A lo lejos, muy muy lejos, podía escuchar sus gritos.
Rogaba para que me detuviera, rogaba para que saliera de su mente, rogaba para que dejara de transformar cada uno de sus recuerdos en ríos de sangre.
Sentía el poder de Aris fluir por cada fibra de mi cuerpo, y luego de cada grito era como si algo se encendiera en mi interior, como si cada fibra de placer en mi cuerpo se activara. Por un segundo, empecé a sentirme culpable.
Pero esa sensación no duró mucho, no cuando encontré sus recuerdos de aquella noche, la noche en que Darius le rogaba por su vida. Ver a mi profesor en el suelo, luchando por su vida mientras un cuchillo era apuntado a su pecho, hizo que mis lágrimas brotaran junto con un grito que desgarró mi garganta.
Y en ese momento los gritos del hombre se detuvieron.
Sentí algo jalarme hacia atrás y en seguida volví a la vieja y abandonada habitación de hotel. Mi vista estaba borrosa y por unos segundos, lo único que pude hacer fue ver el rostro del hombre. Sus ojos habían quedado abiertos de par en par, lágrimas inundaban sus mejillas, y sus labios estaban abiertos, sin proferir sonido.
Cuando la sensación de poder empezó a salir de mi cuerpo, lo siguiente que pude sentir fue pánico, parecía muerto, no parpadeaba, sus ojos estaban fijos en un punto del techo.
-Yen...-Alden a la distancia llamó, pero no pude reaccionar.
Sentí las lágrimas rodar por mis mejillas, y no sabía si era por lo que acababa de ver en sus recuerdos, o el miedo de haber acabado con la vida de alguien.
-¿Qué hice?- pregunté quitando mis manos del cuerpo del hombre y retrocediendo, casi cayendo al piso, pero las manos de Aris me sujetaron.
-Lo correcto- susurró, mientras acariciaba mis brazos.
Negué con la cabeza, viendo todavía los ojos perdidos del hombre, pero un pequeño y casi imperceptible movimiento de su pecho me hizo soltarme de las manos de Aris y correr hacia él.
-¡Sigue vivo!- lloré, tomando su rostro y golpeando con delicadeza sus mejillas para hacerlo entrar en razón, hacer que reaccionara.
Alcé la mirada hacia mis amigos, que se habían quedado al fondo del salón, con una expresión de terror.
-Hay que... tenemos que...llevarlo al hospital-rogué.
No podía verlo morir, no me lo perdonaría, ver morir a alguien, saber que yo lo causé. No era Aris, no era él, no podía hacerlo.
-¿Quieren salvar al hombre que mato cruelmente a su maestro?- Aris se rio- ¿Serían tan estúpidos como para...?
-¡Cállate!- grité, tensando la mandíbula.
Sus ojos se entornaron cuando bajó la mirada hacia mí, pareció que sus ojos lanzaron un destello de ira.
-Alden, Fassier... ayúdenme a llevarlo al auto- musité.
Ninguno se movió, sus ojos bajaron hasta posarse sobre el suelo, y volviendo la mirada hacia Willow, ella se volvió hacia la pared.
Lo dejarían morir.
-Tenemos que saber- suspiró Fassier- Tenemos que cerrar esa aplicación, tenemos... que saber quién es el responsable.
-Si lo llevamos al hospital...-Alden volvió la mirada hacia el techo, intentando evitar la mía- Nos delatará con los guardias, todos sabrán sobre Aris... verán lo que pasó aquí, nos encerrarán a todos.
Fruncí el ceño, lo dejarían morir, ese era el consenso.
Una mano se posó sobre mi hombro y con firmeza me apartó del hombre.
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Claroscuro
FantasyTodos los jóvenes que cumplen la mayoría de edad deben elegir un dios de la luz o de la oscuridad como su guía. Yena lo sabía, pero ese día llegó más rápido de lo que pensó y tomando una decisión al azar, terminó con un Dios sin nombre a su lado y u...