Desánimos

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Recorrimos la ciudad de Ravine ese sábado, lo llevé a los lugares importantes, donde se encontraban los gobernadores, líderes, aquellos que hacían las leyes y aquellos que las hacían respetar, cuando quería una explicación, esperaba a estar en un lugar sin personas y se la daba.

Parecía realmente fascinado con todo, un mundo nuevo para él, lo cual me imagino que debe ser demasiado luego de pasar tanto tiempo en su propio reino sin posibilidades de salir.

Lo que más pareció gustarle, fue la tecnología, Ravine no era la ciudad más tecnológica del mundo, en definitiva había otras que nos ganaban, pero teníamos lo básico, teléfonos, televisores, aire acondicionado... y otras cosas más que tuve que explicar cuando entramos a una tienda en uno de los pocos centros comerciales que teníamos en la ciudad.

Al final del día, estaba agotada, había recibido un par de llamadas de Nana en la tarde y le dije que volvería antes de media noche, no se preocupó, en teoría ese lugar era realmente seguro.

Muchos pueblos humanos tenían que estar impartiendo seguridad las veinticuatro horas, nosotros nos regíamos bajo diferentes reglas, siempre nos decían que había dioses vigilando, ojos que vigilaban todo a cada segundo, hacer algo incorrecto o que se desviara de la norma significaría ir a los juzgados y aceptar castigos "divinos", los cuales eran impartidos en la mayoría de las ocasiones, por los adeptos de los dioses de la oscuridad.

Nadie quería eso, claramente.

-esto no funciona...- suspiró aquel dios.

Habíamos llegado a casa minutos antes, subí a mi habitación y ahí estaba él, sentado en mi cama con mi pequeño celular en sus manos, se había interesado mucho en aquello, por lo que le presté el mío con la condición de que no revisara nada sin mi permiso.

Vi como intentaba utilizar la cámara en si mismo, pero este no se reflejaba.

-funciona bien- me encogí de hombros al ver mi imagen aparecer cuando apuntó la cámara en mi dirección- eres tu el problema.

Lanzó un pequeño gruñido, frustrado.

Dejó el teléfono en la cama y suspiró mientras se levantaba.

-me retiro- musitó- gracias por el día de hoy, fue... educativo.

No contesté, me limité a asentir.

Ya me había acostumbrado a su presencia, pasar tantas horas con él caminando a mi espalda y respondiendo a sus preguntas, me hacían olvidar por momentos que era un dios.

Debajo de ese exterior tan... oscuro y lúgubre, había un ser bastante interesante. Pero igual no podía olvidar lo que estaba ocurriendo, sus ojos me lo recordaban cada que dirigía la mirada hacia él.

Desapareció de mi vista casi de inmediato y con un suspiro me dejé caer en la cama, rogando porque esa noche el sueño viniera por más de tres horas.

Y gracias a los dioses eso fue lo que ocurrió, estaba tan cansada que me dormí casi al instante, y cuando abrí los ojos ya era de mañana, la luz entraba a grandes cantidades por la ventana que había podido jurar, estaba cerrada la noche anterior.

Me quedé sentada por unos segundos intentando liberar el estupor de mi mente y recordar lo que había pasado el día anterior, me sentí incómoda de repente, había pasado tanto tiempo con aquel dios que ahora podía sentir su energía a mi alrededor, aunque en realidad no había nadie en mi habitación, o eso quería creer.

Repetí mi rutina del día anterior, y poco antes del mediodía me encontraba de nuevo entrando por las puertas de aquella antigua biblioteca. Me dirigí hacia los libros Numen que me había faltado por leer el día anterior, eran dos, y eran los más grandes.

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