—No sabía que ustedes son amigas —dice Mariana pasando un brazo por el hombro de la actriz, la joven ha dejado salir su lado infantil y se ha sentado en las piernas de Samanta sin otra intención que recuperar una faceta cariñosa mostrada por ambas hace años atrás.
—Nos conocemos hace años, desde que empezó a ir al gimnasio, así como tú y yo.
—Muy bueno tu gimnasio, por cierto, voy a tratar de ir más seguido, si el trabajo me lo permite.
Samanta carraspea y centra su atención en Lidia y Gloria que no se han separado todo el día.
—Pues bienvenida serás, eres muy buena boxeadora.
—Mucho diría yo —dice la empresaria con la voz tomada por los tragos y Samanta ríe.
—Engreída.
Samanta la aprisiona más a ella pasando una mano por su cintura y error, sus senos se acarician a la espalda de la joven y sus pezones se endurecen. Mariana se queda quieta y voltea la cabeza para mirarla de frente, la actriz pestañea y sonríe inocentemente, se encoge de hombros como si no hubiese pasado nada, la excitación hace mella en su centro y no quiere ser tan evidente.
—Gloria le gusta micho a mi hermana, ¿has visto cómo se miran?
—¿Gustar de que tipo? —preguntó Samanta temiendo escuchar lo peor.
—No carnal, para eso ya tiene a Lania, la manera en que mira a Gloria es distinta.
—¿Cómo la describirías tú?
Samanta se echa a un lado y Mariana sonríe, puede verla mejor.
—No sé, hace unos días Lidia me dijo que sentía una extraña conexión con ella y viéndolas ahora no hago otra cosa que confirmarlo.
—A veces conectamos con personas así, es un poco raro, pero puede suceder.
—¿Cómo tú y yo?
—Exacto, como tú y yo.
Mariana se deja caer sobre el cuerpo de la actriz y ríe ampliamente, cegada por la felicidad de haberse pasado el día, rodeada de personas espectaculares, tan bien la ha pasado que ya la noche ha caído y ella no se ha dado cuenta. Mira a su abuela que se acerca y le saca la lengua, Eleonor niega con la cabeza, le gusta esa faceta que muestra su nieta, relajada y entregada.
—Estás tú muy lanzada —dice la mayor señalando la manera en que aplasta, con su cuerpo, a Samanta.
—Es cómodo estar aquí, no metas, Samanta no se ha quejado.
—Ni lo haría —dice la mencionada susurrando a su oído y Mariana siente que el efecto del vino en su cuerpo baja un noventa por ciento.
—Estábamos hablando de la interacción entre mi hermana y Gloria.
—Es sorprendente —dice la canosa observando a madre e hija.
—Lo que es sorprendente es el parecido físico que tienen —dice Maritza resaltando ese detalle que ninguna de las otras tres mujeres había querido mencionar.
Mariana observa a su hermana, luego a Gloria, va a decir algo, pero los dedos de la actriz en su barbilla, guiándole el rostro para que la mire la desconcierta. Samanta sabe que es lo único que puede hacer para evitar un mal momento. Los ojos negros de la actriz taladran el alma de la joven, la furia pasional y hasta sus deseos de supervivencia.
—Joder, no me mires así —Mariana hace ese pedido obviando que tanto Maritza como Eleonor están a su lado, Samanta sonríe.
—Te he traído otros nueves regalos, creo que ha llegado el momento de abrirlos.
—Aceptaré ocho, ya tengo el número nueve en el cuello, el diez me lo cobraré después.
—¿Por qué tantos regalos? —pregunta Maritza asombrada de lo sumisa que se muestra Mariana ante Samanta, si tenía alguna esperanza de volver a estar con la ojiverde, esta quedó esfumada desde que vio la interacción entre ellas.
—Regalo por cada año ausente, tú deberías hacer lo mismo.
—Buena estrategia esa.
—Aprende Eleonor.
Mariana se tambalea al ponerse de pie y Samanta se ríe alzando las cejas.
—Alguien ha bebido de más.
—Ayúdame a buscar los regalos y deja de reírte de mí.
Eleonor sonríe y hace señas a Lidia para que se acerquen.
—Parece que ustedes tienen su propia fiesta montada aparte, no olviden que aquí la cumpleañera soy yo —dice Mariana revolviendo los regalos.
—Ya tú cumpleaños terminó, es la 12:40 —dice Samanta para molestar a la joven.
—Lidia, a la cama.
Lania ríe y Lidia baja la cabeza apenada.
—Eres insoportable sobria, y ebria inaguantable.
Mariana ignora a todos y continua en la faena de encontrar los regalos de la actriz.
—Yo me marcho —dice Maritza de repente—, la he pasado muy bien, gracias por la invitación.
—Llévate el coche, no pongas esa cara, has venido sin el tuyo por mi culpa, así que no hay discusión —Samanta le entrega sus llaves—. Por mí no te preocupes, ya veré como me la apaño detrás de la espalda de Eleonor.
—O de la mía —dice Mariana que sigue en búsqueda de los regalos—. ¿Por qué me han regalado tantas cosas?
Todos la miran, pero la joven apenas presta atención, Samanta traga en seco, le queda una larga noche por delante.
—Estoy agotada —dice Eleonor sentándose—, Gloria te he dejado lista una habitación ya es muy tarde para que te marche.
—No es necesario, Eleonor.
—Vienes del otro lado de la ciudad, te tomaría casi una hora en cruzarla.
Gloria mira a Mariana y esta se encoje de hombros devolviéndole la mirada.
—Por mí no te preocupes, esa señora hace lo que quiere en esta casa.
—Y tú —dice la actriz dirigiéndose a Mariana—, ha llegado la hora de darse un baño e ir a la cama, casi no te sostienes de pie.
—Pero lo regalos —se queja como una niña pequeña y Samanta ríe.
—Que insoportable —susurra Lidia.
—Mañana podrás abrir los regalos, ahora a la cama.
—Contigo a donde quieras, preciosa —se voltea ignorando los regalos y toma a la actriz por la cintura para dirigirse a las escaleras—. Buenas noches. Ah, Lidia.
—¿Qué?
—No quiero ruidos extraños en la madrugada, necesitamos descansar.
—No te soporto.
Eleonor y Gloria ríen ante la timidez de la menor de las hermanas. Mariana regresa y deja un beso sobre la frente de la adolescente, la mira fijamente.
—Te amo, pequeña, descansa.
—Yo te amo más.
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Bajo el reflejo de tu actuación.
RomanceUna actriz reconocida. Una empresaria con cicatrices, tanto físicas como psicológicas. Un pasado las une con lazos imposibles de romper. Un deseo inmenso de protección hacia la misma persona las une más de lo que piensan y poco a poco van saliendo a...