Capitulo 25

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A veces tocar una herida no es abrirla, se que duele que me toquen las heridas que tengo, por eso no me dejó tocar, aunque Edgar quiere tocar mis heridas para cerrarlas aunque el proceso duelan, las heridas no se cierran solas se cierran cosiendolas y curándose.

—Mi niña ¿qué te pasa? —me dijo Edgar acariciando mi pelo.

—Layka ha fallecido —le pude susurrar entre lágrimas y la voz entrecortada.

Layka mi mascota desde pequeña, un pastor alemán que desde que llego a mi vida la cambió radicalmente, un sentimiento mutuo que sentía entre ambas, por que su mirada me decía muchas cosas, y su cola moviéndose me decía muchas otras, Layka vino a mi vida cuando era pequeña, el dia de mi cumpleaños que mi madre me la regaló porque una de sus amigas había tenido crías, Layka siempre había estado en los mejores y los peores momentos y desde que vino a mi casa, era como la dueña de Layka su cuidadora desde pequeña, Layka y yo siempre teníamos un gran vínculo que cuando me fuí a Cádiz para plasmar los valles, aunque ahora quiera plasmar el océano, se puso tan triste que ni comía por eso mi madre me la trajo aquí cuando se dió cuenta que era por mi.

Él se limitó a darme un beso en la frente.

—Ay mi niña, yo se lo que te duele porque estabais tan unidas... —me empezó a hablar antes de que le cortase.

—Estamos —le corregí

—Si, estamos —me dijo con una voz calmada en un susurro.

—Pero déjame hablar ¿vale?

—Si —respondí con una voz lloriqueando.

—Voy a salir y te voy a traer unas cosas para que te sientas mejor, ¿vale?

—No,no,no ni se te ocurra.

—Ya veremos.

—Edgar quédate —le dije agarrándolo del brazo.

—No voy a tardar lo prometo, te quiero.

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