Capitulo 3

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-Levana.

Me encontraba tumbada en la playa, donde siempre estaba esperando a Edgar

O el fututo biólogo como no.

—¡Niña pija! —me gritó Edgar a lo lejos.

—¡Me llamó Levana! —le bramé.

Nunca me había fijado en él tan bien, sus músculos marcados y su tableta corriendo hacia mí, su cabello oscuro y sus ojos, siempre me perdía en su mirada, estaba todo sacado de un cuento de hadas.

¿Por qué era todo tan extraño? De dónde habían salido esas ganas de tenerlo cerca en unas 2 semanas.

—¿Qué llevas ahí? —le pregunté.

—Una simple cámara —me respondió.

Lo normal es que me fijara por su inmensa tableta y su pelo mojado, era atractivo pero no fue así.

Pero mis pensamientos raros o de enamorada cambiaron ahora me parecía un inculto.

Enamorada, no,no, no yo no era así, ¿si no soy así, que es esta sensación?

Guapo y simpático pero inculto no pasa nada.

Un jodido y sexy inculto, que quieres que te diga

¡Maldita conciencia!

—¡Si dices simple a uno de los mejores artilugios, eres un inculto!

—¡Y tú eres una pija!

Nos pusimos caras tontas aguantandose la risa.

—Perdón pija era tu nombre —rectificó riéndose de mí porque sabía que me picaba.

Sabía que algo había pero no tenía ni idea de que.

—¡Pija! —le escuché bramar.

—¿Qué pasa señor inculto? —le pregunté acercándome.

—No me hagas reir niña pija —me respondió.

—Solo te dije señor inculto —respondí desconcentrada.

—Ya, por eso —respondió en tono burlón.

—¡Eso es injusto, tú sí puedes llamarme pija y yo no puedo llamarte señor inculto! —me queje.

—Exacto —aclaró con sus tonterías.

—Eres un tonto —Respondí a su afirmación.

—¿Para que me llamaste?

—Me dijiste que te gustan los caballitos de mar, si no recuerdo mal, ¿verdad?

—¿Si? —respondí algo extrañada.

Me agarró de la mano y volví a sentir la sensación extraña ¿que era? me puso unas gafas de buceó, todo con este chico son sensaciones que me quedan por conocer.

—No quiero que te atragantes ahora ¿sabes aguantar la respiración? —me preguntó.

—Yo, no que va —respondí con ironía.

Me profundice en el mar y observe los animales marinos, profundizando en ver los caballitos de mar, eran preciosos los colores llamativos y bonitos, pero habia algo que me llamaba mas la atención, su mirada.

Subí arriba con esa sonrisa tonta que me había empezado a salir.

¿Eso es que estaba enamorada?

Pero que dices conciencia, imposible yo no soy de relaciones.

—¿Entonces te gusta la biología marina? —me preguntó.

—No, me gustan los caballitos de mar, nada más —respondí, me encantaba llevarle la contraria.

Miró hacia arriba y suspiró.

—El día qué ames la biología me moriré.

—No vas a morirte, no digas tonterías.

Estube dias con el, al principio me parecía aburrido e increíble pero me había acostumbrado.

Lo raro era que no me dijera cosas de biología, a veces pensaba hablando.

—¿Edgar, que vamos a hacer hoy? —pregunté sentada al lado suya.

—Nada —me respondió.

—¿Cómo que nada? —pregunté algo extrañada.

—Nada dije —me respondió seriamente.

—Mira seguro que quieres hacer algo, y si no es así vamos a solucionar las cosas por las buenas o por las malas —le dije de un tono y una mirada desafiante.

—Piensas ganarme otra vez en las cosquillas, ni lo sueñes niña pija —me respondió de la misma forma.

Le hice cosquillas y me reí con el.

Su risa inundaba la playa, una playa vacía salvaje sin nadie, una playa hecha y destinada para nosotros.

Me despiste con su risa y me agarro, para aprovechar y hacerme cosquillas, no podía parar de reirme, pero mi risa se paró cuando su collar tocó mi cuerpo.

—No me di cuenta que tenias un collar —le dije extrañada.

—Siempre lo llevo —me respondió, tocándolo.

Agarre el collar y toque la figura que tenía su collar plateado.

—¿Sabes surfear? porque esto parece una tabla de surf —le pregunté mientras tocaba su collar plateado.

—Soy surfista —me respondió afirmando su respuesta.

—Yo nunca te he visto en la tabla de surf —le dije algo extrañada.

—Está en mi coche —me respondió señalando.

—¿Tienes coche? —le pregunté, no me pensaba eso de él.

—Si, soy un preuniversitario con futuro ¿no tienes? —me respondió picandome.

—Pues no, yo no tengo coche pero tengo futuro, estudió la carrera de bellas artes y me encanta la fotografía. le respondí sonriendo, se notaba que me encantaba la fotografía.

—¿Por ese motivo me llamaste inculto, por odiar la fotografía? —me preguntó al escuchar su respuesta.

—Esto si que no me lo esperaba, odias la fotografía —dije algo alarmada por su respuesta— el niño pijo aquí eres tú.

—No, la niña pija eres tú, por qué es lo primero que pensé al verte, y las primeras experiencias marcan, pero las últimas marcan de por vida —respondió dándome una lección, en la que pensar.

Este chico no era un chico cualquiera, este chico era único y yo lo sabía, y no quería perderle por nada del mundo.

no me dejo responder y ya me lanzo otra pregunta.

—¿Quieres ir a dar una vuelta en coche y después cenar algo? —me pregunto abriendo la puerta del vehículo.

—La verdad me parece un plan perfecto pero no traigo dinero encima así que no podré —le dije un poco apenada.

—No te preocupes el dinero no es el problema, el problema es que no vengas. —me respondió mirándome a los ojos y con una sonrisa en los labios— ¿o es que no te atreves pijita?

Que me pasaba que sentía, sentía ganas de ¿besarle?

—Que no me atrevo, me atrevo más que tu inculto —le respondí llamando su atención— soy más de lo qué crees.

Ese chico era un mundo inexplorado que quería explorar, un mar para sumergirse y bucear, un bosque para buscar, y un camino interminable para hallar.

Me abrió la puerta y entre sin problema era un chico bastante caballeroso.

Muchas veces he pensado en el hombre perfecto, diciendo que debe ser cariñoso, que me haga reír y que sea caballeroso, pero la verdad es que no hay un hombre perfecto, somos nosotras las que le ponemos etiquetas, pero después no queremos que se fijen en nuestro físico.

Aun sin saber lo que Edgar tenía por la cabeza yo le seguía, por sus ideas descabelladas y por las risas que me entraban, él era un hombre imperfecto al que no le hacía falta idealizarlo.

En el fondo, te gustaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora