Capítulo 12.

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Mariana se había pasado la mayor parte del día, encerrada en la oficina principal de las que eran ahora, sus empresas. La responsabilidad la había golpeado por todos lados y apenas tenía tiempo para respirar. El tema con Lidia lo había echado a un lado, no es menos importante que sus negocios, pero pensar en que su hermana confesó algo íntimo de ella sin pensarlo, la enfadaba lo suficiente, como para mantenerse al margen hasta que aceptara que otras personas conocían esa parte de ella. Las grandes cifras que estaban bajo su poder no aceptan ningún tipo de distracción y debe de mantenerse centrada, los números suelen ser agobiantes y ella no está para perder un solo céntimo, hay muchas familias a las que alimenta y eso es suficiente para no darse el lujo de descansar. Además, las cuentas cuando son ser perfectas, asustan y ella sabe de eso más que nadie.

Tres toques en la puerta la hacen apartar la mirada de la pantalla del ordenador.

—Adelante.

La cabeza de su secretaria, una señora muy correcta, aparece detrás de la puerta.

—Señorita Mariana, el señor Adolfo pide hablar con usted —la ojiverde observa el reloj, ¿qué hace ese tipo tan tarde en la empresa?

—Hágalo pasar, gracias.

La sombra del economista detrás de los números de la empresa no la dejaba en paz. El empresario exigía más de lo que le correspondía y eso la alteraba a un nivel de ponerla hasta nerviosa.

—Buenas tardes —saluda el hombre con aire de grandeza y mirándola como algo insignificante, idiota.

—Para la próxima, vez, si es que la hay —Mariana lo mira desafiante, no se molesta siquiera en devolver el saludo, no lo merece—, toque antes de entrar. Esta no es tu casa, menos tu despacho, para entrar como te dé la gana.

—Como andamos hoy —Adolfo trata de quitar importancia al asunto y sonríe, pero la mirada de la joven refleja que no está para bromas.

—¿Qué desea?

—Directo al grano, perfecto, en eso te pereces a tu padre.

—Diga de una vez a que se debe su visita, tengo asunto más importante que resolver.

—Quiero reunir a los inversionistas, hay que tratar unos asuntos importantes.

Mariana se echa hacia atrás y ríe, ¿qué se ha creído el ingrido este?

—¿Qué es gracioso?

—¿En verdad crees que puedes venir a darme órdenes? Lo que me faltaba. No necesito que ni tú, ni nadie, venga a decirme cómo hacer mi trabajo. La reunión de la que hablas, está pactada para el viernes a las dos de la tarde.

—Preferiría que fuera antes.

—Aquí la jefa soy yo, o lo tomas o lo dejas. Los demás estuvieron de acuerdo, es tu problema si no puedes esperar.

—No podré participar.

—Tu problema. En la reunión se van a tratar asuntos muy importantes y también se van a remover puestos, no te conviene faltar.

—¿Remover puestos? Te puede costar caro.

—Ja, regalar cientos de miles no hará ni cosquilla a mi dinero, puedes dormir tranquilo. Hay acciones que no necesito para sacar esto adelante. El mierda de mi padre fue tan cabrón, que supo quitarme del camino a varios socios hipócritas, sus nombres se darán a conocer el viernes.

Adolfo la mira fijamente y bufa, sabe que su nombre encabeza la lista. Va a replicar, pero la mirada de Mariana hacia la entrada de la oficina lo hace detener, no desea tener testigo de lo que sea que haya pasado por mente. Samanta está parada en la puerta y desequilibra a la ojiverde con el espesor oscuro de sus ojos.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora