Capítulo 14.

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Mariana queda mirando a su abuela y muchas preguntas más empañan sus pensamientos, pero la mujer que está frente a ella no es quien quiere que le responda. El que Samanta siempre estuviera ahí para ellas, actuando desde las sombras, la ha desconcertado un poco, le cuesta creer en ello, pero la sinceridad en las palabras de la mayor no deja entrada a mentiras. Muchos recuerdos de su adolescencia la asaltan de pronto y sacude la cabeza para alejarlos de su mente, no quiere revivir esa atapa amarga de su vida. El agobio del dolor es tanto que prefiere evadir todo tipo de actos que la lleven a rememorar esa etapa de su vida.

—Samanta siempre estuvo presente, movió sus piezas con inteligencia para que encajaran perfectamente en sus tableros y avanzaran sin obstáculos —las palabras de Eleonor la terminan de aterrizar en el presente y agradece internamente por ello.

—Mi padre la tenía amenazada y ella a él. Hay algo detrás de todo esto que no me está gustando. Con el poder que tenía Fernando, era para que desapareciera hasta las raíces más ocultas de Samanta. ¿Qué encubres? ¿Qué papel juegas tú en todo esto?

—Yo entré en el juego hace poco más de cinco años. Tu padre así lo decidió.

—Sigue hablando —exige la joven cerrando la puerta nuevamente y encarando a su abuela.

—Fernando se arrepintió.

—Eso solo se lo creyó él.

—Cortó su mano derecha.

Mariana se estremece y hasta miró sus manos, un escalofrío la recorre completa y traga en seco, el que su padre se haya cortado su mano la sorprende mucho, pero no se interesa en ese punto, con esa mano la golpeó muchas veces y en vez de una, debería haberse cortado las dos.

—La depresión hizo de ese hombre seguro, un vagabundo del dolor. Me mandó a traer, después de tantos años necesitaba de cuidados y sobre todo de su madre. No confiaba en nadie y el corazón de una madre, perdona casi todo a sus hijos.

—¿Por qué dices casi todo?

—Porque el falleció sabiendo que nunca le perdoné lo que hizo con ustedes. Eran sus hijas, por Dios —los ojos de la mayor se llenan de lágrimas y Mariana quita su mirada, no le agrada ver a las personas tan frágiles delante de ella.

—¿Qué le llevó a tomar esa decisión? La de cortarse la mano.

—No lo sé. Pero es algo que solo Samanta te puede responder.

—Samanta está muy involucrada en todo esto.

—Fue la que más se implicó con ustedes, ya sabes esa historia más que yo. Tu padre la quería desaparecer, pero sus medios y fuentes no lo permitieron. Fernando terminó ayudándola.

—¿Ayudándola? Ahora sí que no entiendo nada, se supone que eran enemigos.

—Enemigos con algo en común, Lidia y tú. Él se arrepintió tanto.

—Oh no señora, ese tono de convalecencia no me ponga, porque ese hombre era un monstruo, un ser maligno que no merecía vivir.

—Un monstruo que no deja de ser mi hijo.

—Y la entiendo, pero para mí no es más que una aberración de persona.

—No tienes idea lo que duele el imaginar todo lo que les hizo sufrir. Es una herida que nunca va a sanar—Eleonor mira hacia la puerta—. Ahora cambiemos el tema.

—¿Por qué?

—Acaba de llegar tu hermana. ¿Cómo va la empresa? Te he visto algo agobiada.

—Eso se llama exceso de trabajo. Las ganancias van bien y Adolfo se ha enterado de que ya no trabaja más para mí.

—Cuidado con él, tu padre lo quería porque no le temblaba la mano con los números, pero es un hombre que siempre está rodeado de la palabra traición. Fernando lo tenía siempre bajo control.

—Ya los abogados se están encargando de ello. Muy bien pagado va a salir, es lo que estipula la ley.

—Muy bien. Me gusta que las cosas vayan bien.

—Hola —Lidia entra sonriendo y busca a su hermana para dejarle un sonoro beso en la mejilla.

—Te lo envió Samanta —Mariana la mira desconcertada.

—¿Y el tuyo? —la castaña la abraza y sonríe.

—¿A qué se debe tanta alegría? —Eleonor se contagia con la energía positiva de la adolescente.

—Me trajo Samanta, es un amor.

—¿Por qué no subió? —pregunta Eleonor disfrutando del gesto en la cara de Mariana tras escuchar a su hermana.

—Solo pasó a despedirse, se va por unos días.

—Huye —murmura la ojiverde.

—Empieza la promoción de su película en otros países ¿de qué huiría? Porque de ti lo dudo, eres tú la que siempre te andas escondiendo de ella.

—Hey calma jovenzuela, solo fue un comentario.

—Te mandó esto —Lidia le extiende unas llaves.

—¿De dónde son?

—De su casa. Dice que, si queremos pasar algún fin de semana lejos del bullicio de la ciudad, lo podemos hacer. Así aprovechamos la piscina antes de que llegue el invierno. Deberías ir pensando en cambiar de vivienda, este departamento no me da la libertad que quiero —Mariana ríe.

—Es algo que ya estoy pensando. ¿De quién fue la idea de las llaves?

Lidia sonríe y Mariana la quiere matar.

—Mía.

—Lidia, sabes que mi tiempo es reducido desde que me hice cargo de la empresa.

—Lo sé, pero no es para que te pases todos los días allí, solo será un rato. Además, puedes trabajar desde su casa, ¿o me equivoco?

—Me voy a descansar, luego hablamos de esto. Ven para que me des un masaje.

Lidia la sigue, mira a su abuela y le guiña un ojo, Eleonor sonríe cómplice.

—Ya me dirán ustedes dos en algún momento cual es el secretismo que se traen entre mano.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora