XXIX. Padre e hijo

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22 de octubre; 2001. Coozhury, Estados Unidos. 05:50 hrs.

Dan se abalanzó sobre su padre, golpeándolo con la culata de su escopeta en el rostro, acto seguido, apuntó al rostro de Decadencia con la intención de disparar, cosa que Decadencia no permitiría, desviando el cañón del arma fuera de su rostro, para luego, usando el cuchillo, cortar la garganta de su hijo con precisión.

El corte no era problema para Dan, el cual se regeneró con velocidad, mientras tanto, Decadencia apuntó con su pistola, disparando hacia Dan, acertando tres disparos en el pecho, haciendo que retrocediera, lo cual dio tiempo a Decadencia para arremeter con el cuchillo en alto, apuñalando el hombro de Dan, comenzando a golpearlo violentamente dentro del hombro usando su puño en la hoja, cercenando el brazo en el proceso como si se tratase de un cincel con martillo.

—Se que puedes regenerarte de eso, hijo —pensó Decadencia—, pero no importa en lo mas mínimo, te vaciare el cargador, ¡Hare que te pudras con mi santo! ¡Judgment!

Luego de cortar el brazo de Dan, Decadencia apunto con la pistola al rostro de su hijo, este último impidió el disparo con una patada en el arma, haciendo que saliera volando al suelo, esta vez, Dan disparó, Decadencia logró quitarse a tiempo, pero a cambio de no morir, su pie fue destrozado por los perdigones de la escopeta de doble cañón de su hijo.

—No eres como yo, padre, tu no puedes regenerarte, a ver si esto te gusta, cabron.

—¡Aaaahhhhh! —gritó el padre, adolorido e impresionado por perder su pierna— ¡Bastardo!

—Lástima que yo sea el bastardo aquí —respondió Dan, apuntando con su arma hacia su padre—, pedazo de mierda.

Antes de que Dan pudiera jalar del gatillo, sintió como algo cortaba su pie, era el cuchillo de su padre, el cual uso para apuñalar a su hijo a la tierra y dejarlo atado a ella. Decadencia no perdió el tiempo, usando sus fuertes brazos se arrastró rápidamente en dirección a su arma, Dan trató de seguirlo, pero fue inútil, su pie estaba firmemente unido al suelo, no le quedaba más remedio que retirar el cuchillo, lo que le daría tiempo a su padre para dirigirse a su arma y disparar, además, su brazo tardaría en regenerar, no podía recargar cómodamente; debía decidir rápido en que hacer.

Decadencia tomó su pistola y apuntó, dándose cuenta de que su hijo no estaba donde lo había dejado, ni el cuchillo, de hecho, no había nadie a su alrededor, o eso creía, cuando volteó hacia el bosque y el camino, se percató de una figura oculta detrás de un árbol, sin pensarlo, disparó, dándose cuenta de que la figura, a pesar de haber sido atacada por la bala, no parecía sufrir daños por el disparo, era como si...

No estuviera ahí.

Siguió observando sus alrededores, más figuras aparecían a su alrededor, eran a la distancia sombras oscuras de forma humana, pero al acercarse a él, sus rostros se revelaban.

Todas las sombras, cada una de ellas, era de una mujer, todas habían sido sus esposas, sus rostros estaban en una constante expresión de horror y desesperación, sus uñas no estaban, en su lugar se hallaba el hueso expuesto por arañar algo resistente. Decadencia recordaba como se habían hecho esas marcas.

Su modus operandi era simple, cuando sus esposas no cumplían con alguna petición, como hacerle algo de comer, chuparle el pene, o limpiar la casa. Cualquier cosa que él pedía, se tenía que hacer al instante, y si se podía, antes; cuando ellas no lo hacían, Decadencia actuaba como si no pasara nada, solo se lo ordenaba a que lo hiciera alguien de su extenso personal y listo, pero el castigo apenas comenzaba. Él preparaba un ataúd en el sótano, colocándole una cámara de video escondida y micrófono que transmitiría lo que sea que estuviera dentro hacia su computadora, luego, le preparaba una bebida a la mujer que decidiera, este tenía un potente somnífero el cual las dormía en unos pocos minutos, después, las colocaba dentro del ataúd modificado en una fosa que preparaba días antes, por si acaso eso sucedía, enterrándolas en la fosa, para que cuando despertaran del somnífero, se dieran cuenta de que estaban enterradas bajo tierra, mientras que Decadencia se deleitaba con sus inútiles intentos de escapar de ahí, masturbándose en el proceso, le encantaba ver como luchaban por su vida, arrancándose las uñas mientras trataban de salir del ataúd, hasta que simplemente el oxígeno, se agotaba y su vida lo hacía con él.

Todas ellas, unas catorce, se acercaban cuando él no las miraba, hasta que todas lo rodearon, él les gritaba.

—¡Déjenme solo! —chillaba, apuntando con la pistola— ¡Las mate a todas! ¡Cuando murieron las desenterré y me cogí sus malditos cuerpos! ¡Luego las diseque! ¡No pueden estar aquí!

Cuando todas estaban frente a él, se dio cuenta de algo extraño, el aire se sentía más denso, muy pesado, mientras que había una especie de neblina a su alrededor, esta era de un color verdoso, en ese instante, noto un pequeño ser cerca de él, era muy pequeño, parecía una albóndiga cruda con un pico de pulpo de donde salía aquella niebla.

—Jajajaja —pensaba—, maldita sea Dan, eres un cabron demasiado listo, tu hierophant de mierda es increíblemente molesto.

Rápidamente, aplastó al pequeño ser de carne, moviéndose de la niebla y pudiendo observar la realidad, solo para darse cuenta de que su hijo se había quitado el cuchillo del pie, y se había colocado cerca de él, a su lado, lo acompañaba aquel chico que parecía hermano de Thomas, su hijo tenía en la mano que le quedaba algo extraño, parecía una especie de grano, pero enorme, ocupaba toda su palma y era rojo, podría estar relleno de sangre.

—¿Qué te pareció la ilusión? —preguntó Dan, burlándose de su padre— ¿Papá?

—¡Púdrete, cabron!

Decadencia apuntó con su arma, pero su hijo, sin pensarlo, apretó su puño, haciendo que el grano estallara en sangre, mientras que, el pequeño ser que Decadencia aplastó, cerraba el pequeño pico que tenía, generando una pequeña chispa que hizo contacto con el gas, haciéndolo explotar.

Decadencia salió volando varios metros lejos, mientras que Dan y Sanford fueron arrojados hacia el bosque, estrellándose con los árboles.

Aún seguían con vida.

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