XXXVI. Una vida tranquila

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22 de junio; 2006. Cuxagos, México. 22:00 hrs.

El ahora renovado pueblo de Cuxagos, familiarizado con las tradiciones casi perdidas que se realizaban en el lugar, fiestas patronales y religiosas que casi siempre terminaban con una gran cena, patrocinada por todo el pueblo. Desde la llegada de Bubak, Cuxagos había mejorado en gran medida, aunque las armaduras llegaban, la gente también trataba de defenderse, no era solo que Bubak les diera esa sensación de protección que haría que se volvieran débiles, en su lugar, el pueblo había decidido protegerse de las armaduras, tomando machetes, cuchillos, palos o cualquier objeto que pudiera ser usado como arma, incluso los pocos habitantes que tuvieran armas de fuego defendían Cuxagos, de cualquier forma, ellos no sabían que Bubak tenía la habilidad de regenerarse, para ellos, Bubak era un valiente hombre que le hizo frente a los narcotraficantes del pueblo armado solo con una escopeta de doble cañón, y tal vez era mejor que así lo creyeran.

En una casa de modesto tamaño con una tienda en la planta inferior de la propiedad, una reunión de amigos se daba lugar, en ella, cuatro amigos hablaban sobre sus vidas.

—Y entonces, ¿Qué te pasó hace cinco años, Dan? —preguntó un hombre sosteniendo una cerveza en la mano.

—Ándale, Dan, dinos que fue lo que hiciste allá en los united —secundó otro hombre con ausencia de cabello y mirada perdida.

—Pues que quieren que les diga —respondió Dan tomando un trago de su cerveza—, un familiar mío me dejó una herencia por allá y con eso compré la casa abandonada y levanté la tienda.

—No, güey, eso no —interrumpió el último de los integrantes, otro hombre que vestía de sudadera gris—, o sea, que como te fue en el viaje para allá, hubo algún gringo que te pusiera problemas, ya sabes cómo son esos cabrones con nosotros.

—Simón —continuó el de la cerveza—, ya vez como está estos años Coozhury, lo llenan de gente blanca y desplazan a nuestros paisanos.

—En eso tienes razón... —dijo Dan, observando su vaso con cerveza—, pero no todos son malos..., conocí a dos amigos ahí en Coozhury, bueno, no del todo. Uno si era de ahí y lo conocí ahí, la otra era de Kreiworse y también la conocí en esa ciudad.

—No mames —volvió el de sudadera—, pendejo, ¿Cómo está eso de que te fuiste a Kreiworse? ¿Si sabes cómo es ahí?

—Ya no tanto, Samuel —interrumpió el de la cerveza—, recuerda que desde que Daydream está ahí la ciudad esa fue mejorando, ahorita ya no está tan cabron viajar allá, ¿Si o no, Dan?

—Si, Lionel, es cierto —contestó Dan, mirando su cerveza nuevamente.

—Te veo pensativo, Dan —proclamó el de la mirada perdida—, ¿Qué tienes?

—Nada, no me pasa nada —dijo dándole una palmada en el hombro al hombre—, estoy bien, gracias, Agus.

—Yo creo que ya tienes sueño, no te culpo, ya es algo tarde y todos tenemos que trabajar mañana.

—Tienes razón, mi Agus —continuó Samuel—, el taller mecánico no se va a atender solo.

—Te dejamos descansar, Dan —enunció Lionel—, buenas noches.

—Amigos..., gracias —exclamó Dan, su voz sonaba nostálgica y alegre a la vez—, gracias por ayudarme desde niño..., ¡Propongo un brindis! ¡Por nosotros!

—¡Por nosotros! —respondieron alzando sus bebidas en alto, dándoles un trago largo y terminándoselas en ese momento. Dan se acercó a ellos y le dio un abrazo a cada uno de ellos, los hombres que lo habían ayudado cuando era tan solo un niño, llegando de un lugar que no podía importarles menos, dedicado y disciplinado, trabajando en lo que pudiera para sobrevivir, viviendo junto con aquellos hombres en las calles.

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