19: Comprender

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Senith fue reduciendo la velocidad apresurada de su andar conforme se acercaba a la casa de los Hound. Al hallarse frente a la entrada principal, manipuló el brazalete digital que portaba en uno de sus brazos y un fusil antitanque portátil se materializó en sus manos produciendo un chasquido líquido. Sin más dilación, abrió la puerta de una patada directa al picaporte, preparada para encarar cualquier amenaza que se le pusiera en frente. Al no distinguir señales hostiles, se adentró en la vivienda siguiendo unos ruidos sospechosos que la condujeron a la amplia cocina, donde se llevó una enorme sorpresa.

Por un lado, el escenario era de lo más común: Alex y Nirvana estaban sentados ante una elegante mesa en cuya superficie reposaban algunos aperitivos. Ambos habían dibujado un gesto de desconcierto al posarse sus miradas en la recién llegada, aunque esta última no se dignó a prestarles la más mínima atención. Al fin y al cabo, había algo más en aquella estancia que, con justificada razón, había acaparado la totalidad de su interés.

El necrólito.

La imponente bestia de tres metros se encontraba acuclillada cerca de una esquina, devorando con avidez los múltiples cadáveres de los simios inhumanos que estaban allí reunidos. Por la forma en la que disfrutaba su festín, casi se le podía comparar a un perro callejero al que un alma caritativa había convidado algo de comida luego de días sin probar bocado. Si bien no denotaba ninguna muestra de hostilidad a pesar de la intempestiva aparición de Senith, su postura un tanto erguida y sus músculos rígidos parecían decir: "Déjame comer en paz o te incluiré en mi dieta".

A la agente de Cruz Negra le tomó un par de segundos analizar la situación y, sin pedir explicaciones, levantó su fusil para poner la cabeza del necrólito en la mira. No estaba segura de contar con la rapidez suficiente para superar los reflejos sobrenaturales del monstruo, mas resultaba la única opción viable. Si desperdiciaba la oportunidad de eliminarlo en aquel instante, posiblemente no volvería a tener otra... si acaso lograba sobrevivir al encuentro.

—¡Espera! ¡No le dispares!

Nirvana se había puesto de pie con la intención de interponerse entre Senith y el necrólito ante la inminente descarga del arma. A pesar de su reacción casi inmediata, descubrió que aún no estaba en condiciones óptimas para realizar semejante esfuerzo. Como consecuencia, en el preciso instante en el que el fusil dejaba escapar su pesado proyectil junto a un estruendo ensordecedor, ella perdió el equilibrio con tanta mala suerte que terminó tambaleándose en medio de la trayectoria.

Por fortuna, Alex no se había quedado de brazos cruzados al prever el desarrollo de los acontecimientos. El joven Hound se había lanzado a por Senith un segundo antes del disparo, tomándola de los brazos para obligarla a desviar el cañón de su arma. Gracias a tal hazaña, la bala antitanque terminó empotrada en el techo de la cocina, causando el estallido de un foco cercano a su punto de impacto. La gran potencia de la descarga hizo temblar la casa entera, además de tumbar a la dueña del arma junto a su aprehensor debido al fuerte retroceso.

—¿Qué crees que haces, perro noble? —espetó la mujer de cabello amatista, incapaz de sacarse de encima al muchacho—. ¡Te voy a romper todos los huesos! ¡Suéltame ahora!

—¡Cállate, maldita gótica desquiciada! ¡Suelta el arma primero!

Los estrepitosos intentos de Alex y Senith por, respectivamente, apartar y apuntar con el fusil se fueron tornando más violentos a cada segundo. Aquel revuelo terminó atrayendo la atención del necrólito, el cual dejó de lado los restos de los simios inhumanos regados a sus pies para, en su lugar, clavar su mirada amarillenta en el par de contendientes. Nirvana también los estaba observando y, antes de poder pedirles que se separaran, pegó un sobresalto al escuchar un jadeo gutural detrás de ella. Se dispuso a calmar a la inquieta bestia tomándola de un brazo, pero esta continuó con los ojos fijos en la pugna a la vez que crispaba y relajaba sus zarpas.

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