Prisión de ladrillo

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El timbre agudo que dejó en silencio a todo a mi alrededor duró más segundos de los que me hubiera gustado escucharlo.

Perder mi audición en ese momento no había sido útil considerando que mi visón también había sido imposibilitada casi de inmediato, no solo por el cuerpo de Aris que había caído sobre el mío, sino también porque las luces se cortaron un par de segundos después de las explosiones, y no ayudaba que nos encontrábamos bajo tierra. No había ventana alguna que permitiera que la luz de esa hora de la mañana entrara por el corredor.

El rápido palpitar de mi corazón era lo único que sentía, el temblor de mis manos y la tensión de mis músculos. Mi cuerpo estaba alerta ante lo que pasaba a mi alrededor, pero mis sentidos me tenían en una oscuridad parecida a la que Aris era capaz de crear.

-Arriba... ¡Arriba! - La voz de Aris me hizo volver a donde me encontraba.

Sus palabras cortaron el retumbar de las explosiones en mis oídos y me obligaron a enfocarme en lo que pasaba a mi alrededor.

Todo el grupo que habíamos estado intentando sacar de la Academia se encontraba en el suelo, con sus manos cubriendo sus cabezas o sus ojos cerrados con fuerza mientras se cubrían los oídos. Vi la expresión de terror de Willow al fondo del grupo, mirando las grietas que habían adornado la pared en menos de cinco segundos.

Sentí las manos de Aris ponerme de pie, y mientras veía la nube de polvo que se desprendía de mi ropa al moverme, me di cuenta de que lo poco que podía ver, era gracias a las luces naranjas de emergencia que se habían encendido.

Me cubrí los labios al toser, viendo los hilillos de tierra y polvo que caían de las grietas del techo, teníamos que salir de ahí, no había forma de saber si se nos caería encima en cualquier momento.

-¡Vamos, todos arriba!- grité.

Ayudé a los que tenía cerca a ponerse de pie y les indiqué la oscuridad que ahora adornaba las escaleras para subir.

-¿Qué fue eso?- Neill, un chico que reconocía de la clase de Darius, había sido el primero en ponerse de pie.

-Yen...-Fassier se me quedó mirando por un segundo, pude ver sus manos temblar incluso bajo esa luz.

-¿Escuchan eso?- una chica alzó la mirada, lo cual nos hizo a todos dejar de hablar.

Justo cuando los gritos y pasos apresurados de pánico empezaban a inundar los pasillos de los pisos superiores de la Academia, haciendo que más hilillos de tierra se colaran por entre las grietas.

-Salgamos de aquí, ¡Ahora! Antes de que se nos caiga el techo encima- Soltó Willow.

Nuestros pasos apresurados subieron las escaleras, entre quejidos, personas tosiendo y llantos. Pero yo no era capaz de sentir nada más que una adrenalina que invadía cada fibra de mi cuerpo, mis ojos analizando cada grieta o pedazo de pared que había caído al suelo.

Mis oídos fijos en los sonidos de pánico que ahora retumbaban en cada rincón de la academia. Estaba segura de que había sido La Marea, no había otra explicación razonable para aquello.

Claramente sabía que era un grupo lleno de psicópatas, pero no creí que sus límites fueran tan difusos como para imaginarme siquiera la posibilidad de explosivos dentro de las paredes de una de las instituciones más importantes de toda Ravine.

Cuando pisé el último escalón para entrar al primer piso, tuve que retroceder casi de inmediato, un chico casi chocaba conmigo al intentar llegar a la salida, pero se detuvo a un par de metros frente a mí.

Las escaleras hacia los sótanos no estaban lejos de la salida principal, pero los caminos para llegar a ella habían sido cortados por una de las explosiones, y ahora había una pared de escombros cortando el paso hacia el lado oeste del edificio.

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