El poder de un dios

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Alden fue capaz de volver a la Academia una semana después. Y por primera vez en casi un mes, los cuatro nos encontrábamos juntos en el salón. No podíamos evitar notar las miradas que los demás estudiantes intentaban dirigirnos. Pero no era fácil ignorar algo que todos estaban haciendo.

Fassier y Willow habían decidido ir a la cafetería, luego de la primera clase, a buscar algo de comer y traerlo minutos después al salón.

-Jux saltó a mi cama esta mañana-Alden me mostraba las marcas de las garras de Jux en su brazo.

Me reí.

-y cuando intenté bajarlo, se clavó en mis brazos con más fuerza-resopló, sonaba irritado, pero había un atisbo de sonrisa en sus labios.

-guarda una bolsita de bocadillos en la mesita al lado de la cama- asentí, al recordar todas las marcas de garras en mi piel- eso ayuda... casi siempre.

Alden se veía de mucho mejor humor, ya no le dolía tanto moverse, podía caminar con casi total naturalidad, pero de vez en cuando, algún movimiento lo hacía perder el aire.

-ah, Nana me dijo que hoy iba a estar fuera- se recostó del espaldar del escritorio- que llegaría tarde en la noche.

Fruncí el ceño, no me había dicho nada. Pero eso ocurría de vez en cuando, no sabía lo que hacía, pero cuando llegaba de esos días, siempre lucía cansada y con la moral algo baja. Una vez quise preguntarle, pero cambió el tema antes de que siquiera me hubiera dado cuenta. Terminamos hablando sobre un suéter que le había tejido a Jux y como parecía una calabaza cuando se lo ponía.

No sabía cómo habíamos llegado a eso.

-supongo que ya es ese día del año- suspiré.

Alden no preguntó. Me daba cuenta de que prefería no preguntar mucho sobre nuestra familia. En realidad, no preguntaba mucho sobre nada, lo cual me pareció extraño los primeros días. Sin importar que tanta curiosidad parecía tener, prefería fingir que hacia otras cosas y no meterse en asuntos externos a él.

Volvía a la conversación cuando alguien pronunciaba su nombre.

Ambos alzamos la mirada hacia la puerta del salón cuando muchas voces empezaron a concentrarse en el pasillo de enfrente. Vimos unas cuantas personas pasar por la pequeña ventana, y sus miradas no podían evitar mirar hacia adentro, directo hacia nosotros. Algunos lucían molestos, otros preocupados, un par más lucían asustados.

Alden y yo decidimos levantarnos y salir, para ver cual era la conmoción, muchas voces hablaban al mismo tiempo, pero cuando abrimos la puerta, estas guardaron silencio.

Veían hacia la pared justo al lado de la puerta.

"Entreguen a los Wards – La Marea" Estaba escrito con pintura roja en la pared.

Sentí como mi estómago dio un vuelco y empecé a sudar frio. Eso no había estado ahí en la mañana. Volví la mirada hacia Alden, quien palideció y sus manos empezaron a temblar.

-¿Qué les pasa...?- Willow se abrió paso por entre el grupo de estudiantes junto con Fassier.

Al principio nos vieron a nosotros, luego volvieron la mirada hacia la pared, ambos fruncieron el ceño.

-¿Quién fue?- Fassier se volvió hacia el grupo de estudiantes- ¡Den la cara, idiotas!

-vamos... vámonos- Willow lo tomó del brazo y lo jaló.

Nos indicó con la mirada que los siguiéramos. Teníamos que salir de ahí.

Pero antes de que pudiéramos movernos, una figura tomó a Alden del brazo y lo empujó contra la pared, las palabras escritas en rojo quedaron justo a su espalda.

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