-Levana
Edgar para mi es una persona muy importante que realmente no me atrevo a decir era, porque es algo que veo demasiado lejano, solo habían pasado dos meses, en los que me había centrando en mi misma, en los que había intentado plasmar una de mis fotografías en un folio, porque en un lienzo me perdía, los colores vivos y fríos de los atardeceres que contemplaba en la playa mirando su oleaje, algo que no me gustaba nada, ahora era parte de mi, parte de mi corazón, Edgar era capaz de mover hasta lo que menos quería para que me acabará gustando, añoraba el olor del mar, el sonido que hacen las olas al chocar unas con otras, algo que decía que no me gustaba, pero en el fondo, me gusta.
Las cosquillas que me hizo la tripa al verle, como si un montón de mariposas estuvieran en mi estómago encerradas intentando salir, pero sin dejarlas. Recordando lo pasado sabiendo que me quedaba mucho por vivir, por que el es un cabezota y sí estaba aquí era para que lo perdonará.
Después de una charla aburrida de mi madre, preguntándole doscientas cosas diferentes, de cómo estaba, y que era de él, cosas que a mi realmente ya no le importaba, o eso quería aparentar.
Cuando mi madre se fué, yo me encerré en mi habitación, dejándole con las palabras en la boca, con las preguntas y las dudas, viendo la papelera hasta arriba de bocetos sin sentido arrugados y otros encima de la mesa, con el portaminas apretaba el botón para que saliera la mina, solo necesitaba tiempo, o mejor dicho paz mental.
—Levana —pegó en la puerta y pronunció mi nombre.
Tragué saliva y me tragué con ella las palabras, sin saber que hacer sin saber que decir, presa del caos de ese momento, mi respuesta fue silencio, sólo silencio.
—Te he visto entrar —me volvió a decir.
Analicé su voz, áspera, una voz que había recorrido mi cuerpo y erizando mi piel hace solo dos meses, algo que odiaba pero realmente extrañaba.
Pensaba los recuerdos de esa noche, como me besó intensamente con ganas, como nuestras lenguas se enroscaron juntas y sentí las mariposas dentro de mi, ahora solo me quedaba el recuerdo de ese momento, pensarlo una y otra vez en mi cabeza, no podía responder.
—No me vas a responder ¿verdad?
Hasta el mismo sabía que no, yo solo quería concentrarme en plasmar pero no podía, porque lo tenía cerca.
—Si no me respondes, entro.
Me quedé muerta, necesitaba no verle.
—Estoy desnuda —le mentí.
—Vístete, aunque no es nada nuevo que no haya visto en dos meses.
—No.
—No que Levana.
—Que no entres.
—Pues vístete.
—¿Y si no quiero vestirme?
—Pues me va a tocar verte sin ropa, otra vez.
—No.
—Te doy dos minutos.
—Edgar, joder.
—Ni Edgar ni pollas, abres tu o abro yo.
—Que no coño.
—Levana joder.
—¡¿Levana joder que?!
—Pues que puta mierda te pasa, desapareces así como si nada, y encima te pones así.
—Sí me fuí, fué por algo.
—Por que joder, por que, me dejaste destrozado, no me lo vas a contar o que.
—Quiero que te vayas.
—Dimelo a la cara.
El abrió la puerta y lo ví, agitado con muchos pensamientos en su cabeza, y yo sentada cabreada mirándole. El dolor en el pecho de lo ocurrido, me invade.
—Dime por favor que te pasa, dime por que coño te has ido así como así.
—No quiero.
—Puedes decirme alguna palabra que no sea "no quiero".
—No.
—La Levana que conozco, no era así.
—Conocías.
—Yo ya no se que hacer Levana, no me quieres decir que te pasa.
—Exactamente.
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En el fondo, te gusta
RomanceDespués de tanta infancia juntos, se vuelven a encontrar, por un error, ella maldice la biología marina, y el le enseña a amarla. ¿Amar la biología o a el?