Después de una larga jornada, llevando reuniones tras reuniones sin descanso, ambas hermanas tomaban un descanso antes de partir al hotel. Mariana se sentía paralela a su padre, solo de pensar que haría lo mismo que él, le entraban ganas de mandar todo a la mierda y seguir con la sosegada vida que llevaba antes junto a su hermana. Apenas había pasado un día y la ojiverde ya se sentía estresada y eso que los encuentros con subordinados, solo se había tratado de presentaciones. No quiere ni imaginar cuando lleve un año bajo ese techo, dirigiendo cientos de desconocidos dentro de aquella grandeza de negocio. Ahora tiene bajo su responsabilidad, aparte del patrimonio de su padre, miles de personas que dependen totalmente de ella.
—¿Te sientes preparada o prefieres tomarte un año de practica?
La señora Eleonor, la miraba con preocupación. Cambiar todo, dejar tus costumbres y empezar desde cero en un lugar que apenas conoce, puede llegar a ser frustrante. Pero, de una manera u otra, la señora veía el temple que tenía su hijo para los negocios, en la mirada de Mariana.
—La economía es mi fuerte, por si no lo sabías. Me gradué de ello. Tengo claro que es un paso agigantado y un negocio tan grande como este se debe tomar con calma. Tengo que estudiarme todo incluido cada perfil de empleado que trabaja para mí. Muy bien lo tenía Fernando, cuando se atrevió a dejarnos todo esto y para rematar, sin tutor.
—Puedes delegar responsabilidades, no todo lo tienes que hacer tú.
—La única persona en la que confío, es mi hermana y mírala —señala a Lidia que se encuentra apartada y ojea una revista de cotilleo—, apenas le interesa algo de esto. No sé en qué estaba pensando tu hijo para someterme a una responsabilidad tan grande. Apenas he empezado a vivir mi vida.
—Él siempre supo dónde estaban, que vida llevaban, como se manejaban. Los altos resultados académicos y tus títulos lo sorprendieron mucho. Estaba seguro que tendrías lo necesario para dirigir todo esto.
—Era un hipócrita. Maltratador. Nos hizo la vida insoportable. Joder éramos solo unas niñas.
Mariana dejó escapar por un momento un reflejo de debilidad, pero se recompuso rápido al observar que Lidia tenía la atención puesta en ellas. Eleonor tragó en seco.
—Se cortó la mano derecha —ambas hermanas se miran ante esa confesión.
—Las dos tenía que haberse cortado y las piernas también. Nada que se haya hecho es comparable con todo lo que nos hizo sufrir.
—Mariana, no hables así —Lidia interviene al ver a su abuela demasiado tranquila para su gusto.
—Deja que se desahogue, pequeña.
—Solo nosotras sabemos todo el horror que vivimos y él nunca pagó por ello.
—Se cortó las manos cuando le diagnosticaron trastorno de la personalidad.
—Pues muy bonito trastorno tenía, para caerle a golpe a sus hijas —Mariana rebate a su abuela, pero no olvida que esta ha dicho que su padre sabía dónde ellas estaban.
—Impidieron que se cortara la izquierda. Un magnate de la economía cono él no podía quedar discapacitado. Tenía bajo su cargo muchos empleados y eso suma a muchas familias que alimentar.
—Leonor, si lo que quiere es que entendamos sus injustificados maltratos, no lo va a lograr. Nada justifica todo el daño que nos provocó, tanto físico como psicológico. Nos tenía cautiva. Encerradas en nuestra propia casa como prisioneras y él siempre actuó como un verdugo.
—¿Tú que piensas Lidia?
—No recuerdo mucho, pero tengo varias marcas en mi cuerpo.
—¿Tú también? —a la señora se le quiebra la voz.
—Nos amarraba y nos daba latigazos. No estaba tan trastornado cuando la que más recibía era yo. Lidia no los hubiera soportado, parece que cargar con un muerto no estaba en sus planes.
—Lo siento.
Leonor atrae a la menor hacia ella y la abraza, sollozando. Lidia se estremece ante el calor desinteresado que le brindan los brazos de su abuela. Mariana las observa y se aleja dos pasos. Entiende a su hermana, ella apenas tiene reflejos de todo lo que vivieron y ella agradece a todos los dioses del Olimpo que así sea. Se acerca al ventanal, observa a la ciudad que muestra su furia nocturna y respira profundamente. Ha llegado la hora de cambiar de tema, aunque hay una pregunta y ella no es de quedarse con dudas.
—¿Cómo supo Fernando donde estábamos? Pregunta volteándose y tropezándose con la mirada penetrante de su abuela.
—Creo que es suficiente por hoy. Otro día hablamos sobre ese tema.
—Tienes razón —Mariana observa a Lidia—. Voy a tomar tres meses para estudiarme todo esto. Lidia continuará con sus estudios en el centro escolar que ella decida. No quiero que se mezcle con todo este embrollo, no por el momento. Por el momento debe disfrutar su adolescencia como lo que es.
—Gracias Mariana, llamaré a los socios nacionales, como internacionales, para concretar una reunión.
—Espero sean muchos de los que estaban en el velatorio.
—Si. A muchos no les gustó que los llamaras hipócritas, pero entienden tu situación. Es un largo camino que transitar, pequeña.
—No se equivoque conmigo, señora. Que usted sea la madre del monstruo de mi padre, no le da derecho a tratarme como nieta. Usted nunca estuvo presente en nuestras vidas, sino, hasta ahora.
—Perdona, es mi personalidad.
—Eres rencorosa, Mariana. Deberías de tener más corazón —Lidia la mira con remordimiento.
—Yo no tengo corazón para nadie, solo para ti, princesa.
—Pero ella no tiene la culpa.
—Lidia, la que necesita afecto eres tú. Tus recuerdos son vagos y no sabes cómo agradezco eso, pero, no por ello has dejado de tener pesadillas.
—¿Cómo sabes que aún las tengo?
—¿Tiene pesadillas?
—Soy tu hermana y que no se te olvide que he vivido siempre contigo —Mariana se dirige a su abuela—. Fueron los recuerdos que su hijo dejó en su memoria, no le debería de asombrar.
—Yo no tenía idea de lo que hacía —Leonor las mira apenada.
—Pues ya la tiene, así que ya sabes a lo que se enfrenta, con respecto a nosotras.
—Con ese carácter y buen liderazgo, podrás con todo esto. No habrá quien te ponga un pie delante.
Mariana no dice nada. Observa a su hermana que se ha distanciado y suspira agotada.
—¿Qué sucede, princesa?
—Algo me dice que esta pesadilla no hace, sino de empezar.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...