T r e s

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A l y s s a

El sol se siente increíble sobre mi piel y el viento la toca como una suave caricia. Frente a mí se extiende el hermoso campo lleno de flores y suspiro, bebiendo de mi taza de café. Amo esto cada mañana, amo la tranquilidad, el sosiego, la paz. No es algo con lo que estoy muy familiarizada, pero los últimos meses he podido llegar a conocerla.

Camino entre las flores, inhalando su roma, sintiendo la tierra húmeda bajo mis pies descalzos, y me siento afortunada de estar aquí. A pesar de los días malos, finalmente he podido encontrar mi lugar y tengo todo con lo que ni siquiera podía atreverme a soñar.

Soy muy afortunada.

Acaricio unas cuentas flores más, termino mi café y entro a casa, disfrutando aún más de lo que hay adentro. Me encantan los tonos cafés de la decoración, el estilo minimalista, pero al mismo tiempo acogedor que me he encargado de crear. Amo la chimenea que es increíble en invierno, y amo las cortinas volando con el aire cuando dejo abiertas las ventanas en el verano. Amo el olor a café recién hecho y el canto de los pájaros colándose por las ventanas.

Esta era la casa de mi abuela, siempre solía venir aquí en verano, pero desde hace años yo decidí convertirla en mi hogar y ahora vivo aquí, sin intenciones de abandonarla jamás. Además, no hay ningún otro lugar en donde me imagine viviendo justo ahora.

Subo a mi habitación y me visto para empezar el día. Elijo unos jeans azules que son apretados de las caderas, pero sueltos de los tobillos, me pongo una camisa blanca fajada, un blazer rosa y mis tenis blancos Nike que tanto adoro. Ato dos mechones de mi cabello hacia atrás y el resto lo dejo suelto. Guardo todo lo que necesito en mi bolsa y mochila, y después salgo de casa con un enorme termo lleno de café.

Las calles de la ciudad me siguen pareciendo igual de hermosas que cuando llegué. La gente vive tranquila, inalterable, solo disfrutan de la belleza y calidez de este lugar. Nunca llegué a pensar que podía ser como ellos, pero ahora siento que me he dejado cautivar. Y es que no es algo que se pueda explicar o entender, simplemente es algo que sientes después de pasar mucho tiempo rodeada de todo esto.

Disfruto el mismo camino de diez minutos hacia mi trabajo, escuchando lo que suena en la radio. Es una canción que no conozco, pero aun así la disfruto y no bajo del auto hasta que se acaba. Me pongo mis lentes de sol y entro

—Buenos días, Julia —saludo a la recepcionista.

Ella levanta la cabeza y me sonríe de esa manera amable que cautiva a todas las personas que entran.

—Buenos días, doctora Alyssa.

Le sonrío también y sigo con mi camino hasta mi consultorio. Algunos otros doctores me sonríen y otros pacientes me saludan, yo hago lo mismo porque los conozco a cada uno de ellos.

—Buenos días, doctora —dice Alba, mi asistente, cuando me detengo frente a ella.

—Buenos días, Alba.

—Tiene tres citas hoy antes del almuerzo. Y la mamá de Iker volvió a llamar, dice que el salpullido volvió.

—¿Le dijiste el nombre del ungüento?

—Sí, pero dice que no puede comprarlo en la farmacia porque perdió la receta que le dio.

—Haré una nueva. ¿Se la puedes enviar por correo?

—Claro que sí.

—Gracias, Alba —estrecho su hombro y entro a mi consultorio.

También tiene mi toque. Las ventanas siempre están abiertas, aunque están sin cortinas para que entre mejor el sol. Los muebles son blancos, al igual que mi silla, y hay un montón de libretas en las repisas porque prefiero tener mis notas en ellas que en la computadora. La pared frente a mí está llena de pequeñas manos hechas con pintura de todos los niños a los que he atendido.

El poder del amor #2 B.P [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora