Capitulo 6

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-Edgar

Sus mechones rubios resaltan con la luz de los semáforos, cada vez que podía me giraba y la miraba, sus ojos verdes deslumbraban achinados por la felicidad que tenia cantando Another love, su sonrisa me encanta, y sabía que era ella por su collar de perlas.

La tenía en mi coche, y la cena deliciosa también, pero la tenía ella ¿cómo puede una persona sacarte un lado de ti que no conocías? Un lado que te hace mejor persona ¿o es que estás sumido en el amor? Tanto la amaba tanto que la quería, que solía pensar en el momento en el que mis labios rozarán los suyos, acercarla a mi tocar su piel, su cuerpo y besarla, ¿quien coño no quería besarla? Si brilla más que la estela acompañada de una estrella.

—Te quiero enseñar algo —le susurré en el oído, cuando paré en el semáforo.

—Enséñamelo, que ahora me has creado intriga.

—Es un lugar, no un objeto.

—¿Quieres que vayamos no?

—Exactamente, ya nos vamos comprendiendo pijita.

—Y para evitarlo, ¿qué debo hacer?

—Absolutamente nada, por que te voy a llevar —le dije con una sonrisa en la cara.

—Me estoy ahogando, me ahogo Edgar, ¡vayamos al hospital! —me bramó con fuerza y asustada.

—Levana, esta vez no cuela, te prometo que te gustara.

—Tenía que intentarlo —dijo recomponiendose y comiendo tan tranquila.

—¿Por qué te cuesta tanto venir? ¿Sabes que no te voy a secuestrar no?

—Me da cosa que me lleves a todos lados gratis, me da vergüenza.

—¿Es por esa tontería? —pregunte entre carcajadas.

—No es una tontería, pero si es por eso.

—Es una tontería.

—No.

—Si.

—No.

—Si.

—No.

—Vale ganas tú, pero el último trozo de pizza para mí —me dijo robándome mi trozo—.

—Consentida.

—Eres tú el que me consiente.

—Y obviamente para no hacerlo, si me miras con esos ojos verdes y esa carita en particular, es imposible decirte que no.

—Soy taxista, y un probador de comida profesional.

—¿Probador de comida profesional? Esa palabra es inventada.

—Todas las palabras son inventadas.

—Ya pero, no está en el diccionario.

—Es mi propósito para año nuevo.

—¿Que dices tonto? —dijo riendo.

—Que sí, que sí —le respondí riéndome.

—¿Dónde estamos?

—En un lugar maravilloso —le susurré mientras que le abría la puerta.

Andamos por la pequeña montaña hasta donde se veían mejor las estrellas, nos tumbamos encima de las toallas, y las vimos, ví como en sus ojos verdes se reflejaban las estrellas brillantes ¿como podías verte a ti misma Levana?

—¿Qué miras tanto?

Miro tus ojos verdes, esos que me vuelven loco y me están perdiendo, tu pelo rubio que me está rozando el hombro y la jodida distancia, que hay para tu piel clara.

—Las estrellas.

—¿Qué están en mis ojos? O en el cielo.

—¡Estrella fugaz, estrella fugaz!

—¿Pido un deseo?

—Sí, pero no me digas que si no, no se cumple.

—Vale.

—Se puso pensativa y me miró un rato después.

—¿lo tienes?

—Sí creo.

—¿Y tú?

Besarte, ese es mi deseó, agarrate de la cintura acercarte a mi y besarte.

—Si, yo también .

—Nuestras miradas se cruzaban, ambos sabíamos lo que queremos, pero no nos lanzábamos, sus ojos verdes me lo pedían.

Se quedó un silencio.

—¿Te llevo a casa?

—¿Qué hora es?

—Son las 10.

—Si llevame por favor.

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