VIII. Los payasos asesinos

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18 de octubre; 2001. Havencrest, Estados Unidos. 12:40 hrs.

May estaba despertando, Thomas había sacado del carro a ella y el cuerpo de Dan, o lo que ella creía que era su cuerpo, él se encontraba de pie, junto a Thomas, hablando de algo que ella no podía escuchar, cuando ellos se dieron cuenta de que estaba despierta, la intentaron recargar en uno de los árboles, su vista y oído eran borrosos, aunque poco a poco recuperó ambos sentidos, escuchó entonces:

—¡May! —exclamaba Thomas—. ¡May! reacciona, ¡May!...

—Estoy bien —respondió ella—, solo fue un golpe, ¿Qué pasó? ¿No estabas muerto?

—Ja —dijo Dan—, esa es mi habilidad como, lo que tu llamaste, skinwalker, puedo regenerarme de cualquier herida, mientras mi cerebro no se vea involucrado, incluso de las más mortales, esto no es nada, esos narcos me dejaron como queso británico el día de pata flaca.

—Y eso, ¿Qué es? —preguntó May, mientras señalaba un edificio de tamaño pequeño, con un intento de payaso aterrador en la parte superior, las luces led que en un pasado pudieron hacer que ese lugar se viera menos deplorable ya no estaban encendidas, era de un color negro y lúgubre, las ventanas se encontraban selladas por tablas, en la boca del payaso se leía "Casa del terror de Fibo".

—Oh —dijo Thomas que se encontraba revisando el maletero del coche—, parece que quien nos chocó se llevó la batería adentro de esa, casa del terror.

—Ahora odio a los payasos —expresó Dan.

—Y yo estoy contigo —secundó Thomas.

18 de octubre; 2001. Havencrest, Estados Unidos. 12:50 hrs.

Adentro de la casa, las paredes estaban recubiertas de moho, había humedad en el ambiente, aunque las mismas se notaban endebles, eran muy resistentes, pudiendo aún sostener la estructura completa, ellos siguieron explorando, la casa era de un tamaño regular, la taquilla era pequeña, delimitada por ahora unas varillas de metal oxidado con lo que antes fueron rojas telas, aunque no había necesidad de comprar nada, la puerta adentro de la atracción estaba abierta, al entrar vieron grandes ataúdes, los cuales al pasar cerca salía lo que hace tiempo sería un vampiro, ahora solo era un más aterrador endoesqueleto de acero inoxidable, siguieron explorando durante un tiempo, sin bajar la guardia.

Recorrieron toda la casa, pero no había nadie, aunque, cuando pudieron percatarse, estaban en la habitación inicial, cuando aquello sucedió, Thomas habló:

—¿Esta no es la misma habitación? —preguntó extrañado.

—Sí —respondió May—, es la taquilla, pero recuerdo que fuimos siempre en línea recta.

—Y no se equivocan —continuó Dan—, siempre fuimos en línea recta, lo que sucede es que las paredes cambian.

—¿Y tú como sabes eso? —volvió a preguntar Thomas.

—Es simple, cuando entramos usé un trozo de metal del coche para cortarme las venas de la muñeca, dejando así un rastro de sangre en la pared, para que así pudiéramos regresar, si es que había necesidad de escapar, pero ahora que veo el pasillo por el que pasamos, veo que hay paredes con rastro y otras que no, por lo cual, las paredes se mueven de alguna forma.

—Es una conclusión apresurada —expresó May—, aunque congruente, si tienes razón, Dan, encontrar esa batería será casi imposible.

La herida de Dan sanó, él sabía que, si seguía dejando rastros, tarde o temprano se perderían, así que mejor, dejo de hacerlo, no les dieron ni ese instante de descanso cuando desde el pasillo por el cual habían continuaron se movió, vieron una puerta de garaje pequeña, la cual se abrió y de la cual salió el mismo auto que los había sacado de la carretera, el mismo intentó embestirlos, pero ellos lograron apartarse a tiempo, el auto chocó con la puerta por la que habían entrado, la puerta del vehículo se abrió, de ella salieron lo que parecían mujeres, unas tres de ellas, todas vestían tutús rosas sostenidos por tirantes, una camiseta de manga larga con estampados de mariposas azules era lo que tenían en la parte del torso, sus cabellos eran rubios y en rizos, su piel era pálida, sus caras estaban maquilladas por pintura blanca y chapitas en las mejillas además de nariz de payaso, aunque lo mas extraño eran sus ojos huecos y totalmente negros, además de sus robóticos movimientos, contorsionándose y ordenándose como si no fueran humanas, en lugar de manos, dos hoces sobresalían, ambas atadas con una cadena a las muñecas de las mujeres, del auto también salieron dos hombres, uno era el que había disparado a Dan, el otro era un hombre notoriamente obeso, con un pálido maquillaje de payaso, un chaleco rojo con detalles blancos, pantalón rojo y zapatos grandes en rojo y blanco, aunque lo mas destacado era su calva con unos pocos cabellos alrededor de las orejas, de color verde y en medio de la frente, una estrella, en las manos llevaba una motosierra, aunque sin la hoja, aquel hombre gordo, habló:

—Bienvenidos pequeños bastardos —dijo con una voz burlona y algo infantil—, esta es la casa del terror de mi compañero, Fibo, el nombre de ellas es Dolls, mientras que yo, soy Starry, el payaso de la estrella, así que, es su turno de presentarse.

—Mira —respondió Dan—, no tenemos tiempo para esto, así que, si nos regresas la batería, podemos perdonarte el disparo y el carro, ¿Qué te parece?

—Oh —contestó Fibo—, ¿Te refieres a esto?

En las manos del payaso de piel obscura, se encontraba la batería del coche, pintada con crayolas caras de payasos, caras felices y globos, Fibo volvió a guardar la batería en el bocho, cerrando la puerta, dando a entender una cosa, si querían salir de ahí, alguien tendría que pelear por aquel anhelado escape.

18 de octubre; 2001. Havencrest, Estados Unidos. 13:10 hrs.

Aquellas mujeres que Fibo había llamado Dolls, se abalanzaron sobre May, Fibo desapareció, mientras que Starry, fue directo contra Thomas, Dan decidió ir a buscar a Fibo, así que, el combate dio inicio.

May se percató de que las Dolls se acercaban a ella, rápidamente desplegó su lanza desde su reloj, el cual rápidamente se convirtió en aquella arma y, aunque en esos momentos no contaba con la armadura, tenía que darlo todo. Una de las mujeres, asestó un corte, dejando el brazo sangrando, otra arrojó su hoz hacia su estómago, sosteniendo la cadena para atraerla hacia ella, cuando se acercó, la Doll intentó golpear con la hoz la cabeza de May, pero ella logró dar una patada que desestabilizó a la Doll, la cual cayó al suelo, la tercera intentó aplastar la cabeza de May con su pie, aunque sin éxito, May utilizó la lanza para apuñalar a aquella Doll, aunque esta, de alguna forma, atravesó a la mujer, cuando May atacó con la lanza, se dio cuenta de que, no había sangre, y que la Doll no contaba con ninguna herida, al percatarse, la misma Doll enunció unas palabras:

—No somos humanas —Dijo con una femenina voz robótica y monótona—, somos una entidad dividida en tres, somos los tres carros de la rueda de la fortuna, nuestro poder es The Wheel of Fortune, que nos da la suerte que necesitamos para ganar cualquier duelo.

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