Pasillos abandonados

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Condujimos hasta el hotel al que habíamos planeado emboscar a La Marea.

Podía escuchar los golpeteos de mi corazón con tanta facilidad, que estaba segura de que los demás podrían escucharlos también, de no ser porque todos parecían metidos en sus pensamientos, nadie hablaba, todos estaban tensos. Y no dudaba que todos teníamos ese nudo en el estómago que aparecía antes de hacer algo que claramente nos pondría en peligro.

Por un segundo pensé en Nana, sabiendo que ella estaba en la oscuridad sobre nuestros planes, recordé lo preocupada que estaba, lo mucho que nos había rogado que nos mantuviéramos a salvo. Y ahora nos encontrábamos corriendo hacia el peligro.

Fassier estacionó una calle detrás del hotel, y los cuatro repasamos el plan que Aris meticulosamente había trazado. Todos asentimos con calma mientras veíamos el sol desaparecer por el horizonte, dándonos los últimos minutos de luz natural, y las lámparas de las calles se encendían a nuestro alrededor para dar bienvenida a las horas en que las sombras nos envolvían.

El hotel abandonado tenía cuatro pisos, los tres superiores eran las habitaciones, mientras que el principal estaba conformado por la cocina, el comedor, la recepción y una sala de esparcimiento. Lo habían cerrado luego de que se descubriera que los dueños eran Wards que ofrecían a los inquilinos como sacrificio para sus dioses, una de las tantas noticias sobre protegidos de la oscuridad que no nos dejaban con una buena opinión pública.

Nos detuvimos en la puerta trasera, que Aris fue tan amable de romper las cadenas para que pudiéramos pasar. Volvimos la mirada entre nosotros y luego dirigimos la concentración al interior oscuro y lúgubre de aquel lugar que había visto su cantidad justa de sangre y muerte años atrás, y que ahora se abriría de nuevo a su antigua gloria.

-Aris- susurré, viendo a Alden, Fassier y Willow adentrarse en las sombras, mientras que yo me quedaba afuera, hasta que sus cuerpos, al separarse, salieron de mi campo de visión- Te concedo permiso.

Sentí un escalofrío inundar cada célula de mi cuerpo, como si una ligera corriente de electricidad se hubiera expandido de la punta de mis dedos, hasta mi cabeza. Lo sentí a mi espalda, sentí su mano rozar la parte trasera de mi cuello y luego desaparecer.

Lo había liberado en aquel hotel, lo que hiciera a partir de ese momento, en esas paredes, sería completamente mi culpa. Pero tenía que hacerse, ya no podíamos vivir con miedo, ya no podíamos seguir pasando los días en constante vigilancia. No estábamos viviendo, no en realidad.

Coloqué un pie dentro del hotel, escuchando un auto a la distancia estacionarse al frente del hotel, luego otro, luego otro.

Fruncí el ceño, serían muchos.

Y en ese momento, mi primer instinto fue gritarles que salieran del hotel, que regresáramos a nuestras terrorífica pero segura cabaña en el bosque; pero era muy tarde. Nuestro plan era averiguar quién había creado La Marea. Quién estaba detrás de la ola de crímenes de odio que nos tenían a todos contemplando nuestra propia mortalidad. Y esa noche conseguiríamos las respuestas.

-Las puertas de la cocina están cerradas- Alden llegó hasta mí, luego de que entré por completo al hotel y cerrara la puerta con seguro tras de mí.

-No debí arrastrarlos a esto- murmuré. Sintiendo algo extraño en el pecho.

Sus ojos me evaluaron, sabía que intentaba no mostrarse aterrado, pero era imposible fingir tranquilidad en esa situación.

El plan ya estaba en marcha, y ahora había que actuar como si nuestras vidas dependieran de ello. Porque lo hacían. 

-Yena... estaremos bien- su mano se alargó en dirección a la mía y la tomó con fuerza- Vamos.

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