XXXVII. Una vida vacía

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25 de mayo; 2006. Fujihara, Japón. 04:00 hrs.

El día de Rei comenzaba, su despertador, con una supuestamente alegre y animada canción que lo motivaría a estar más activo y felíz, sonaba estridente y lo arrebataba de aquel bello sueño.

—Maldita sea —pensaba Rei—, ¿a qué horas me fui a dormir? ¿Doce de la noche? ¿Una y media? ¿Dos de la mañana? Ya ni siquiera lo recuerdo..., no importa..., debo de levantarme.

Las suaves cobijas que lo cubrían se hacían demasiado pesadas de repente, pero aún así, Rei no tenía otra opción, debía de levantarse.

Su día siguió su curso, Rei se levantó de su cama, dirigiéndose al baño para orinar y lavarse la cara, dejando que el agua recorriera su rostro, tratando de hacer que sus ganas de dormir se retiraran de su cuerpo, sin mucho éxito, realizó su actividad rápido, al fin y al cabo, no quería llegar tarde al trabajo...

Trabajo.

Terminó de enjuagarse, saliendo del baño y colocándose las sandalias y secando su rostro con una toalla, recorriendo cada rincón hasta que quedara sin agua, excepto el cabello que había mojado con el agua por accidente, ya que él sabía que este tardaba en secarse, así que lo dejaba que se secara solo mientras se preparaba para salir al trabajo...

Trabajo.

Rei preparó su desayuno, un simple arroz para microondas, el odiaba el arroz, lo detestaba, pero era lo único que tenía para comer, así que lo colocó en el electrodoméstico de pequeño tamaño y tecleó para que su arroz se calentara durante dos minutos, mientras tanto, colocaría la ropa a lavar. Encendió la lavadora y colocó la ropa junto a algo de detergente en la máquina, dejando que esta se lavara. Un sonido de campaneo hizo que alzara la vista, el arroz estaba listo, así que lo sacó del microondas y comenzó a comer, usando unos palillos mientras sentía como los granos quemaban su lengua, pero no tenía otra opción, debía de comer rápido para llegar temprano al trabajo...

Trabajo.

Terminó de comer su arroz, tomando su traje listo para irse de casa, colocando la ropa en el barandal de su pequeño departamento para que se secara, se colocó los zapatos, y salió de casa.

El camino le pareció eterno, tomando un tren para llegar a su destino y esperando pacientemente, solo deseando que no lo regañaran en el trabajo...

Trabajo.

25 de mayo; 2006. Fujihara, Japón. 05:30 hrs.

El tren llegó al poco tiempo, así que Rei subió, quedándose parado sostenido a uno de los tubos, ya no había lugar, observando hacia la nada, igual que todos los pasajeros del tren, sumidos en sus propias vidas, igual que él.

Rei a veces se preguntaba, ¿Qué pensarán esas personas cuando viajan? ¿Qué soñaran? ¿Serán iguales a mí y piensan esto? Rei no podía saber la respuesta, sería extraño si alguien en el tren llegara a preguntarle que cual era su sueño, no, para él sería fascinante si alguien le preguntara su sueño, sus pensamientos, el amaría decir que es lo que sueña.

Rei sueña con un pasillo descuidado, lleno de puertas con nombres en ellas y ventanas que permitían ver su interior.

El jefe, detrás de la puerta se encuentra su jefe del trabajo, sus gritos de clemencia del hombre que estaba siendo partido a la mitad por un aserradero estridente llenaban el corazón de Rei.

El niño, aquel infante que una vez se atravesó de camino al trabajo, tirando su café preferido sobre su traje, recordando como su jefe lo regañaba por su sucio traje con olor a café, los sollozos de dolor del niño al ser hervido vivo lo llenaban de felicidad.

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