XI. Robo

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20 de octubre; 2001. Kreiworse, Estados Unidos. 14:00 hrs.

Thomas, Dan y May habían llegado a Kreiworse, luego del incidente de los payasos, decidieron descansar un rato, buscando en esta ocasión un mejor hotel, Kreiworse era conocido por sus altos índices de crímenes, lo cual era curioso teniendo Havencrest tan cerca, aunque podía haber ciertas explicaciones para ello, similar a Jojagos, Kreiworse era una ciudad muy hermética, durante la primera guerra, uno de los países más dañados fue Estados Unidos, Serbia había descubierto a los santos, pero Estados Unidos fue la sede para experimentar con los Cultistas y parásitos, por lo cual, las potencias centrales atacaron los Estados Unidos, dejando dividido al país, haciendo que ciudades y estados se volvieran algunos muy liberales y pacifistas, o herméticos y violentos, siendo Kreiworse y Jojagos unos de estos últimos, aunque Jojagos era más conocido por su elitismo a la hora de aceptar nuevos habitantes, Kreiworse era conocido por ser retrogrado y corrupto.

Cuando todos terminaron de instalarse, May los reunió en una habitación del hotel, al momento de llegar, les pidió que se sentaran, cuando tomaron asiento, ella enunció:

—Muy bien, como saben Kreiworse fue el destino en el que el transporte de niñas fue rastreado por última vez, pero ahora, gracias a la información dada por Colby, sabemos que a donde tenemos que dirigirnos es Jojagos, por lo cual ahí es a donde iremos, ¿Alguna duda?

—Un poco —dijo Thomas—, ¿No será una trampa?

—En eso tienes razón —continuó Dan.

—De hecho —respondió May—, podría ser cierto, pero no tenemos mucho más, lo único que hay es o ir a Jojagos o quedarnos aquí a buscar información.

—Estamos varados —proclamó Thomas—, sin tanta información, en blanco prácticamente, la verdad es que...

—¡Que mierda! —exclamó May.

—¿Qué sucede doctora? —preguntó Dan.

—Mis agentes de Heaven acaban de darme información, parece que alguien estuvo pirateando mi tecnología y vendiéndola aquí, carajo. Bien, chicos —recuperando la compostura—, necesito un favor, mi equipo descubrió esto, para que llegue mi armadura y pueda ayudarlos mejor, tengo que salir, y mientras yo hago eso, quiero pedirles que, destruyan a esos piratas.

20 de octubre; 2001. Kreiworse, Estados Unidos. 16:30 hrs.

—Oye, Thomas —dijo Dan mientras señalaba un almacén viejo, oxidado, con pilares algo rotos y de olor peculiar—, sé que la doctora dijo que fuéramos hasta aquí y destruyéramos a los piratas de su tecnología, pero la verdad, ¿En serio crees que esté aquí? Quiero decir, es tecnología de punta, ¿De verdad la piratearían aquí?

—Como tú lo dijiste, la verdad parece un lugar raro para tener tecnología de tan alta calidad, pero la verdad es que no te puedo decir mucho, a fin de cuentas, estamos en Kreiworse.

Dan no respondió, usando unos andamios cercanos, lograron ver la zona interior, era una pequeña línea de producción, en la puerta, la cual era de un enorme tamaño, había una veintena de seres extraños, tenían cabello largo, su cabeza estaba cubierta por un cráneo de venado con los cuernos aún en el mismo, eran todas mujeres, sus brazos eran una especie de cuchillas metálicas con filo similar al de una kama, con el patrón de color blanco y azul de las armaduras de Heaven, sus piernas eran similares a las de un perro, mientras que en lo que estaban sostenidas era una cuchilla idéntica a las de los brazos, en una pequeña habitación alejada podía distinguirse una figura que Thomas pudo reconocer casi al instante, sentada cómodamente en una silla de escritorio mientras sus pies se recargaban en el escritorio.

Gino Boyd.

El tipo que traficaba con las niñas seguía con vida, algo que el sabía, pero que no esperaba que lo encontraría tan pronto, al instante de observarlo, sintió un jalón hacia un lado, era Dan, lo había movido hacia la pared, cuando Thomas se percató de ello, Dan musitó:

—Escóndete —dijo alterado—, creo que una de esas cosas nos vio.

Un sonido de algo encajándose en la pared pudo ser escuchado junto con un alarido de alerta, varios sonidos metálicos y gritos le siguieron.

Más sonidos.

Una puerta abriéndose.

Una pierna coja con bastón.

Eso fue lo que se escuchaba, de la ventana una de aquellas creaturas pudo ser vista, y observó a los que se ocultaban, en aquel instante abrió la boca de la cual una luz azul intensa se daba a notar.

—¡Muévete! —exclamo Thomas mientras empujaba a Dan por una ventana.

Al caer, un rayo de enorme tamaño se observaba en donde los dos hombres se encontraban hace unos instantes, algunas de las creaturas bajaron, encajando sus navajas en la pared.

Algunas desde la altura disparando sus rayos.

Otras persiguiendo con enorme ferocidad.

Desde las alturas del almacén se escuchó un repiqueteo similar al de un bastón al metal de la plataforma, al momento de escucharse aquello, las creaturas detuvieron su marcha y ataque, quedándose en estado de guardia, al voltear la mirada hacia el sonido, vieron a quien menos deseaban encontrarse, la figura de alguien que se creía había muerto hace unos días.

Gino Boyd.

Ahora portaba una bata de laboratorio cubierta de algo de sangre, unos guantes negros que le llegaban hasta los codos, aparentaba haber dejado sus adicciones, a pesar de que tenía unas ojeras incluso más grandes que las de el día en el que aquella pierna izquierda ocuparía un soporte como el bastón que en ese momento usaba.

—Bienvenidos —dijo Boyd en voz alta—, mis queridos amigos, a ti —señalando a Dan con el bastón—, no te conozco. Pero tú —señalando ahora a Thomas—, tú me hiciste esto, me dejaste con la pierna hecha mierda, no sabes la cantidad de dinero que he perdido, ahora se me dificulta mucho conducir, afortunadamente sigo vivo, gracias a Dios, ¿No es así? Slasher.

Thomas no se inmutó, aunque sabía de lo que Boyd era capaz, no era un peleador fuerte, lo que de verdad intimidaba, eran aquellas creaturas que en unos pocos segundos pudieron hacerlos entrar al almacén, creaturas que en realidad estaban dominadas por Boyd, aunque aún había algo que a Thomas le revolvía la cabeza, era algo que hacia que todo pudiera tener sentido, algo que cuando conoció a Boyd preguntó por primera vez.

—¿A qué santo le rezas?

—Jajaja —rio Boyd—, aún no lo entiendes ¿Verdad? Yo no soy portador de esas bestias que llaman santos, lo repudio, pienso que quien ayuda a alguno renuncia a su humanidad, yo acepté que perdí la mía desde que empecé a hacer esos juguetes, si uso un santo, me volveré algo que no sería ni aceptado por las bestias, me volvería un ser sin una pizca de cordura, que es lo único que aún se que me queda. Oh, una cosa, Slasher —Dijo señalando a las creaturas֫—, ¿Recuerdas a los juguetes que asesinaste? Bueno, quiero que las saludes otra vez, puede que se alegren al oír lo que hiciste con sus amigas.

SlasherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora