VII. Rumbo al cielo

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18 de octubre; 2001. Coozhury, Estados Unidos. 10:03 hrs.

—Así que —dijo Thomas, vestía una gabardina color beige, pantalones negros con botas a juego y una camisa blanca, no llevaba la característica bufanda con la que tiempo atrás había ocultado su identidad, de su oreja pendía una serie de cuatro aretes plateados y brillantes, los cuales ahora su cabello recogido en una coleta dejaba ver—, ¿Hay alguien a quien quieres presentarme?

—Exacto —respondió May, sus lentes eran ahora de un llamativo color rojo, aunque su ropa era de colores casi idénticos, era como si su armario tuviera una serie de ropa del mismo tipo—, es alguien fuerte y que ya tiene cierta experiencia en el ámbito del asesinato.

—Y, ¿Puedo saber su nombre?

—El mismo se colocó el nombre de Bubak, una leyenda de un espantapájaros con cráneo humano que acechaba los campos como una especie de hombre del saco, decidió que sería así para atormentar a sus enemigos como si de niños asustados se tratase.

—Bastante siniestro —continuó Thomas—, diría yo.

—Sí, concuerdo, aunque si yo hubiera vivido lo que tú, entonces yo sería tú, y si tú hubieras vivido lo que yo, entonces tú serías yo.

Thomas no respondió, aunque entendía lo que May estaba diciendo, estaba alegre de poder sentirse feliz por esos instantes, aunque solo se hubieran conocido por un bien mayor, no importaba ya.

No tardaron nada en llegar a donde estaba Bubak, era un hostal algo maltratado, aunque la limpieza no fuera su fuerte, el sitio era lo justo y necesario para dormir unas noches, la habitación olía a humedad, el suelo se encontraba recubierto de alfombra rojiza, sus paredes eran amarillentas, aunque en algún tiempo distante eran blancas, tenían patrones de líneas y picas en ellas, el techo de un color similar y con una única lampara fluorescente que no paraba de zumbar, en la cama, una figura vestida con un sombrero puntiagudo y saco marrón con una escopeta de doble cañón se encontraba de espaldas hacia ellos, cuando la puerta sonó, esa figura se levantó, su piel era morena, su cabello era corto, prácticamente a ras, sus ojos eran de un profundo café, casi negro, tenía una barba casi tan corta como su cabello, al momento de ver a May, aquella figura dijo:

—¡Doctora! —con algo de emoción—, que bueno que regresó, es un placer volverla a ver.

—Gracias —respondió ella—, Dan, él es de quien te hable, Thomas Rusty, alias, Slasher.

—Un gusto, Thomas.

—Igualmente, Dan, una pregunta, si no es indiscreción, ¿Cuál es tu santo?

—Oh —exclamó Dan—, bueno, por lo que tengo entendido, se llama The Hierophant, el santo de la sangre y carne es todo lo que te puedo decir.

—Vaya, entiendo, ah, lo olvidaba —continuó Thomas—, May ¿Para qué necesitabas que estemos los dos aquí?

—Bien, a ti no te conté Dan, pero hubo un envío hacia Kreiworse de niñas convertidas en juguetes sexuales, ellas eran...

—Oye, espera —interrumpió Dan—, ¿Dices que niñas convertidas en juguetes?, ¿Por qué no lo detuvieron?

—Mira —dijo May—, si ese paquete hubiera sido interceptado, la ruta hubiera sido incluso más difícil de encontrar, tal vez no hubieran salido de aquí, hubieran salido de algún sitio distinto, uno en el que mis armaduras no tengan jurisdicción, si fuera eso, rastrearlos sería prácticamente imposible, así que, si ya teníamos las rutas que Thomas logró cambiar deteniendo uno de los cargamentos de niñas, solo tenemos que ir hacia donde se encuentra él.

—¿Él? —cuestionó Dan—, ¿Te refieres al tal EUHO?

—Sí —respondió May—, exacto

—¿Quién es EUHO? —preguntó Thomas.

—Es lo único que sabemos sobre el nombre de quien ordenó a estas niñas, son las siglas de El Último Hijo del Orgullo, de cualquier forma —continuó ella—, el paquete fue perdido en Kreiworse, parece que por una interrupción de la señal de radio, así que, viajaremos hasta ahí, tengo el auto listo para los tres, así que, preparen sus maletas.

18 de octubre; 2001. Havencrest, Estados Unidos. 12:30 hrs.

Ya había pasado un tiempo desde que May, Thomas y Dan habían salido de Coozhury, recorrido en vehículo la futurista ciudad de Havencrest y ahora, en la larga carretera repleta de pinos hacia Kreiworse, la ciudad con más crímenes reportados e impunes en los Estados Unidos.

—Muy bien, estamos llegando —exclamó May.

—¿No es peligroso ir por aquí? —dijo Thomas—, me acaba de llegar a la cabeza, ¿Y si EUHO manda a alguien a matarnos?

—La verdad —respondió Dan—, es que creo que sería demasiado que alguien nos atacara, digo, estamos en plena carretera, tendría que, de alguna manera, saber que estamos aquí.

Cuando Dan enunció aquellas palabras, un pequeño bocho amarillo se encontraba en la carretera junto a ellos, Thomas se preguntaba si aquel vehículo no iba demasiado rápido, revisó el velocímetro, iban a ciento cincuenta kilómetros por hora, y ese bocho iba igual o mas rápido, aunque intentó relajarse, tal vez solo era su paranoia de que alguien los siguiera, al fin y al cabo, había burlado a la muerte muchas veces, y todas por poco, aunque sus sospechas se materializaron, aquel coche intentó sacarlos de la carretera con un impacto lateral.

—¡Que mierda! —exclamó Dan mientras bajaba la ventana de su asiento—, ¡Oye pinche chango!, ¡Ten más cuidado!

Aquel pequeño coche también bajó la ventana, en ese momento vio a un hombre delgado, con una extraña mascara de porcelana pintada de payaso, de cabello afro teñido de rojo y piel negra, su traje era rojo, con una extraña cara feliz en la solapa, era lo poco que el auto dejaba ver, no paso mucho cuando aquel payaso sacó de su bolsa interior una pistola, un revolver de compacto tamaño calibre .32, cargo el tambor y apuntó, las risas en el interior se hacían notar, Dan se encontraba en el asiento, con un disparo en la boca, la mandíbula se encontraba desencajada, la bala había pasado completamente por las articulaciones, la sangre manchó los asientos adyacentes, May gritó, Thomas gritó, Dan, parecía muerto, aquel bocho dio otro golpe al vehículo, con la distracción que habían logrado, ese golpe logró sacar de carretera y volcar el carro, dando una vuelta y quedando de cabeza.

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