IV. Skinwalker

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15 de octubre; 2001. Cuxagos, México. 00:30 hrs.

Un camión militar de tamaño moderado y alta tecnología se encontraba en dirección a Cuxagos, un pequeño pueblo en México, el camión tenía placas de Estados Unidos, proveniente de Havencrest, algunas de las personas que estaban en el camión tenían armaduras de tecnología de punta, armaduras de tipo A.R.C.A.N.G.E.L, una de ellas, un prototipo de nombre S.E.R.A.P.H.I.N el cual estaba impreso en una de las hombreras, la cual pilotaba una mujer, en un momento estaban a las afueras del pueblo, en ese instante uno de los pasajeros habló:

—Doctora —dijo refiriéndose a la mujer que pilotaba el prototipo—, ¿A que venimos a este pueblo en medio de la nada?, ¿Y por qué tantos hombres?, mínimo somos siete contándola a usted, ¿Qué hay aquí?

—Bueno —respondió la doctora—, hay un objetivo que quiero lograr, algo que solo con ciertas personas puedo tener un chance de ello, necesito gente fuerte, gente con gran poder.

—Pero ¿Qué son estas armaduras, doctora? —preguntó otro de los pasajeros—, ¿Qué hay tan fuerte allá?, ¿A caso es humano?

—Contestando a lo primero, ¿Tu sabes lo que es un santo?

—¿A que se refiere con santos? ¿Los que hay en las iglesias?

—No —contestó ella mientras negaba con la cabeza—, hablo de la primera guerra mundial, déjame explicarte. Hace tantos años, después de la muerte del archiduque Francisco Fernando, Serbia descubrió antiguos escritos en forma de pinturas rupestres las cuales hablaban de como encontrar algunos santos, en ese tiempo, la mayor parte fueron encontrados, todos perteneciendo a las cartas del tarot, o con nombres muy similares, algunos en objetos, como espadas, lanzas o prendas, incluso hay alguien en Coozhury que tiene dos, lo llaman Slasher; cuenta con The Empress, la cual se encuentra en un guante, aunque no tengo mucha información de ello, solo he visto que puede crear máscaras, mientras que el otro es The Death, una espada que esconde como hacha y que sus heridas nunca sanan, es lo que sé de él, a este tipo de portadores se les conoce como Cultistas, gracias a ellos, las potencias ganaron la guerra, ese es un ejemplo, pero hay otra forma de santos, los parásitos.

—¿Parásitos? —cuestionó el copiloto extrañado.

—Sí, parásitos, esto sucede cuando un santo se encuentra en un estado cercano a la muerte, en esos casos, el santo puede vivir como una forma parasitaria que se alimenta de los nutrientes de los humanos en los que vive, a los humanos que tienen un santo de este tipo se les conoce como skinwalkers, ya que la mayoría conocida pueden hacer que la persona, al morir de forma específica, libere a su santo en una forma menos poderosa que si estuviera en su estado primitivo, aunque con una personalidad combinada entre el santo y el portador, dando lugar a una forma mas inteligente del santo, siendo esto último lo que los hace poderosos y peligrosos, y hay uno de ellos aquí.

—¿Un skinwalker? —preguntó otra vez el copiloto.

—Así es, los lugareños lo llaman Bubak, una antigua leyenda de un espantapájaros asesino, aunque en realidad el skinwalker se nombró a sí mismo. Este pueblo —dijo mientras parecía que iba a continuar con una explicación—, antes de la llegada de Bubak se encontraba subyugado por el crimen organizado, su líder era el narco solamente conocido como Decadencia, despiadado y brutal con los que están bajo su poder, principalmente intentaba ganarse al pueblo, dando despensas, protección, regalos a niños, arquitectura, haciendo en pocos meses lo que el gobierno tardaba décadas, logrando su cometido, aunque solo fue para hacerse de más poder. Luego de ello, sus hombres comenzaron a cobrar derecho de piso, los secuestros se hacían más notorios, pronto las niñas y mujeres comenzaron a ser minoría, pedían sumas de dinero absurdas con la condición de no masacrar con plomo al pueblo, así estuvieron durante mas o menos, veinte años, desde los setenta.

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