31: Despertar

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Sheol se hallaba de pie frente a una colosal pantalla holográfica, la cual sufría interferencias cada vez que un nuevo temblor azotaba al laboratorio principal. A diferencia de los inquietos científicos que lo acompañaban, el supervisor mantenía ambas manos apoyadas con fuerza sobre los controles, en un aparente estado de serenidad absoluta. Lo cierto era que, lejos de sentirse tranquilo, había quedado anonadado por los titilantes datos que la máquina mostraba. No podía despegar su atónita mirada de ellos y, desde hacía ya varios minutos, había estado buscando sin éxito el más mínimo error que permitiera refutarlos.

―Supervisor, tenemos que salir de aquí ―indicó uno de sus subordinados con voz trémula―. El laboratorio podría colapsar en cualquier momento...

―Borren estos resultados y repitan el proceso ahora mismo ―ordenó el aludido, haciendo oídos sordos a los ruegos―. Asegúrense de operar cada variante con extremo cuidado. ―Miró a sus hombres, quienes no se habían movido un ápice―. ¿No me han escuchado?

―Pero, señor, realizar las pruebas desde cero tomaría horas...

―Que así sea entonces, sin importar el tiempo...

―¡Al infierno contigo, maldito monstruo! ―berreó el científico más aterrado―. ¡Quédate a morir solo si así lo quieres!

Acto seguido, el atrevido sujeto dio media vuelta y partió a toda prisa con dirección a la salida del laboratorio. Sus colegas dudaron por un segundo, mas al final decidieron seguir el ejemplo del primero mientras murmuraban que nunca les había agradado tener que trabajar para un necrópata. Por desgracia, la compuerta que conducía al pasillo colapsó cuando intentaron accionarla y terminó aplastándolos sin darles la oportunidad de escapar.

Sheol ni siquiera se percató de lo sucedido. Continuaba revisando a profundidad la información de la pantalla, cada vez más convencido de que se hallaba ante la pura verdad. Y no se trataba de una verdad cualquiera, sino de aquella que había estado persiguiendo desde hacía mucho tiempo sin siquiera recordarlo.

Era imposible discutir los resultados de las pruebas: sus genes coincidían con los de Nirvana y, en menor medida, con los de la necrólito.

―Nirvana... ―El hombre soltó su bastón antes de tomar su cabeza con ambas manos, en un vano intento de aliviar el intenso dolor que empezaba a aquejarlo―. Samsara...

El insoportable sufrimiento alcanzó tal punto que se vio forzado a caer de rodillas. Un hilillo de sangre azulada brotó de su nariz, escurriéndose por su otrora inmaculado conjunto blanco hasta terminar salpicando al lustroso suelo metálico. El malestar recién amenguó transcurridos varios segundos, dejándolo en un estado de letargo, sudoroso y con el cabello revuelto. Luego de calmarse un poco y recuperar parte de las fuerzas, tomó su bastón para ponerse de pie con mucha dificultad. En eso, escuchar el agudo pitido de su comunicador portátil lo hizo lanzar una maldición entre dientes.

―¡Supervisor! ―clamó una voz cargada de desesperación al otro lado de la línea―. ¡Hemos... muchas bajas! ¡Inesperado y... la catástrofe...! ¡No fue Cruz...! ―Se produjo una breve pausa―. ¡Los siervos del Quinto Ojo están acabando con todos nosotros!

Un chirrido finalizó la comunicación de golpe.

Lo que Sheol acababa de escuchar, si bien había resultado muy confuso, fue suficiente para permitirle comprender parte del contexto. El Quinto Ojo lo había traicionado; ya fuera siguiendo órdenes previas del Núcleo Directivo o por iniciativa propia, lo único claro era que se había convertido en su enemigo. No podía imaginar qué perversos objetivos impulsaban a aquel sujeto enmascarado, mas concluyó que solo le quedaba una vía de acción.

Ni servir a los propósitos de la Corporación Ethereal ni presenciar el resurgimiento de su especie le generaban el más mínimo interés. A fin de cuentas, su situación había dado un vuelco al haber recuperado todos sus recuerdos de sopetón. En esos instantes, lo único que deseaba por sobre todas las cosas era asegurar el bienestar de sus seres queridos sin importar los métodos.

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