Mariana sale al balcón de su habitación y enciende un cigarro, lo necesita urgente para calmar los nervios que la atormentaron toda la noche. La primera calada le sabe a gloria y retiene el humo dentro varios segundos para luego expulsarlo como toda una profesional. La relajación es inmediata, ¿cómo algo tan dañino puede servirle de beneficio en estos momentos? Desde que fueron a ese dichoso estreno, no ha podido sacar a la actriz de sus pensamientos. Si antes la tenía ahí la mayoría del tiempo, ahora cada célula de su cuerpo grita su nombre y eso más que alegrarla, le mortifica. Pensar en Samanta como amante le suena catastróficamente mortal. No está preparada para algo de tan grande envergadura. Cierra los ojos y respira a compas de los recientes recuerdo.
Su cabello negro, corto, bien peinado hacia atrás. Sus ojos negros con mirada penetrante y pícara, robando miles de flashazos en segundos, ejercían una fuerza sobrenatural cuando miraban, que eran capaz de romper cualquier barrera alzada. Para rematar, su sonrisa, que, aunque fuera actuada, no dejaba se ser cautivadora y envolvente. Sus hombros descubiertos, dejando mucha piel desprotegida le erizaron la piel y por un momento sintió la necesidad de cubrirla para que nadie mirara todo ese manjar. Se tuvo que obligar a apartar la vista de ese cuerpo esbelto y exquisitamente excitante. Samanta sentiría la presión caliente de sus ojos en ella y no estaba preparada para enfrentarse a su profunda mirada.
El gesto en su rostro cuando escuchó la voz de Lidia entre la multitud, fue asombroso. No le importó los cientos de cámaras que la acechaban. Envolvió a su hermana con sus brazos y la abrazó de una manera tan maternal que por un momento flaqueo y sintió la urgencia de un abrazo tan reconfortante como ese. Recordó cuando sus ojos miraron a alrededor algo desorientados y luego volvieron a los brillosos y húmedos de la adolescente que la sostenía por la cintura. Sonrió y la envolvió nuevamente entre sus brazos. Hoy Lidia era fuente de noticia. ¿Quién es la adolescente que acaparó el noventa por ciento del tiempo de la aclamada actriz?
Mariana abre los ojos y sonríe. Da otra calada y tira lo que queda del cigarrillo, ya está más calmada. La participación de su abuela en el estreno había sido de mucha utilidad. Ella se mantuvo al margen, alejada y lo más oculta posible todo el tiempo. Su presencia, como siempre, llamó la atención de muchas personas, tanto hombres como mujeres. Estas últimas no disimulan el descaro de sus miradas y eso la hacía sonreír internamente, tal vez alguna víctima si ella se lo proponía. Pero, no podía dedicarse a buscar una presa, su trabajo era tener el control de todo lo que pasaba a su alrededor, se tenía prohibido tropezar con Samanta.
—¿No puedes dormir? —la voz de su hermana la sorprendió por la espalda.
—No.
—Yo tampoco. Estoy demasiada emocionada por Samanta. Aun no me lo creo.
Mariana la mira sonriendo.
—¿Qué no crees realmente?
—Que me haya reconocido. Bueno al inicio la vi dudar un poco, pero solo fueron segundos, casi al momento supo que era yo.
—Eso es algo que no sale de mi cabeza. Han pasado muchos años, es imposible que te reconozca, has cambiado mucho.
—Eso mismo pienso yo, hay algo raro ahí.
—A menos que le hayan avisado de tu presencia.
—No fuiste tú, ¿verdad?
—¿Cómo puedes pensar algo así? Apenas puedo pensar en un encuentro con ella, imagínate buscarla para que supiera que tú ibas a ese evento.
—¿Entonces quién? —ambas quedan pensativas.
—La abuela —dice la adolescente con los ojos bien abiertos.
—Esa vieja —gimotea Mariana sorprendida también—, al final siempre se sale con la suya. Fue demasiado extraño el recibimiento de Samanta. Solo tenías cinco años, el cambio en ti ha sido mucho.
—Igual fue encantador. No me alejó ni un segundo. Incluso preguntó muchas veces por ti. Se le hizo raro que no fueras y supe que no me creyó esa mentira, porque cada rato miraba mucho a su alrededor. Yo diría que estaba buscándote.
—Tal vez la vieja le dijo que yo también me presenté. ¿Qué preguntó Samanta por mí?
—¿Qué si me habías acompañado? Le respondí que sí, pero que tenías fobias a esos eventos y que te habías ido a penas llegaste y viste la cantidad de personas.
Mariana se pone tensa, no le gusta que su hermana mienta y en esta ocasión el único deseo que tiene es abrazarla por esa hazaña.
—No debiste mentir, pero esta vez te lo dejaré pasar.
—Perfecto, la próxima vez que pregunte, responderé que te estás escondiendo de ella como una cobarde.
—Yo no me escondo de ella y no soy ninguna cobarde, cuidado como te expresas de mí.
—¿Y cómo quieres que me exprese si es eso lo que estás demostrando?
—Ya sacaré tiempo y me reuniré con ella, pero en su momento, estamos.
—Tal vez sea más pronto de lo que imaginas —la adolescente sonríe.
—¿Por qué lo dices?
—Compartimos números de teléfonos para mantener el contacto. Ella quiere recuperar el tiempo perdido.
—¿Recuperar el tiempo perdido? —Mariana alucina con lo que escucha.
—Si, quiere recuperar el tiempo que estuvo separada de nosotras. Volver a recuperarnos.
—¿Recuperarnos? —Mariana susurro la palabra y se tensó, ella no necesitaba que Samanta la recuperara, ella necesitaba más de esa mujer y no cariño maternal, precisamente.
—Ella se veía realmente feliz de verme.
—Lo sé, pequeña, yo pude verlo.
Marina abraza a su hermana y suspira silenciosamente.
—¿Me dejas dormir contigo? —Pregunta la menor con timidez.
—Si, sabes que eres más que bienvenida.
Ambas hermanas van hasta la cama y se arropan una a la otra.
—Si la abuela fue la que alertó a Samanta de mi presencia, ¿de dónde se conocen?
—Esa es una de las muchas preguntas que le voy a hacer yo a la vieja canosa esa. Ahora descansa, la noche a estado bastante cargada de emociones y necesitamos descansar.
—Hasta mañana, Mari.
—Hasta mañana, mi amor.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...