Capítulo 22.

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—¡Lidia!

Mariana entra como un torbellino a la sala de urgencia donde atienden a su hermana. Lidia la mira y sonríe levemente, aún el susto por lo sucedido no pasa del todo y los espasmos nerviosos en su cuerpo se lo hacen saber. La menor observa a la ojiverde y siente que sus ojos se inundan de lágrimas.

—No llores, cariño, lo importante es que estás a salvo y ya estoy aquí contigo —Mariana la estrecha entre sus brazos.

—Fue horrible como ese hombre se me tiró encima, Mar. Pensé que me mataría. De no ser por esa mujer yo no estuviera contándote esto ahora —la castaña se aferra a ella con fuerza.

—Sh, tranquila, cariño. ¿De qué mujer hablas, princesa?

—De la que se interpuso en medio, ella recibió la puñalada si no me equivoco. No pude ver mucho, porque me empujó y al caer me golpee fuerte la cabeza y me maree un poco. Luego todo pasó muy rápido y solo llegué a ver cuándo los paramédicos se la llevaron. Después Agustín y un policía me trajeron para que me viera un médico.

—Oh cariño, perdóname por no estar ahí, justo el día que no voy a buscarte y pasa esta desgracia, si te llega a suceder algo no me lo perdonaría nunca, mi amor.

—No te sientas culpable, todo fue la locura de ese hombre, es como si estuviera obsesionado conmigo.

—¿Sabes quién es? Perdón por preguntarte por algo así, aun debes estar traumada —Mariana acaricia su mejilla y besa su frente.

—No pasa nada. Prométeme que no te enojaras por haberte ocultado cosas, por favor —Mariana aparta la mirada y suspira, otra más que le oculta cosas.

—No podría enojarme contigo nunca, princesa.

—El hombre es el señor que llegó el día que yo estaba en tu oficina, llevaba varios días apareciendo por el instituto a la hora de la salida, me vigilaba constantemente.

—Ese mal nacido. Te juro que se pudrirá en la cárcel. Eleonor me lo advirtió, pero no le puse mucha atención. Joder de haberle hecho caso no estarías desprotegida.

—Mar, no te culpes de nada, las cosas pasan porque van a pasar.

—Igual, de ahora en adelante no estarás sola. Quién quita que haya otro mal nacido de esos tratando de hacernos daño. ¿Por qué no me habías dicho nada, preciosa? —Mariana la mira a los ojos y besa su frente.

—No sé, siempre pensé que estaba ahí esperando algún alumno, incluso recuerdo que él y la señora de la que siempre te he hablado tuvieron varias conversaciones antes de que sucediera esto.

—Un poco raro, la verdad.

—Si.

Ambas quedan en silencio, cada una metida en sus pensamientos. Lidia deja caer la cabeza en el pecho de su hermana y deja salir el llanto, Mariana la abraza y cierra los puños con fuerza, como le gustaría evitar que su pequeña sufra. La adolescente saca todo el escozor de su pecho. Permite respirar en paz por unos segundos, hasta que la puerta se abre.

—Lidia, oh querida, ¿estás bien?

Eleonor entra y Mariana le deja espacio para que abrace a Lidia y la consienta.

—Estoy bien, abuela, solo fue un susto. La que está mal es la otra señora, ¿saben cómo está?

—Samanta se está encargando de eso cariño y quita esa cara, esa señora ya ha pasado lo peor, ahora está en recuperación, si, luego hablaremos de ello. Ahora lo importante es que estés bien.

Mariana observa por el rabillo del ojo a Samanta, la actriz se ha quedado en la puerta y la mira como queriéndola matar. Lidia se percata de su presencia y sonríe.

—He hablado con el médico —la ojinegra se acerca y estrecha la mano que le ofrece la adolescente—, te puedes ir a casa, no hay motivos para que te quedes aquí.

—Pero yo quiero saber de esa mujer.

Lidia hace puchero y Mariana pone los ojos en blanco, no tolera que su hermana actúe de esa manera tan infantil.

—Yo me ocuparé de hacerte saber cómo está esa señora. Porque a mí también me interesa mucho —esto lo dice mirando a Samanta y luego a Eleonor—, conocer a la persona que ha salvado la vida de mi hermana.

La adolescente se pone de pie y permite que su abuela la tome del brazo. Mariana y Samanta inician una pelea visual que sube la tensión en la habitación en fracciones de segundos.

—Tú y yo hablaremos después —dice la actriz de manera tajante y sin aceptar un no como respuesta.

—Como desees —replica la empresaria de mala gana, no le ha gustado la manera con que se ha dirigido Samanta hacia ella—, pero ahora iré por información de esa mujer, la conversación puede esperar.

—No buscarás información de nadie, o no escuchaste a tu abuela decir que yo me estoy haciendo cargo. Te vas con tu hermana que te necesita en estos momentos. Y no quiero escucharte decir una cosa más.

Mariana abre los ojos y frunce el ceño, Lidia y Eleonor se han mantenido calladas a la espera de un ataque de la ojiverde, pero este nunca llega.

—Has sonado, como si tuvieras algún poder sobre mí, que, por cierto, no lo tienes.

Samanta se acerca a ella con pasos ligeros y Eleonor aprovecha para sacar a Lidia de la habitación.

—¿Quieres que te muestre si tengo o no poder sobre ti, Mariana? —Mariana no sabe que responder porque se ha perdido en el movimiento de los labios de la actriz al hablar. Samanta toma su barbilla y la aprieta con furia, conteniendo las ganas de besar a la joven en ese momento— Te llamaré lo más pronto posible y deja de mirarme de esa manera, por favor.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora