T r e i n t a y c i n c o

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C a e l a n

La casa en la que crecí siempre me ha gustado demasiado. No solo por lo que representa, o porque aquí viva toda mi familia, sino porque tuve una de las mejores etapas de mi vida aquí. Creí, aprendí y estuve con unos maravillosos padres.

Fui muy afortunado.

Antony nos deja justo en la entrada de la casa, y después de agradecerle, me bajo para abrirle la puerta a Allen. Pero antes de que pueda hacerlo, la puerta de la casa se abre y aparece mi madre, sonriendo tanto que temo que le duela el rostro, aunque me alegra verla así, le avisé que vendríamos todos, pero sé lo que quiere, y no me agrada la idea de haber traído a Allen al país del que huyó solo para hacerla sentir incómoda.

Confío en mi familia y sé que no la van a tratar mal, pero es básicamente imposible no preocuparme por su bienestar.

—Oh, cariño —mamá se lanza a mis brazos y yo apenas alcanzo a sostenerla—. Dios, qué orgullosa estoy de ti. Como te he echado de menos.

—Yo también te he extrañado, mamá —le digo, acariciando su cabello.

—Déjame verte —ella se separa de mí y me toma por el rostro, observándome minuciosamente. Parece encontrar algo que la satisface—. Te ha hecho bien vivir allá, ¿eh?

—Es un lugar hermoso.

—Sí, seguro es el lugar.

Compartimos una sonrisa cómplice y cuando rompemos el abrazo, abro la puerta. Allen ya tiene a Bruno sentado en su regazo, esperando pacientemente a que terminara el encuentro familiar, y yo sonrío al ver la expresión ansiosa de mi hijo. Por algunos segundos temí, al igual que Allen, que la aparición de Rachel hubiera causado algo en él, pero parece que está perfecto. Aun así es un alivio saber que no tendrá que pasar por un momento así nunca más.

—Vamos —le tiendo mi mano a Allen y le sonrío para tranquilizarla.

Trata de mantener una expresión neutral, pero conozco su cuerpo y sé que los nervios la están destrozando por dentro.

Acepta mi mano y noto su piel helada. Al instante acaricio sus nudillos.

Cuando están fuera de la camioneta, noto que mamá la mira con algo de sorpresa. Yo la entiendo, así reaccioné yo cuando la vi después de tantos años. Se nota que ha madurado, que se ha convertido en una gran mujer y su belleza no ha hecho más que incrementar al paso de los años. Soy jodidamente afortunado de tenerla conmigo y nunca me cansaré de decírselo.

También se sorprende al ver a Bruno y sé lo que está pensando. Aún no me acostumbro a lo parecido que es a nosotros. Él se mantiene quieto, esperando a que mamá lo mire para finalmente hablar. Creo que se le está pegando algo del silencio de Lina.

—Él es Bruno, mamá —lo presento—. Nuestro hijo.

Noto que los ojos de mamá se llenan de lágrimas, pero no deja de sonreír.

Supongo que esa es una buena señal.

—Hola —le dice con voz temblorosa y amable—. Mi nombre es Nadia. Soy tu abuelita.

No me había dado cuenta de que Bruno estaba esperando aceptación hasta que se acerca a mamá y toma la mano que le ofrece. No me gusta la idea de que él crea que puede no agradarles, pero supongo que debo entenderlo. Lo sacamos por completo de su zona de confort, debemos darle su tiempo y entender sus reacciones.

—Hola —responde Bruno, algo tímido—. Se parece mucho a mi papá.

Mamá se ríe.

—Eres adorable.

El poder del amor #2 B.P [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora