Capítulo 5.

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Eleonor, Eleonor, Eleonor, es el nombre que rondaba en la cabeza de Mariana desde hace varias semanas. La señora se había metido cautelosamente en sus vidas y ahora apartarla sería provocar la tercera guerra mundial. Lidia se había encariñado con ella y eso para Mariana era un desafío. El tener que soportar a su mentada abuela la mayor parte del tiempo se estaba convirtiendo en una tortura, pero ver sonreír a Lidia es suficiente para ella triplicar el esfuerzo. La señora canosa había puesto toda su atención en su hermana, en esa jovencita de quince años que, en comparación con la edad de ella, tenía toda la de perder.

—Mariana —Eleonor se puso a su lado.

—Dígame.

Mariana no se diga a mirarla, cada vez que lo hace la imagen de su padre aparece y eso es angustioso. Demasiado doloroso su pasado para tener que revivirlo cada vez que la mira. Tiene claro que la señora Eleonor no tiene la culpa de nada, ella también fue una víctima del psicópata de Fernando, pero es imposible no recordarlo cada vez que ve sus idénticos ojos.

—He quedado con Lidia.

—¿Para qué? Lidia no me ha comentado nada.

—Para acompañarla esta noche a la premier de la película de Samanta —Mariana se voltea para mirarla—. Espero no te moleste.

Si su recién aparecida abuela supiera que acaba de salvarla, no hubiera dicho las últimas palabras. Hasta la abrazaría con tal de que vaya, ella misma se lo pediría.

—No me opongo a lo que desee mi hermana, siempre y cuando lo que ella quiera, vaya bien encarrilado.

—¿Entonces no te molesta que las acompañe?

Si usted supiera que es el eslabón para no enfrentarme a Samanta, no preguntaría eso.

—No es ninguna molestia. Lidia estará más que agradecida. Además, así la cuida y me libera de ese torbellino de cámaras en manos de tantos hipócritas, que lo único que desean es hacerle la vida menos agradable a una. Es un ambiente al cual no estamos acostumbradas.

—Pues yo pienso que esta noche te puede servir de experiencia para que puedas enfrentarlo en un cercano futuro. Pronto los periódicos y revistas más importante de este país tendrán los ojos puestos en ustedes, sobre todo en ti.

—Ya pensaré en ello en su momento. Ahora me quiero liberar. Mientras más lejos de cámaras, mejor.

—Bueno, pues esto será un avance de lo que te espera. Para que prepares tu mente, desfilaran conmigo en la alfombra roja.

—Que honor —la ojiverde usa un tono sarcástico y la señora solo sonríe—. Mejor encárgate de Lidia, para que ella si disfrute la experiencia, déjame al margen de todo eso.

—Parece que mi presencia en esa gala, te ha quitado un peso de encima.

—No sabe usted cuanto —Mariana se arrepiente de haber hablado, pero ya es tarde. Eleonor la mira con una ceja levantada.

—¿De qué o de quién quieres esconderte?

—De nadie —la joven se pone nerviosa—, es que no me gusta ser el centro de atención.

—¿Y qué te hace pensar que lo serás?

Mariana se ruboriza, ahora no encuentra palabras para salir del enredo donde ella misma se metió.

—Nada, olvídelo. Como le pedí, encárguese de Lidia, ella estará feliz.

—Posaré frente a las cámaras con mis nietas. Espero no desilusiones a Lidia, se pondrá muy triste.

—Conmigo el chantaje no cuela. Además, mi hermana estará perdida detrás de las faldas de Samanta, dudo que se acuerde de mí en algún momento de la noche.

—Como desees —dice la señora más relajada, hasta ahora Mariana no ha soltado ningún cuchillo afilado por la boca.

—¿Por qué insistes tanto en acercarnos a nosotras? No sabíamos de tu existencia hasta ahora que has aparecido —mucho había faltado, piensa Eleonor y niega con la cabeza.

—Todo tiene una explicación que nunca se te olvide.

—Si la explicación es nefasta deja de tener valor.

—Pero no deja de ser explicación.

—Su explicación no me interesa, señora Eleonor.

—Has sido tú la que ha preguntado. Algún día cederás, todavía tenemos muchas cosas por hablar.

—Cada día que pasa se agotan nuestros temas a tratar, no se haga ilusiones.

—Eso es lo que tú crees, yo no lo tengo muy seguro. Cada día que pasa te voy conociendo más y esa máscara que usas, es más transparente de lo que imaginas. Tienes veinticinco años, casi veintiséis. Ya puede ir planteándote dejar de refugiarte en el dolor, eso no te llevará a ningún lado. Además, las personas no merecen convivir con tu agriedad.

—Así soy yo, acéptalo.

—Lo acepto. Pero con esa actitud, cada vez te pareces más a tu padre —Mariana sintió como si le clavaran un clavo caliente en el estómago.

—Tal vez tengas razón, pero no voy golpeando niñas.

—No golpearas a nadie, físicamente, pero verbalmente haces daño.

—Mariana —la voz de Lidia relaja el tenso ambiente con su presencia en segundos.

—Dime princesa —la mayor de las hermanas, mira a Eleonor con mala cara.

—¿Te parece bien este vestido o este?

Lidia muestra dos vestidos hechos a medida, uno rojo y otro negro con bordes de encajes rojos. Ambos son exuberantes, pero discretos. Ella aún es menor de edad y eso lo dejó bien claro Mariana a su abuela cuando acompañó a la adolescente en busca de ellos.

—El rojo va perfectamente con tu piel y cabello. Pero no hay dudas de que ambos te quedarán genial.

—Quiero ir combinada contigo.

Eleonor ríe ante el desparpajo de muecas en el rostro de Mariana.

—Voy en esmoquin princesa.

—Siempre vas en ese estilo, hay vestido que cubren toda la piel, ¿sabías?

—Lo sé, pequeña. Pero es una cosa más de seguridad que otra cosa.

—Solo por esta vez, por favor.

—Lo pensaré, no te prometo nada. Ahora me voy con tu abuela a una reunión en la empresa, si me da tiempo buscaré uno. De lo contrario ya sabes.

—Gracias, gracias, gracias —Lidia la besa y se aleja sonriendo.

—Lidia —esta se detiene—, sabes que lo más seguro es que vaya en esmoquin, ¿verdad?

—Lo sé, pero al menos sé qué harías el intento y eso vale mucho, hermana.

—Al menos hay alguien que tiene poder sobre ti —Eleonor ríe antes de salir con Lidia de la habitación.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora