V e i n t i d ó s

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C a e l a n

Se ve preciosa cuando duerme. Su rostro se ve tranquilo, su cabello brilla a la luz del sol y puedo jurar que nunca he visto una piel tan hermosa y suave como la suya. Parece... parece una diosa.

Mierda.

Estoy tan jodido por ella.

Nadie nunca me ha acelerado el corazón como ella lo hace. Nadie nunca me ha provocado tanto miedo como ella. Y yo, a nadie nunca, amaré como la amo a ella. Se siente tan natural, tan jodidamente fácil como si hubiera sido creado para hacerlo. Como si estuviera destinado a amarla para toda la vida. Probablemente suene muy cursi, pero después de lo que hemos pasado no me importa.

Si tengo que demostrarle a cada segundo del día lo mucho que la amo, lo haré hasta que se harte de mí.

Pasé demasiado tiempo lejos de ella, y lo que sé es que no perderé más.

El reloj marca las ocho de la mañana, y aunque todo está muy silencioso afuera, sé que no pasará mucho para que Bruno se despierte, así que beso su mejilla para despertarla a ella.

—¿Allen? —susurro, pero ella no abre ni un ojo—. Allen.

Nada.

No puedo evitar sonreír.

Anoche la dejé agotada, pero es que ella es muy sensible y yo la deseo tanto. Es algo que ninguno de los dos puede controlar.

Salgo de la cama después de dejar un beso en su espalda desnuda y empiezo a tomar mi ropa para vestirme. Será más fácil sacarla de esa cama si estoy yo afuera para entonces. Si nos encontramos despiertos y desnudos, la verdad es que dudo que queramos salir de aquí.

Mientras lo hago, respiro profundamente. Todo este lugar huele a ella y por algunos segundos eso logra embriagarme.

Me encanta su olor.

Y su gusto para decorar. Está claro que su color favorito es el marrón claro, casi como el color de la miel, porque es el tono que más predomina en su habitación. Me gusta.

No me pongo mis zapatos, pero camino hacia ella para sentarme a su lado y removerla.

—¿Allen? Vamos, preciosa.

Da un atisbo de vida, cuando frunce las cejas porque el sol le cae directamente en la cara ahora que me he quitado yo de la cama. Consideré cerrar las cortinas cuando desperté, pero parece que tenerlas abiertas es algo que ella disfruta. Así permanecen las del resto de las ventanas de su casa.

Supongo que le gusta el calor del sol, aunque el verano aquí sea infernal.

—Mm —murmura, sin abrir los ojos.

—Es hora de despertarse.

—¿Qué hora es? —su voz suena tan ronca y tan sexi que parece una broma.

Me preocupa lo mucho que me atrae hacia ella esa clase de cosas. No sé si es muy enfermo de mi parte, pero mientras a ella no le moleste creo que puedo vivir con eso.

—Las ocho de la mañana.

Abre un solo ojo, encontrándose de frente conmigo. Me analiza por unos segundos antes de gruñir y enterrar su rostro en la almohada.

—¿Cómo puedes mirarte así en las mañanas?

Sonrío y empiezo a acariciar su cabello.

—¿Cómo?

—Así de guapo. Es tan injusto. Yo parezco como si tuviera un nido de pájaros en el cabello.

No puedo evitar reír.

El poder del amor #2 B.P [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora