Esa mañana, el abrazo de Nana antes de salir de casa me hizo sentir más nerviosa de lo que ya estaba, tomó mis manos que eran cubiertas por guantes negros que intenté combinar con mi ropa para que luciera de moda, o al menos eso esperaba que los demás creyeran.
Nana sonrió lo mejor que pudo y dándole un pequeño beso a la parte superior de mis manos me deseó suerte.
No sabía por qué un gesto tan lindo de su parte me hacía sentir como si fuera una despedida y no un deseo de buena suerte, y todo el camino al instituto fue lo único que pude pensar, no podía parar de sentirme incómoda ante la situación en la que me encontraba.
-escondes mi marca de nuevo- la voz del dios llegó a mis oídos, haciéndome saltar un poco por el susto.
Se encontraba caminando a mi lado, con sus manos en la espalda y su mirada fija en los guantes que traía puestos.
Suspiré.
-no quiero llamar la atención- me excusé.
Ya lo sabía, no entendía por qué seguía mencionándolo.
-tendrás que encontrar una excusa mejor que esa, porque pronto me veré obligado a colocar una marca donde sea imposible cubrirla- susurró inclinándose un poco hasta llegar a mi oído.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
Tensé la mandíbula y seguí caminando, estaba cerca de llegar, la academia Theos estaba al otro lado de la ciudad, había tomado un tren la mayor parte del camino cuando salí de casa, pero aun así, tenía que caminar al menos unos cinco minutos más para llegar. Podía verla a un par de cuadras.
La academia Theos era un lugar que nos formaría para el futuro, donde exploraríamos nuestras fortalezas y debilidades, donde nos enseñarían a honrar nuestra elección en la Revelación y utilizarlo para descubrir nuestro propósito y función en la sociedad, básicamente era un año de descubrimiento, otro año de elección y dos años más de perfeccionamiento.
En total, cuatro años para salir al mundo real... y luego de eso, no lo sabía.
-tienes miedo... pero no es por mi culpa esta vez- habló el dios, hundiendo sus manos en los bolsillos y con la mirada hacia el frente.
Asentí
-¿Por qué?- frunció el ceño, extrañado ante mi afirmación- la última vez que vi tu mundo, los jóvenes amaban ir a la escuela...¿Es porque eres mujer?
-¿Qué?- me volví hacia él, pero recordé que estaba en una calle con algunas personas a mi alrededor y volví a mirar hacia el frente.
-no les permitían asistir antes, no sé cuándo cambió eso, asumí que pudo haber sido reciente- se encogió de hombros- puedo ver que los tiempos han cambiado, por lo que me contaste el otro día, no hay tales distinciones ahora...
Su mirada se dirigió a todos los que en ese momento caminaban a sus trabajos, los que conducían en las calles, los jóvenes como yo que se dirigían a la academia.
Sonrió.
-no puedo deducir si todos son más felices ahora que antes- sus ojos se perdieron por un segundo, como si estuviera pensando, mirando hacia la nada.
Me detuve por un segundo cuando me encontré a la entrada de la academia, las enormes puertas de madera tallada se encontraban abiertas y el ambiente a su alrededor era de felicidad y emoción.
Los colores marrones y blancos se podían ver en cada ventana del enorme lugar, si tuviera que describirlo, diría que aquel lugar parecía sacado de cuentos de hadas, un enorme castillo que había sido restaurado era lo que ahora servía como la academia Theos, era realmente grande, rodeado por jardines hermosos y caminos de piedra oscura que llevaban a cada una de las puertas y entradas.
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Claroscuro
FantasyTodos los jóvenes que cumplen la mayoría de edad deben elegir un dios de la luz o de la oscuridad como su guía. Yena lo sabía, pero ese día llegó más rápido de lo que pensó y tomando una decisión al azar, terminó con un Dios sin nombre a su lado y u...