Capítulo 16.

1.2K 131 7
                                    

Samanta observa a Lidia y sonríe ante la timidez repentina de la adolescente, no había conocido esta faceta en ella y le resulta agradable. Había pasado dos semanas y retornaba a la ciudad luego de unos agotadores días de promociones, firmas y eventos lucrativos, que se forjaban más de hipocresía que cualquier otra cosa.

—Me ha dicho tu abuela que has sufrido un ataque de ansiedad.

—Si, esta vez fue espantoso. Gracias a la ayuda de varios compañeros no pasó a mayor problema.

—¿Desde cuándo padeces de ellos?

—Desde que nos sacaste de la ciudad. Por eso Mariana nunca me deja mucho tiempo sola, a excepción de esta vez que ni siquiera contestó las llamadas.

—Ella te cuida bien, no es para que te pongas así.

Samanta sonríe con esfuerzo al pensar en la empresaria. Las cosas con Mariana no están fluyendo como deberían de ser y eso no le ha permitido dormir como desearía en algunas noches. No entiende cómo se distorsionó tanto su relación con la empresaria.

—Siempre me ha cuidado bien, lo sé, pero esta vez no estaba y fue espantoso estar sola, rodeada de desconocidos.

Lidia ladea la cabeza y traga saliva para tratar de deshacer el nudo que tenía formado en su garganta.

—Pero fue por ti, pequeña. Debes entender que ahora está muy ocupada con todo el rollo de la empresa, es un inicio grande para ella y tienes que adaptarte a eso.

—Ella ese día no estaba en la empresa.

—Tal vez estaría ocupada en otros asuntos, Lidia, no puedes tener tanto remordimiento hacia tu hermana por eso.

—Ese día estaba con una mujer, follando.

Samanta se estremece ante la brusquedad con que la adolescente ha mencionado la palabra. Siente un calor repentino recorriéndole todo el interior, imaginar a Mariana en los brazos de otra mujer le desgarra algo por dentro y suspira con agonía al ponerse de pie.

—Te has puesto pálida, Samanta, ¿estás bien?

—Estoy bien, mi niña. ¿Cómo sabes tú que Mariana estaba con una mujer?

—Ella misma me lo dijo.

—¿Te lo dijo?

Samanta vuelve a su sitio y trata de calmar los calambres dolorosos que recorren todo su cuerpo. Los celos son potentes cuando se trata de las hermanas, pero se acaba de dar cuenta que los que van hacia la empresaria son muy diferente a los que van dirigidos a Lidia.

—Si, entre Mariana y yo no hay secretos. Pero esta vez me sentí sola, nunca había pasado por algo así y menos en un lugar rodeada de desconocidos. Sé que ella se siente mal, tal vez más que yo, pero no soporto la idea de que me vuelva a pasar y que ella no esté.

—Hola.

El saludo de Mariana desde la puerta las sorprende a las dos, más a Samanta que no esperaba tropezarse con la ojiverde ese día.

—Hola, Mariana —devuelve el saludo la actriz poniéndose de pie. Lidia voltea el rostro, sabe que su hermana ha escuchado lo último que ha dicho y lo aprovechará a su favor.

—Lidia —Mariana se dirige a su hermana y esta apenas la mira.

—No quiero verte, mucho menos hablar contigo.

—Ya hemos hablado de esto, Lidia. No fue algo intencional, deja de actuar como una niña de siete años.

—Fue muy intensional, porque no contestaste las llamadas por estar follando con esa mujer.

Mariana se lleva una mano a la frente y suspira agotada. Siente su cuerpo tensarse casi al máximo y hace un esfuerzo afligido para no explotar y decirle a su hermana todo lo que realmente merece escuchar. Clava las uñas en la palma de su mano y muerde su labio inferior hasta sentir el sabor de la sangre hacerse presente. Le desespera que Lidia actúe de esa manera, cuando siempre ha estado ahí para ella, incluso ha dejado de vivir su vida, para emplearla a su lado.

Samanta observa a la hermana mayor y no puede imaginar todo lo que tuvo que pasar la joven para criar y cuidar, sola, a su hermana de cinco años. Nota como sus labios son torturados por los dientes y casi se apiada de ellos e interviene en su ayuda, pero Mariana los libera para hablar.

—Esa no es manera para hablarme, Lidia —replica más calmada de lo que aparenta—. Aparte de cuidarte a ti, también pienso en mí. Tengo una vida y merezco vivirla a mi manera, merezco darme atención. No es tan difícil comprender eso a tu edad.

Lidia no dice nada. La voz baja y casi ronca de su hermana es señal de que está muy molesta y razones no le faltan, otra vez ha hablado de algo íntimo entre ellas. Mariana entrecierra los ojos y se aprieta las sienes, el dolor de cabeza que la atosiga desde temprano ha ganado en intensidad.

—También tienes que aprender a no ir diciendo todo lo que te confío, a la gente.

—No soy una extraña —replica Samanta y se arrepiente al instante de irrumpir en la discusión, al ver como Mariana la mira.

—No eres una extraña, pero Lidia tiene que saber brindar confianza si quiere que confíen en ella y últimamente está rompiendo todo lo que tenemos, por su manera de actuar y hablar.

—Quiero ser la única mujer en tu vida —dice la menor por lo bajo—, la única que cuides y que tenga toda tu atención. Eres lo único que tengo Mariana.

—Sabes que eres mi prioridad en todo, Lidia. Pero es demasiado egoísta de tu parte desear eso. Son cosas diferentes, pequeña, otras me dan lo que nunca aceptaría de tu parte, jamás, ni en sueños. Eres mi única mujercita, la engreída, la malcriada, pero en términos diferentes, mi amor.

Mariana se acerca a Lidia y mira a Samanta, casi jadea al ver la mirada intensa de la actriz sobre ella, detuvo sus pasos y se sintió por primera vez, obsecuente ante una persona.

—Todavía no te he perdonado —Lidia interrumpe su diálogo visual con la ojinegra—, pero me lo estoy pensando. No fue nada agradable, recuperarme y no encontrarte allí a mi lado.

—Lo sé, mi amor, pero es algo que no será la primera vez que suceda, ahora toda nuestra vida ha cambiado. ¿Me perdonas?

—No.

Mariana sonríe y Samanta lo hace también. Soportar las malcriadeces de una niña de quince años merecen premios.

—Un placer volver a verte, Samanta —dice dirigiéndose hacia la puerta, suficiente con su hermana por hoy, la actriz la sigue.

—Tú y yo tenemos que hablar, Mariana.

—Lo sé —Mariana clava su mirada en los ojos oscuros de la actriz—, pero hoy no, por favor. Me duele mucho la cabeza y necesito descansar.

—¿Has tomado algo?

—Si —miente—, ahora con tu permiso.

Samanta mira a Lidia que está entretenida en su teléfono y se acerca más a la empresaria.

—¿De verdad tienes una amante?

Mariana recorre el rostro de Samanta con la mirada, deteniéndose en puntos específicos de este, como la boca y los ojos.

—Solo hemos compartido dos veces, no la definiría como amante.

—¿Nada importante, entonces?

Mariana se acerca a ella hasta casi romper con toda la distancia entre sus cuerpos.

—Nada importante —susurra al oído y Samanta jadea levemente—, ¿te preocupa?

—Tal vez me empiezo a sentir egoísta como tu hermana.

—De ti, me atrevería a aceptarlo, tú podrías darme lo que Lidia no, incluso más que cualquier otra persona.

Samanta no dice nada y tiembla completamente ante la sonrisa que le regala la empresaria. Acaban de entrar en un juego peligroso y ella no sabe cómo continuar con la jugada.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora