XXXIV. Mercenario

4 0 0
                                    

19 de junio; 2006. Coozhury, Estados Unidos. 21:00 hrs.

La noche en Coozhury se daba lugar, en esta hora, algunos seres vivos dormían, algunos solo comenzaban su día, otros lo terminaban, ¿Qué soñará aquel joven que con la chica del parque saldrá? ¿Qué soñará su madre que la relación no aprobará? ¿Qué soñará el policía testigo de todo? ¿La chica que decidirá salir con él? ¿Qué soñará el padre que abandonó a la niña? Solo pocas personas se lo preguntan, después de tanto tiempo, ¿El humano sigue dispuesto a cumplir los mismos sueños?

Mientras tanto, al centro de la ciudad; un edificio de varios pisos y estructura cristalina se alzaba, sede de explotación humana, sitio en donde se trabaja día, noche y más si se podía, sede de corrupción, pero, expliquemos esto último.

En los pisos altos, donde la ciudad pequeña de Coozhury dejaba ver sus brillantes luces, sitio en el que desde dos mil uno se comenzó a gentrificar, desplazando a los migrantes latinos que vivían ahí, llenándose de enormes edificios en poco tiempo, siendo en el que estamos, el primero en ser construido. Gente vestida con trajes negros se hallaban sentados en una mesa junto a la ventana, toda gente importante, inversores, empresarios, políticos, hombres y mujeres, eran un total de diecisiete, ocho en cada lado de la larga mesa, observando al hombre que se hallaba levantado, caminando de un lado al otro de la ventana.

—Todos saben qué hacemos aquí —proclamó el hombre, en su mano sostenía una pluma, presionaba el botón para hacer que saliera la punta con tinta de esta, era el único sonido, impasible y tenso—, todos saben que los votos de nuestro partido han bajado considerablemente, y ninguno ha colaborado en lo más míni....

—Disculpe que lo diga yo, señor —interrumpió una de las mujeres que se hallaban sentadas—, pero los votantes han perdido por las propuestas que hemos hecho..., este estado está mayormente conformado por migrantes, si seguimos promoviendo estas políticas, es casi seguro que ellos no nos votaran..., señor.

—Esos malditos jodidos —murmuró él—, si tan solo no vinieran tantos mexicanos hacia aquí, tendríamos ganadas las elecciones.

—Señor, sugeriría comenzar con una nueva campaña —enunció uno de los hombres, este se encontraba a la derecha del candidato—, tal vez ir más enfocados a ayudar a los migrantes, darles algunas cosas y seguir con la expansión de nuestra ciudad. Para ganar votos, podríamos hacer una campaña de disculpas y decir que cambiamos, lo que importa es que aparentemos que les haremos caso, ¿No, señor?

—Oh, que gran idea —respondió sarcástico el candidato, apretando la pluma y dejando de presionar el botón, acercando el rostro del hombre al suyo—, ¡No sabes lo mal que dejará a nuestro partido eso! ¡La gente no es estúpida, saben cuando mentimos y cuando no! Además, en el supuesto de que funcione, en cuanto unan cabos, se darán cuenta de que les mentimos, las próximas elecciones nuestro partido se irá al caño si hacemos eso. Hay que pensar a futuro, Roberts, a futuro.

—S-sí, señor —contestó Roberts con timidez.

—Podríamos comprar los votos —sugirió una mujer de cabello rubio—, no sería un gran problema, les damos a esos pobres unas despensas o algo así, y tenemos votos asegurados.

—¿Y si los descubren? ¿Y si no aceptan? ¿Y si nos delatan? ¡Carajo, Mckenna! ¡No podemos arriesgarnos! Esos periodistas de mierda nos pueden joder todo, no quiero volver a matar a otros más.

Ellos siguieron hablando, pensando en como conseguir más votos para su partido. El Alquimista, este era el nombre del partido, creado desde hace cientos de años, antes fue un grupo hecho para representar a la clase burguesa en los tiempos de las trece colonias, un partido hecho para proteger sus intereses, ahora, el partido solo era una colonia de gente poderosa que buscaba la manera de hacerse más poderosos.

SlasherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora