—Lidia —susurra la mayor y la adolescente levanta la cabeza.
Lidia recorre completamente, con la mirada, el cuerpo de aquella mujer, pestañea varias veces y deja sus ojos prendidos en la blancura impoluta de su bata de doctora. No se atreve a mirarla a los ojos, siente que no podrá aguantar las emociones, no está preparada para enfrentar algo tan inmenso como lo es, tener delante de ella a su madre.
—Hola.
Saluda como puede la menor y baja la cabeza para evitar mirar a Gloria. Bianka observa la escena asombrada, no se había dado cuenta del parecido entre aquellas dos féminas y ver a su compañera de trabajo envuelta en un torbellino de emociones, fue acogedor.
La psicóloga no lo piensa más y camina a grandes zancadas hasta posicionarse delante de la joven. Se arrodilla delante de ella y la envuelve en sus brazos, resguardando todo su desespero en ella. Lidia solloza al corresponder el abrazo. Deja que Gloria la bese, la acaricie, la llene con su necesidad de quererla, de recuperarla. Nunca pensó sentirse tan bien entre los brazos de una persona que no fuera su hermana. Gloria había llagado para cambiar su vida, para enseñarla a enfrentar sus dudas, sus miedos.
—Por favor, dime que no estoy señando.
Gloria llora desconsolada delante de la niña, deseando fundirse en ella, en su calor, en su inmadurez, en sus travesuras, deseando quemar de una vez todos esos años de ausencia, en todo ese tiempo alejada del retoño más preciado de su vida. Lidia trata de limpiar su rostro, pero Gloria se lo impide besándola. Se miran por primera vez como lo que son, madre e hija.
Un pálpito sincero, auténtico, puro. Una emoción reflejada desde lo más profundo de sus corazones. La necesidad de quedarse al lado de la otra es tan latente que se vuelven a abrazar y esta vez la menor deja la timidez a un lado y la toca por primera vez. Quiere conocer a esa mujer, empezar a quererla, a involucrarse en su vida, en su día a día, hasta se plantea hacerle un berrinche, aunque ya no tenga edad para ello.
—¿Puedo hacerte un berrinche algún día?
Gloria se carcajea y llora emocionada besándole el rostro. Lidia siente que puede quedarse a vivir ahí, entre esos brazos. Por un momento se siente rara al pensar en Mariana, pero es diferente, con su hermana siempre lo tuvo todo, pero con esta mujer triplicara eso y saber que hay dos personas en el mundo capaz de hacer por ella lo impensable, lo que la hace sonreír de felicidad.
Gloria le expone llorando, arrodillada delante de ella, todo lo que un día no pudo darle. Un amor primerizo guardado para ella desde sus primeros pálpitos dentro de su vientre. Lidia toma el rostro de su madre y sonríe como nunca le ha sonreído a nadie, porque las sonrisas entre madres he hija son únicas, son fieles e inquebrantables. Gloria la besa nuevamente y sonríe llevándola a sus brazos.
—Perdóname mi amor, perdóname por todos estos años ausente, por todo este tiempo lejos de ti.
—Sh —Lidia pone un dedo sobre sus labios y Gloria ríe ante la pequeña que la ha mandado a callar.
—Ven —dice la psicóloga poniéndose de pie—, vamos a un lugar tranquilo, allí podremos hablar con más facilidad.
La adolescente se pone de pie, es tan casi tan alta como su madre.
—Vine a buscarte, Samanta nos invita a cenar, créeme la lasaña la queda exquisita.
—Quiero dedicar todo mi tiempo a ti, en disfrutarte, regañarte, guiarte.
—A mi hermana no le gustará que me regañes.
Gloria sonríe y pone los ojos en blanco, Mariana es otro árbol para taladrar, pero todo a su debido tiempo.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...