-Levana
Yo lo pensé, lo ví y lo imaginé en mi cabeza, pero nunca, nunca me iba a imaginar a Edgar con un delantal lavando los platos, yo entraba a la cocina y me costaba no reirme.
—¿Y por qué tienes un delantal? Señorita Edgar
—Mm osea tía, es que ir de compras es lo más —dijo Edgar mientras lavaba los platos, con un tono de sarcasmo e intentando ser femenino.
Yo no paraba de reírme, es que realmente era imposible.
—Vale, vale yasta, mucha risa me duele la tripa ya.
—Sabes, falta una cosa muy importante —le dije cuando le estaba tirando del pelo para hacerle una coleta.
—Au, Au, no seas bruta Levana.
—Que no soy bruta, esperate.
—Vaya mierda —dijo mirándose en el móvil.
—Que no, que estás precioso.
—Eres una mentirosa.
—Va a ir a la playa contigo quien yo sé , como me vuelvas a llamar mentirosa.
—No,no,no, vienes.
—Yo voy.
—Pues vamos bajando ya.
Cojo mis cosas y bajó hacía su coche.
Un coche no muy grande de color menta, estaba acostumbrada a ver en la esquina de la playa, había montado un par de veces, y me había fijado en sus detalles inusuales, de un coche limpio, que tenía un olor vagamente de coco, pero que acababa oliendo al mar, ya que estaba destinado a eso, a ser un coche playero, sus sillones de color crema, bastante comodos, y su llavero de un par de conchas seguramente recogidas por el, aunque el intenta que no quede arena, siempre quedaba, era algo imborrable.
—¿Te gusta ya el coche?
—En la vida, esto sigue siendo un secuestro.
—Eres una tonta eh.
—Tonto tú.
Toqué el llavero de las conchas, estaba rugoso, y era nuevo, un par de conchas lo describen tanto.
—Te has dado cuenta que es nuevo eh.
—Si me he dado cuenta, es bonito.
—Bien, ya empiezas a admitir las cosas.
—Por cierto tengo algo para ti.
—No.
—Pero si no sabes ni lo que es.
—Pero que da vergüenza.
—Bueno, y si cierras los ojos y te lo doy ¿qué te parece?
—Bueno —le dije algo dudosa.
El depósito, un par de conchas y caracolas en mis manos, parecía un llavero.
—No quiero tu llavero, si no se le quita la magia al coche.
—Mi llavero no tiene caracolas.
Él seguía conduciendo, cuando abrí los ojos, él me miraba por el espejo.
Me quedé mirando el llavero, eran conchas y caracolas, rodeadas de perlas y al parecer una figurita de una cámara de madera.
—A ver se que no es para tanto, pero me parecía buena idea, fuí este fin de semana a Málaga, a una playa muy especial, y pues tenía unas caracolas y algunas conchas, y me puse modo manualidades.
—¿Y por qué perlas?
—Por qué, las perlas siempre las llevas, y quería que llevara algo tuyo y mío por si no era suficiente tienes una cámara de madera pequeña.
—¿Lo has hecho a mano todo?
—Bueno, la mayoría, añadí las perlas y mi compañero David me ayudó con la cámara, es que es un manitas.
Me resistí las ganas de besarlo por un impulso.
Y lo abracé, de un impulso y con ilusión.
—¿Te ha gustado?
—Si, mucho.
Él paró el coche y me abrazó.
—¿Por qué paras?
—Ya hemos llegado, y aparte moría por abrazarte.
Salimos del coche y vimos cosas alrededor de la orilla.
—¿Qué es eso?
—No lo sé, pero quédate aquí.
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En el fondo, te gusta
RomanceDespués de tanta infancia juntos, se vuelven a encontrar, por un error, ella maldice la biología marina, y el le enseña a amarla. ¿Amar la biología o a el?