LXV. Odio

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01 de julio; 2006. ??????, ??????. ??:?? hrs.

Es interesante, la vida.

Su forma de ser, el cómo la gente, por pura suerte, se vuelve de una forma u otra.

¿Es su culpa haber nacido en cierto entorno? ¿Es su culpa si aquel entorno los vuelve como el resto? ¿Hay algo que pudieron haber hecho para cambiar? Y si ellos no hubieran nacido de esa forma, ¿serían ellos mismos?

Aquellas cuestiones eran las que se preguntaba Ángel, soñando sobre lo que había sido su vida.

Había nacido en cuna de oro, o más bien, en jaula de diamantes.

Su madre era una empresaria exitosa, heredera de la empresa Hammerrover. No obstante; ella era una mujer que requería de un hombre para hacer las cosas, la habían criado de esa forma, pues como única heredera de Hammerrover, debía de manejar la empresa, pero al no ser un varón impedía que su padre sucediera la empresa.

Crystal Holloway, era el nombre de su madre.

Ralph Lawson era el de su padre.

Por su parte, Ralph era un hombre de dinero, no tanto como su madre, pero ambos tenían un estatus social. Los Lawson eran gente que buscaba expandir sus horizontes, eran magnates de las tierras, teniendo tantos terrenos que sería imposible recorrer todo a pie.

Ambas familias buscaban algo del otro.

Los Lawson una inversión enorme que incrementara el valor de sus tierras.

Los Holloway, territorio en el que pudieran financiar empresas bajo sus acciones.

Y justamente, los Holloway querían un heredero varón, así que pactaron un trato.

A cambio de las tierras de los Lawson, la familia Holloway tendría que unir a esta otra familia a la suya, manteniendo un nuevo legado y dejándolos unidos.

Pero claro, aquello no podía saberse, ni por el público ni por sus hijos. Debían ser más sutiles.

Pequeñas coincidencias, ligeros roces, a veces dejarlos solos, ponerlos en situaciones sugerentes. Más temprano que tarde, Ralph cayó ante los encantos de Crystal, poco después se casaron, y en un abrir y cerrar de ojos, tuvieron a sus hijos.

Ahmad Holloway, el primogénito. Un chico entrenado para ser el perfecto heredero luego de Ralph, al cual, por cierto, se le colocó el apellido Holloway. Los Lawson no se opusieron, a fin de cuentas, era lo que querían.

Ángel Holloway, la segunda. Una decepción, llamaron sus padres. Un estorbo, al no ser hombre, ella no podría heredar la empresa.

Aquellas preferencias se hicieron notar.

Los entrenamientos de esgrima siempre fueron para Ahmad.

Ángel nunca podría igualársele.

Las clases extraordinarias de ciencia y matemáticas fueron para Ahmad.

Ángel nunca podría igualársele.

Las inscripciones a las mejores escuelas fueron para Ahmad.

Ángel nunca podría igualársele.

Ángel recordó todas las veces en las que ella intentó demostrarles a sus padres que ella era igual o mejor que Ahmad.

—Miren, mamá y papá. Vencí a mi hermano en una lucha de esgrima

—Suerte de principiante. Seguramente se dejó ganar.

Lo envidiaba.

—Miren, mamá y papá. Saqué diez en este examen de matemáticas, y mi proyecto de ciencias fue el mejor de toda la escuela.

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