Capitulo 22

6 1 0
                                    

-Edgar

Me fuí de su habitación cerrando la puerta, cerrando una habitación y abriendo la herida otra vez, parece que me gusta tocar la herida para saber si duele, y arde, escuece y es una herida interminable.

A veces los recuerdos que recordamos queremos volver a vivirlos repetidamente, pero es algo que se quedó en el pasado y ya no es lo mismo que antes, no tiene ni los mismos sentimientos ni los tendrá si lo recreas por que aunque duela, no es lo mismo, el mundo no es de color rosa, es de una gama de colores, que pueden gustar más como el amarillo y gustarte menos como el marrón o el verde pistacho.

Si los recuerdos duelen, las personas más, porque los seres humanos tenemos la sed de ser queridos, y cuando tu a una persona la quieres eres incapaz de olvidarte de ella, por mucho que te diga que no quiere verge o no quiere saber nada más de tí, por que lo que as sentido con esa persona es algo único, algo que puedes volver a sentir si los dos sois capaces de hablar, una conversación delicada, con las manos apartadas para no meter los dedos en la herida.

Aunque se que voy a meter los dedos en la herida, voy a posar mis manos en la espalda, para por lo menos hacer el intento.

—Edgar

Me giré y vi a Alma seria, mirándome y yo ya ví que no era buena señal. Tenia que salir de mis pensamientos

—Dime

—Quiero que te vayas, y no vuelvas.

—¿Por qué?

—No voy a dejar que le vuelvas a hacer daño a Levana.

—Que daño que coño dices, qué pasa —le grité sin querer.

—Para empezar baja la puta voz, Levana no debe enterarse de esto.

—De que Alma de que.

—Ahora vas de santito, ¿en serio? Eres patético.

Suspiré.

—Me puedes refrescar la memoria —intente decir calmado

—Aló mi amor ¿cómo está? —me dijó con un tono colombiano

—¿Quien coño dijo eso?

—¿Enserio? tu puta novia.

—Qué novia ni mierdas.

No la dejé de hablar, y la interrumpí.

—Yamila

—Anda mira si sabes quien es —me dijo con un tono sarcástico.

—Que tal fué tu relación con la colombiana de mierda —me susurró enfadada

Me eche la manos a la cabeza.

—Alma es mi prima.

—Si, voy yo y me lo creo.

No le respondí y la llamé.

—Aló primo, ¿pasó algo?

Alma se quedó de piedra.

En el fondo, te gustaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora