Iluminada y eterna, enfurecida y tranquila, decía Ricardo Montaner en una de sus más exitosas canciones. Mientras acariciaba sus oídos y refrescaba sus pensamientos, aquella grandiosa melodía, la devolvía al presente, llenándola de tranquilidad y fortaleza. Es como un himno para mantener el equilibrio entre los buenos y malos hechos que marcaron su pasado y siguen vivos en el presente. Muchos recuerdos escalabrados volvían a resurgir después de haber pasado muchos años.
Había vivido y experimentado en sus cortos años muchas cosas desagradables, tantas que no lograba equilibrar la balanza hacia un solo lado. Pero optó por quedarse con lo bueno, esos hechos que la salvaron de la eterna agonía familiar. Solo fueron tres meses, tres meses por los cuales suplicaría, volvieran a pasar. Un tiempo definido que sepultó su dolor y el de su hermana bajo un manto luminoso, para evitar que las atacara nuevamente. Ahora, diez años más tarde, llegó como dice la canción, enfurecida y tranquila, a una ciudad de la cual se alejó, o la alejaron junto a una pequeña de cinco años que empezaba a respirar libre por el mundo.
La noticia de la muerte de su padre las había hecho regresar. Tenían que comprobar que aquel hombre horroroso realmente estaba muerto y que podrían sonreír sin temor a sus eternas amenazas hechas cuando apenas eran unas niñas. Quitó sus audífonos y el murmuro a su alrededor la obliga a cerrar los ojos y suspirar, la paz encontrada bajo la delicada melodía había desaparecido.
No merecían estar en aquel lugar soportando tanta hipocresía. Muchas de las personas que allí estaban, conocían como aquel respetado empresario maltrataba a sus hijas como un verdugo a sus esclavos y ninguno fue capaz de gastar un solo segundo de su tiempo en buscar alguna manera para ayudarlas. Su padre lo manejaba todo con dinero, mucho dinero y ellas solo eran dos semillas de sus testículos que germinaron en dos vientres de los cuales nunca supieron nada. Hermanas de madres diferentes, nunca supieron más que eso, que por ley de naturaleza hace falta una mujer para tráelas al mundo.
Muchas mujeres y hombres allí presentes, las miraban sorprendidos, unos extasiados y otros se mostraban un tanto enojados. Lidia su hermana menor entrelazó sus manos, un poco intimidada por la cantidad de ojos extraños que las presenciaba. Caminaron en silencio hasta el ataúd, Lidia forzó el agarre y la mayor la miró de soslayo, no es momento para unos de sus ataques de ansiedad. Ella no recuerda muchas de las cosas que vivieron bajo el mismo techo de aquel demonio de hombre que yacía en una caja eternamente.
Habían ido al acto fúnebre, directamente del aeropuerto. No se preocuparon en cambiarse, sus ropas eran oscuras la mayoría de veces y esta no era la excepción. Además, no había necesidad de estrujar nuevas piezas de ropa, en algo que carecía de valor, al menos para ellas. Observan a su padre y en sincronización, suspiran aliviadas. Al fin estaban libres del peor mal que les tocó vivir en aquel planeta.
—Ojalá te pudras en el infierno —dijo la de ojos verdes en voz alta y varios murmullos se apoderaron del silencio característico en aquel tétrico y frio lugar.
La mayor observó a cada uno de los presentes sin llegar a bajar la mirada ante ninguno.
—Mariana —su hermana susurro su nombre, la conocía lo suficiente como para saber lo que se venía a continuación. La mayor sostuvo con más fuerza su mano en señal de que todo estaba bien.
—Hipócritas.
Dijo a cada uno de aquellos desconocidos. Puede que alguno no lo mereciera, pero a este nivel avanzado del juego, poco importaba lastimar a alguien, ella estaba lo suficiente jodida ya, como para ponerse a pensar en el mal de los demás. Su vida estaba obscura y volver a la luz iba a costar mucho.
Un hombre iba a replicar, pero la mano de una mujer mayor, de cabello canoso lo detuvo con un movimiento. Mariana la miró fijamente y pudo ver un atisbo de sinceridad en aquellos experimentados ojos. Pero, el parecido de sus ojos con los de su padre, le causaron escalofríos.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...