, aunque como habían perdido a sus padres poco después del nacimiento de la menor, Samsara se había encargado de criarlos por su cuenta. En tal sentido, había desarrollado un profundo vínculo afectivo que la hacía sentir como una madre para los pequeños, lo cual era curioso ya que nunca le había agradado la idea de tener hijos.
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Necrópata
ParanormalAlexander Hound enfrenta un complicado desafío: reincorporarse a la universidad luego de pasar un año entero internado en el hospital. Como está por cursar el último ciclo académico, sus escasos conocidos ya se han graduado, así que solo le queda re...