—Hola —es la única palabra que logra gesticular la joven. El abismo oscuro en la mirada de la actriz la ha dejado indefensa y casi sin voz.
—Hola —devuelve el saludo la de ojos negros segundos después de someter a la más joven con su potente mirada a un escrutinio contundente para los latidos del corazón de esta— Como has cambiado en diez años, Mariana.
Samanta se acerca y Mariana teme desmayarse. Siente que se ahoga por la emoción y apenas puede respirar.
—¿Me dejas abrazarte? —la actriz muestra seguridad ante una joven nerviosa que la mira como la única mujer existente en el planeta.
Mariana titubea una respuesta afirmativa. Al sentir los brazos de Samanta rodeándola y atrayéndola hacia ella, sintió que su alma se estrelló contra el paraíso. Todo a su alrededor desapareció. Olvidó los temores que la acechaban desde que ocupó el puesto de su padre. Quebró sus barreras personales impuestas hacia esta mujer y se dejó envolver por el calor lleno de seguridad y paz que ofrecía el cuerpo de la actriz. Olvidó que su piel apenas cubierta, estaba a merced de la cárcel física de su salvadora. Sus cicatrices se encontraban expuestas, no las más grandes, pero de igual manera eran muy llamativas. Estas marcas no eran desconocidas por Samanta, pero han pasado diez años, suficiente tiempo para volverse a sentir cohibida.
Sus cuerpos se aferraron con fuerza, mostrando una necesidad hambrienta, matando la asfixiante ausencia y lejanía entre ellas.
—¿Por qué has estado huyendo de mí? —Samanta la aferró más a ella y aspiró su olor a lavanda.
—No sé —Mariana solloza la respuesta y busca refugio en la mayor.
Los dedos de la actriz acariciaron su espalda desnuda y tropezaron con las cicatrices expuestas a su alcance, el cuerpo de la joven se tensó.
—Sshh, tranquila. Ya estoy aquí.
Mariana esconde su rostro en el cuello de la ojinegra y se estremece ante la delicadeza con la que sus marcas fueron acariciadas.
—Un, no sé, no me sirve como respuesta.
Samanta susurró las palabras tomadas por las emociones y temió sentirse débil ante la joven. Sus ojos se cristalizaron y tragó para deshacer el nudo en su garganta. Mariana no dijo nada y la tomó por la cintura con fuerza, de haber sido posible se hubiera tatuado en su piel. La actriz echó la cabeza hacia atrás y la miró directamente a los ojos. Son tan oscuros que Mariana pensó que se ahogaría en ese abismo penetrante. El verde luchó contra el negro, pero le fue imposible, la mayor tenía la de ganar.
—Como has crecido mi pequeña —Samanta besó su frente y la volvió a abrazar.
Mariana sollozó y se dejó caer en ella, Samanta la sujetó y sintió que estaba donde correspondía, donde siempre soñó estar. Los dedos de la actriz seguían en la espalda de la joven, como si esta le perteneciera. Apenada los fue retirando lentamente. Mariana sintió que quemaban su piel y la vergüenza en su rostro fue percibida por la pelicorta, había caído en cuenta que estaba, semidesnuda, abrazada a la mujer que más deseaba tener bajo su cuerpo temblando de placer. Sus ojos bajaron por milésimas de segundos a sus labios y humedeció los de ella inconscientemente. Se arrepintió al momento de haber hecho eso, Samanta la estaba observando con cautela.
—Hay muchas cosas que tenemos que contarnos, preciosa —el esfuerzo de la actriz para hablar con la joven y no atrapar sus labios con los de ella, era catastróficamente demoledor. La forma en que Mariana la había mirado, la desequilibró y hasta la excitó.
—Si —titubeo la más joven al ver aquellas pupilas más oscuras de lo normal—. Perdona que esté así —se separa—, me has tomado por sorpresa.
Samanta suspira aliviada, el que la joven se haya separado la libera de cometer alguna imprudencia.
—Si, ya escuché que tienes problemas a la hora de escoger ropa. A mí no me tienes que impresionar, solo recibir. Llevas mucho tiempo escondiéndote y no sé por qué.
—No sé qué decir.
—Tal vez ahora no, pero luego hablaremos de eso. Hace unos días te vi en un gimnasio y saliste huyendo, eso para no mencionar la premier.
—Estabas rodeada de personas.
—Dejaría lo que sea por prestarte atención a ti, eso que te quede claro.
—Gracias.
Mariana de pronto se siente aquella adolescente de quince años que Samanta rescató. La mayor toma su barbilla y hace que la mire.
—Estás hermosa.
El comentario de la actriz golpeó directamente a su corazón. Sus miradas se conectaron y una fluida electricidad hizo eco en sus pieles. Una conexión exquisita, penetrante que fue interrumpida por una excitada adolescente entrando a la cocina.
—¿Ya terminaron?
Mariana agradeció la presencia repentina de su hermana y se alejó un poco de Samanta, su delicioso olor la estaba mareando. La forma en que la había mirado Samanta la dejó desconcertada. No tenía nada de maternal, ni protección, esa mirada iba cargada de curiosidad y deseo. Caliente era como se sentía y temió que la mayor se diera cuenta, porque su piel blanca pálida no le ayudaba a esconder nada, mucho menos ese tipo de emociones.
—Aquí, pidiéndole a tu hermana que aprenda a no recibir visitas vestida de esa manera.
—Mariana es así de despistada.
—Lidia, estoy aquí —la mayor de las hermanas sonríe.
Samanta extiende los brazos y las llama. Las abraza a las dos y por primera vez la actriz teme confundir sus sentimientos hacia la mayor de ellas, la sensación que siente con el calor de esta es muy diferente al que siente con el de Lidia.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...