Capítulo 31.

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Samanta deja un beso sobre la frente de Mariana y se dispone a salir de la habitación tratando de no hacer ruido que despierte a la joven. La mira unos segundos más y graba esa imagen tierna e inocente en su memoria, sonríe ante el desparpajo de ojiverde al dormir y sale cerrando la puerta tras de sí. Tropieza con Gloria que también va de salida, ambas tienen responsabilidades y no importa que sea domingo, son cosas que no se deben dejar para el después.

—¿Cómo ha ido? —pregunta la castaña y mira a la actriz risueña.

—He dormido como hace años no lo hacía, y eso que fue al lado de una borracha.

—Que feo que la llames así —ambas mujeres ríen—. Mariana te mira como lo único existente en este mundo.

—Lo sé y tengo tanto miedo por ello que siento que me empieza a superar.

—¿Por qué miedo?

—Porque no estoy preparada para enfrentar tantos sentimientos. Por un lado, la veo como lo que es, una mujer tentadora y exquisita, pero, está el otro lado, el que nos une desde su adolescencia.

—No hay relación que las acople más que la de protección, no te engañes, Samanta, a ustedes las une una fuerza magnética que las hace inseparables. No lo eches a perder con dudas y déjate llevar, esa mujer está dispuesta a poner el mundo a tus pies si lo pides.

Samanta no dice nada y suspira, dormir al lado de Mariana con su cuerpo rozándole toda la noche no ha sido fácil. Tuvo que hacer un esfuerzo monumental para no despertarla y someterla como lo ansia su cuerpo desde que la joven regresó a la ciudad.

—Y tú, ¿cómo te sientes? —pregunta al bajar las escaleras.

—Estar al lado de Lidia es lo mejor que me pueda pasar, se siente tan natural y perfecto que temo sea un sueño, si despierto me quiebro.

La castaña traga tratando se deshacer el nudo que se iba formando en su garganta, siente que los ojos se le inundan y suspira para evitar que se derramen. Samanta pone una mano en su hombro y le regala en silencio todo su apoyo.

—Vamos a hablar de ello, pero no bajo este techo, las paredes tienen oído y se podría desatar la tercera guerra mundial si alguien que no queremos, escuche en demasía.

Eleonor aparece por la puerta que da a la cocina y sonríe al verlas, observa a Samanta y esta aparta la mirada un poco apenada.

—¿Cómo pasaste la noche?

La actriz no responde y sonríe, suficiente respuesta para la mayor.

—Nosotras nos marchamos Leo, han sido demasiadas emociones y necesito pensar bien lo que voy a hacer, la conexión entre las hermanas es más fuerte de lo que creía, va a hacer tedioso, pero esperar unos días no me va a matar —Gloria pasa la mano por su cabello y observa hacia las escaleras, juraría que alguien estaba parado al final de estás.

—Hay hablaré con Mariana, aunque no te prometo nada, por cómo estaba anoche va a despertar con una gran resaca. Igual debemos de estar preparada.

—Lo estaremos —dice la actriz y mira hacia las escaleras al igual que Gloria, frunce el ceño, siente que el corazón se le quiere salir del pecho al ver la silueta de Mariana apenas visible, parada al final de estas.

—Despídeme de las chicas y por favor mantenme informada de todo. Gracias Eleonor, sin ti no podría disfrutar de Lidia.

—Todo saldrá bien, mi nieta es adulta y sabrá como asimilar esto de la mejor manera, no tengas duda de ello.

Cinco días han pasado y Gloria no ha recibido noticias de Eleonor, solo un mensaje donde le explica que aún no ha logrado hablar con Mariana y eso la pone ansiosa, siente que el tiempo se le acaba y las ganas de disfrutar de su hija son cada vez más grande. Samanta habla con ella, pero las palabras de la actriz son en vano.

—Tienes que calmarte, Gloria, piensa en Lidia y también en la reacción que pueda tener Mariana, una depende de la otra.

—Tienes razón, pero no soporto más la lejanía, necesito abrazarla como lo que es, no fingiendo otra cosa.

El timbre de la entrada sorprende a Samanta, Gloria la mira.

—¿Esperas a alguien?

—No.

Samanta observa por la cámara y siente que se le paraliza el cuerpo, ¿qué hace Mariana a esa hora en su casa?

—Joder —susurra a la vez que presiona el botón para que la puerta se abra y de acceso a la joven.

—¿Quién es?

—Mariana.

Gloria se pone de pie, ha llegado el momento de irse.

—No dejes que las dudas se interpongan, esa mujer está enamorada de ti.

—No tengo dudas, pero lo que siento es tan fuerte que me da un poco de miedo la caída si llego a volar muy alto.

—Hay brazos acá abajo para recibirte, no lo dudes. Vívela, gózala, entrégate de una vez y olvida lo negativo, de esa manera vas a experimentar lo más sólido del amor, lo más caliente del sexo. La entrega más sincera del cuerpo, es cuando no te pones barreras, cuando eres capaz de lanzarte al abismo sin importar lo que haya debajo.

—Parece que lo has vivido.

—Aún no, pero hay una mujer que me ha estremecido el suelo y no la voy a dejar escapar.

Samanta abre los ojos como platos y se centra en el sonido de la puerta del coche de Mariana cerrándose.

—¿Quién?

—La esposa de Adolfo.

—Oh, eso es jugar con fuego, cuidado.

—Cuidado tú con lo que te espera esta noche, Mariana tiene pinta de tener muy claro lo que quiere y en estos momentos, lo que quiere es tenerte a ti, entre sus piernas.

—Joder.

Samanta abre la puerta justo cuando la joven iba a tocar, sus ojos hacen contacto y Gloria se despide cordialmente.

—No te esperaba.

—He venido a por ti.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora