Capítulo 20.

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Desde su primer encuentro con el acosador de Lidia, Gloria no ha dejado de merodear por los alrededores del instituto, principalmente a la hora de salida de los estudiantes. No se atrevía a dejar desprotegida a aquella adolescente que inconscientemente, todos habían dejado desamparada a su suerte. Había mantenido al margen a su abuela, Eleonor, y hasta a la misma Samanta, sobre los acontecimientos ocurridos hacía ya, varios días. Sabía que se estaba equivocando al tomar sola la decisión de resguardar la espalda de su hija, no quería llamar la atención de la menor y mucho menos de la mayor, por lo menos no aún.

Gloria y Lidia ya habían cruzado miradas una vez y fue suficiente para la mayor, saber que se volvía débil ante las reacciones inocentes de su hija. Samanta le había alertado de mantenerse alejada, hasta que se decidiera que hacer, pero, el amor de madre se lo impedía, protegería a la adolescente por encima de todo, hasta de la furia de su hermana, de ser necesario, no iba a dejar de hacer lo que no pudo realizar quince años atrás. Mariana era la única que la podía frenar, pero, aun así, aceptaba las consecuencias y estaba dispuesta a todo con tal de que a Lidia no le sucediera nada.

No se había equivocado ese día en llegar más temprano al colegio, la mirada fría de aquel hombre, que enfrentó días atrás, le dejó advertida de que la adolescente corría peligro. El acosador, Adolfo para llamarlo por su nombre, se había convertido en acosado y ella tenía en su poder, pruebas que podría usar a su favor, le demostraría que no todo es tan fácil como parece ser. El económico era un hombre de pensamientos oscuros, pero, como cualquier ser humano, tenía una familia, a la que mostraba una faceta completamente diferente a la verdadera, aunque al ver los ojos sombríos de aquellas dos féminas, sabía que estaba equivocada con ese pensamiento. Una niña pequeña de ocho años y una esposa que temblaba ante su mirada de machista y narcisista, otra víctima más del maltrato de género. Cuando vio las fotografías, la sonrisa vacía de aquella atractiva mujer le hizo encoger el corazón y por un momento sintió la necesidad de involucrarse, para apoyarla y protegerla, pero no es su problema, ahora estaba en juego el bienestar de su hija y eso es más importante, para ella, que cualquier otra cosa en el mundo.

—Das un paso más en su dirección y te juro, que te jodo la vida.

—¿Tú quién eres? —Adolfo se voltea estupefacto— Es la segunda vez que intervienes en mis planes y eso me está poniendo nervioso.

—Aun siendo descubierto, no eres capaz de ocultar que estás aquí acosando a una niña que podría ser tu hija.

—Ese no es tu problema.

—¿Qué tal que si lo sea? Yo no estoy de acuerdo con lo que haces y menos con ella. Me puedo convertir en tu peor pesadilla. Así que, desaparece, porque, de no hacerlo, tu querida familia sabrá, el monstruo de persona que eres fuera de casa, aunque dudo que no lo sepan, los misóginos, machistas como tú, son capaces de cortar toda libertad a una mujer, incluso si esta es aún una niña.

—No te atreverías a amenazarme y menos con mi familia —Adolfo se acerca a ella señalándola con un dedo.

—Pruébame y verás de lo que soy capaz, imbécil —Gloria no se inmuta y lo encara, sacando una valentía que no sabía que tenía hasta ese momento.

—Esto no se va a quedar así.

—Lo acepto, te estaré esperando.

Al señor no le quedó más opción que obedecer y marcharse de allí. Gloria miró hacia la entrada del instituto y observó que la adolescente los miraba, como la vez anterior temió que la niña se acercara, pero no lo hizo. Lidia hablaba con alguien por teléfono y rezó para que no contara a Mariana lo que ya, era segunda vez que sucedía. La castaña observa a su hija y siente que las piernas le pueden fallar en cualquier momento. Es la segunda vez que la tiene tan cerca y las ganas de abrazarla se hacen agónicas dentro de su pecho. Sonrió por el parecido físico con ella, a su corta edad ya se avecinaba una mujer, alta, delgada, pelo castaño, de inocente, pero atrevida mirada en ojos marrones.

Un coche negro se detiene al lado de Lidia y Mariana baja de él. Abraza a su hermana y luego mira hacia la multitud, solo pudo ver a la mujer que daba la espalda y desaparecía entre las demás personas. Gloria suspira aliviada, un minuto más y se hubiera complicado todo. Ha tomado una decisión y no piensa dar marcha atrás. Camina rumbo al restaurante donde espera reunirse con Eleonor, está dispuesta a convencerla de que ya es hora de presentarse ante su hija.

—Estás nerviosa, ¿qué sucede? —pregunta la canosa al verla sentarse frente a ella y su aspecto es alterado. Algo muy preocupante en una psicóloga.

—Creo que va siendo hora de presentarme ante Lidia.

—Ya hemos hablado de esto, Gloria. Es un poco precipitado.

—Ya no aguanto más.

Gloria se derrumba delante de la señora y solloza. Eleonor no dice ni hace nada, ella sabe lo que es estar separada de un hijo y por unos segundos se pone del lado de la psicóloga.

—Esperemos que pase el cumpleaños de Mariana. Luego hablaré con ella, pero, por el momento, te pido por favor, que no hagas nada.

—Trataré de no hacerlo, pero cada vez se me hace más difícil aguantarme las ganas. Llevo quince años de ausencia y no sé cómo lo tomará ella, si está o no dispuesta a aceptarme en su vida, Eleonor. Mientras más pasa el tiempo, mayor es la agonía.

—Lidia es una niña susceptible, eso no te lo voy a negar. Le ha hecho mucha falta un abrazo maternal, tanto a ella como a Mariana, esta última supo adaptarse bien a esa ausencia, por lo menos eso dice su forma de actuar. No sabemos cómo reaccionará Lidia, al hecho de que tú eres su madre, pero de algo si puedes estar segura, y es que esa niña malcriada estará agradeciendo a Dios por tu presencia.

—¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —pregunta la psicóloga un poco más recuperada.

—Conozco mi gente, Gloria. Puedes estar tranquila y no pienses en un rechazo de su parte.

—Trato de hacerlo, pero no dejo de pensar en ello. Para ella estoy muerta Eleonor.

—Cosa que fue culpa de mi hijo y tú no mereces pagar por ello.

—Pero lo estoy haciendo y no tienes idea de lo que sufro al saber de qué está ahí a minutos de mí y no poder hacer nada.

Gloria deja escapar varias lágrimas y suspira derrotada, ha pasado otro día más y las fuerzas para mantenerse alejada son cada vez más escasas.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora