Al abrir los ojos a la mañana siguiente, sentí el dolor esparcirse por todo mi cuerpo, no pude evitar soltar un quejido al mover el cuello, la sensación era como una máquina que le faltaba aceite, y era realmente incómodo.
Podía con facilidad sentir las vendas de mi hombro y de mi cabeza, lo cual empezaba a ser incómodo. Las de mis manos no molestaban tanto, me había acostumbrado a usar guantes las ultimas semanas por lo que un par de vendas no se sentía tan asfixiante como los guantes.
Aunque estos pensamientos pronto fueron suprimidos al notar la mano de Aris aún sobre la mía, sus dedos entrelazados con los míos.
Se encontraba sentado en el suelo, con la cabeza apoyada del brazo y los ojos cerrados, dormido, su respiración pausada y silenciosa me hizo notar por primera vez las facciones de su rostro con detenimiento.
Su mandíbula marcada, el oscuro y lacio cabello sobre sus ojos cubriéndolos casi por completo, sus pestañas, largas y oscuras, la forma de sus labios, los cuales tenían una tonalidad como la que aparecía al comer una paleta de fresa, no tan roja, casi imperceptible, pero era fácil notarlo...
Tensé la mandíbula negando con la cabeza.
¿En qué estaba pensando?
Bajé la mirada hacia su mano, sus dedos delgados y alargados y las venas que se marcaban en su piel me provocaron escalofríos.
-¿debo seguir fingiendo que estoy dormido?- su voz profunda me hizo saltar del susto.
Aparté mi mano de la suya, pero en el intento de alejarme de él, apoyé de la cama el brazo lastimado y tuve que ahogar un gemido de dolor, pude sentir la punzada llegar hasta mi cadera y no tuve más remedio que dejarme caer sobre la almohada, maldiciendo para mis adentros.
-debes tener cuidado- suspiró, colocándose erguido y pasando los dedos por las hebras de su cabello, peinándoselo hacia atrás, lo cual no funcionó, ya que volvió a caer sobre sus ojos.
Respiré hondo tomando mi brazo lastimado con la otra mano.
Esperé unos segundos para que el dolor disminuyera lo suficiente como para no sentir que iba a vomitar a penas y abriera los labios para proferir alguna palabra.
Volví la mirada hacia la mesita al lado de mi cama y recordé el termo de agua que Nana había dejado ahí la noche anterior, lo tomé con calma y saqué una de las pastillas para el dolor, pasándola por mi garganta casi al instante y tomando dos grandes tragos de agua, uno para pasar la pastilla, el otro para pasar el susto que Aris me había provocado.
Noté como sus ojos volvían a recorrer mi cuerpo.
-te quedaste- susurré, luego de unos segundos.
-me obligaste a quedarme-dijo, aún de pie, viéndome hacia abajo- tu agarre es fuerte, humana.
-pudiste haberte liberado con facilidad- repliqué.
Sus ojos se quedaron fijos en los míos.
Sonrió luego de unos segundos.
-tienes razón- asintió con un suspiro- supongo que tus lágrimas y gritos me hicieron querer quedarme a tu lado.
Sentí una sensación extraña en mi estómago ante esas palabras, y luego un calor subir hasta mi garganta.
-lo siento- bajé la mirada- dormiste en una terrible posición, debes estar adolorido.
Su risa por lo bajo me hizo alzar de nuevo la mirada.
-yo no duermo, humana-una mueca de sonrisa apareció en sus labios- solo cerré los ojos antes de que despertaras, supuse que lo primero que vieras al despertar, no debía ser yo, mirándote fijamente mientras duermes.
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Claroscuro
FantasyTodos los jóvenes que cumplen la mayoría de edad deben elegir un dios de la luz o de la oscuridad como su guía. Yena lo sabía, pero ese día llegó más rápido de lo que pensó y tomando una decisión al azar, terminó con un Dios sin nombre a su lado y u...