V e i n t i t r é s

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Tener a un amigo que sabe mucho sobre viajes siempre tiene sus beneficios.

Denzel encontró una zona llamada Rosamar en la ciudad. Por lo que vi en las fotos de internet me pareció muy linda, pero ahora lo puedo confirmar. Aparco afuera de la playa y al instante voy doy cuenta que no es muy grande, y no hay tantas personas lo cual relaja bastante a Allen.

Ojalá Maya no lo hubiera dicho nada. Ahora no podremos salir juntos sin que no lleve esa cara de preocupación. Quisiera poder hacer algo para que esté más tranquila. Supongo que tendré que esforzarme este día y hacer que la pase tan bien que se olvide de todas las preocupaciones con las que ella no debería estar cargando.

Al menos a todos nos distrae el mar. El sol es demasiado intenso esta mañana, lo que hace que el agua se vea más azul de lo que en realidad es. Eso le encanta a Bruno, que se pone a chillar, emocionado.

—¡El mar, Maly!

—Lo sé, cariño. Vamos.

Se baja rápidamente de la camioneta y lo saca de su asiento. Yo permanezco adentro sin moverme. Allen me mira, esperando por mí.

—¿No vienes?

—Voy a cambiarme. No te preocupes. Vayan.

—Bien. No tardes.

Le guiño un ojo y observo por el vidrio delantero como caminan hacia la playa. La arena debe estar caliente, pero ellos caminan como si ya estuvieran acostumbrados. Supongo que así es. Casi siempre van descalzos en su casa. Allen acerca a Bruno hasta la orilla y sostiene su mano mientras toca la arena mojada, poco después una ola moja sus pies e incluso en la distancia puedo escuchar la risa que eso le provoca.

Al parecer el plan va a funcionar muy bien.

Me muevo a los asientos traseros para cambiarme y aunque no quiero hacerlo, termino poniéndome la sudadera más delgada que tengo. Me veo ridículo llevando short, pero no quiero causarle problemas a Allen. Cuando me pongo los lentes y la gorra sonrío al saber lo que diría Denzel.

Ahora luzco como una celebridad caminando por Malibú.

Suspiro y salgo de la camioneta para cargar la hielera y mi mochila para llevarla con ellos. Me tranquiliza saber que no llamamos la atención de nadie. Es domingo, la gente lo único que quiere es tener un día tranquilo con su familia.

Como nosotros.

Estaremos a salvo.

—¿Qué opinan? ¿Les gusta? —pregunto, parándome junto a ellos.

—¿El mar no tiene final, Caelan?

—Sí tiene, solo que desde aquí no podemos verlo.

Ya me encargaré de enseñarle lo que hay más allá de lo que puede ver.

—Miren eso —Allen se gira, y señala las enormes rocas que están a unos cuantos metros de la playa—. Podemos ir allá.

Bruno por supuesto que dice que sí y empieza a correr hacia esa dirección, pero yo no puedo evitar sentirme algo... disgustado. Esa zona está sola, y las rocas nos cubrirían de la vista de las personas en la playa. Está claro que Allen quiere que nos escondamos.

Con una mueca, cargo la hielera y camino despacio detrás de ellos. Ojalá no sintiera la necesidad de protegerme, pero no puedo pedirle que deje de hacerlo. Yo no podría hacerlo si ella me lo pidiera.

—¿Qué pasa? —pregunta al ver mi cara—. ¿Eso pesa mucho?

—No —trato de sonreírle, pero no se lo cree—. ¿Por qué quieres ir detrás de las rocas?

El poder del amor #2 B.P [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora