XLV. La serpiente

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25 de mayo; 1180. Kurobane, Japón. 23:30 hrs.

Una tormenta comenzaba a darse lugar, los rayos asustaban a Tomoe, pues le recordaban lo que había sucedido hace veinte años, cuando sus padres murieron asesinados por el enano de los tatuajes de serpiente.

—Tranquila, Tomoe, no hay de que asustarse —calmó Oni, aún abrazándola y acariciando su cabeza—, imagínate, ¿qué pasaría si en una guerra hay una tormenta? No creo que la primera onna-musha se tire al suelo por una tormenta en medio del combate, ¿verdad?

—Tiene razón, maestro —respondió ella, incorporándose—, debo de ser más valiente, perder el miedo y...

—Sigues sin aprender del todo —interrumpió Oni—, ser valiente no significa perder el miedo, significa a pesar del miedo luchar contra tus miedos, porque nunca estás lista para nada, no estarás lista hasta que termines lo que planeabas hacer, es en ese momento cuando estás lista para enfrentar tus miedos, pues una vez derrotados, no pueden dañarte y sabes cómo defenderte de ellos.

—Una gran enseñanza, maestro.

—Ve a descansar, Tomoe, que los rayos no te asusten.

Mientras ella caminaba hacia su habitación, uno de los relámpagos cayó, iluminando por un instante el exterior del lugar, mostrando una figura en el lugar.

Lo más destacable era su estatura, era muy pequeño, del tamaño de un niño, pero su musculatura dejaba en claro que no era un infante. Su falta de cabello y cuerpo lleno de tatuajes hicieron que Tomoe retrocediera, corriendo hacia su naginata para luchar, si el enano había venido por ella, no se iría sin pelear.

De la ventana, el enano entró, un simple brinco fue suficiente como para que llegara del suelo hasta el segundo piso, donde se hallaban Tomoe y Oni.

—Hola, pequeña Gozen —saludó el enano—, hace tiempo que no nos vemos.

Tomoe no respondió, giró su naginata sobre su cabeza, una forma de mostrarle que no le temía y que estaba lista para luchar, además de presumir su habilidad con el arma.

—Por lo menos di una palabra, pequeña Gozen, un saludo o algo...

Tomoe, llevada por la venganza, arremetió con la naginata, cortando la pared de madera que se hallaba frente a ella, su arma se atoró, cosa que el enano aprovechó para golpear hacia Tomoe con una patada, sin embargo, ella se quitó del lugar gracias a sus grandes reflejos, lo que causó que el enano golpeara el suelo de madera y se atorara su pierna en esta.

Está cautivo, puede salir en cualquier momento, pero sigue confundido, es el momento perfecto para atacarlo.

Tomoe hizo gala de sus conocimientos en combate cuerpo a cuerpo, golpeando con la rodilla al enano, acertando en la cabeza, luego, colocó sus manos en el cráneo de su oponente, dando una vuelta de carro acrobática sobre él, para con ese impulso, dar una patada en el torso del pequeño hombre.

—¡Vaya!, parece que aprendiste a pelear... —musitó el enano, aún con el dolor de los golpes, no se le notaba afectado.

Alzando su pierna, Tomoe golpeó la cabeza del enano, haciendo que bajara hasta el primer piso, encontrándose con varios guardias del clan Minamoto, cosa que Tomoe aprovechó para huir con su maestro.

—¡Señor Oni! —exclamó asustada, aunque no presentaba daños, se le notaba cansada.

—¿Qué sucede, Tomoe? —interrogó Oni, levantándose de su tatami donde dormía.

—Él..., está aquí.

—¿Quién está aquí?

—El enano..., ha venido por mí.

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