Capítulo 24

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En la mañana, Lena recibió un mensaje de Kara de que estaría en su oficina a las 11:00 a.m. Ni un minutos más, ni un minuto menos. Ese mensaje la mantuvo ansiosa toda la mañana. La pelinegra cumplió con su rutina diaria detrás de su escritorio, hasta la hora acordada. Esperó por la rubia, sentada en su sillón de cuero blanco. Pasaron tres minutos, siete minutos, luego veinte y el almuerzo nunca llegó. Lena envió un mensaje y no hubo respuesta, prosiguió a llamar, pero tampoco consiguió nada. Miró de nuevo la hora, como no contactó a la rubia que le prometió un almuerzo a una hora exacta, decidió ir al taller y ver que sucedía. Probablemente se le había olvidado o solo se quedó trabajando.

Lena aparcó delante del taller y lo primero que hizo fue buscar el auto de Kara en el aparcamiento. Cuando lo distinguió entre los demás, bajó enseguida y caminó entre las estaciones, buscando a la rubia.

—¿Lena Luthor? — Maggie la había visto dando vueltas en el lugar y se acercó cuando comenzó a interrumpir en las estaciones en busca de Kara.

—¿Dónde está Kara? Llevo rato llamándola y no contesta.

—Oh, ella... está ocupada en este momento.

—Pregunté dónde está.

—Acompáñeme por aquí, debe esperar mientras ella resuelve un asunto— Maggie comenzó a guiarla hacia unas sillas.

—¿Está en su oficina? — preguntó Lena cuando pasaron cerca, había escuchado voces adentro y reconoció la voz de la rubia por encima del ruido que había. No esperó una contestación de parte de Maggie y entró sin avisar.

Mike Matthews se encontraba en la oficina con Kara. El chico le había dicho algo que alteró el humor de la rubia, razón por la que Lena había escuchado y entrado, sin saber que él se encontraba ahí. Cuando escucharon la puerta abrirse guardaron silencio enseguida.

—Hablamos luego, ¿sí? — concluyó él antes de retirarse, Lena ni siquiera lo miró cuando pasó por su lado.

—Lo siento, Kara. Mi intención no era que entrara...— se excusó Maggie cuando vio a la rubia cubrir su rostro frustrada.

—Está bien, Maggie, ya qué...— Maggie retrocedió y las dejó solas.

—¿Qué quieres Lena? — preguntó cansada y molesta. La pelinegra cerró la puerta y dejó su bolso en la silla más cercana.

—Te llamé y no contestaste, creí que te habías olvidado del almuerzo.

—Sí, lo siento. Creo que hoy no será, no estoy de humor— respondió Kara sentándose sobre el escritorio, de frente a la pelinegra.

Era cierto y Lena lo podía confirmar. Estaba apretando sus dientes al igual que sus manos, en un intento de controlarse y calmarse. Ya Lena lo había visto antes, hace dos días atrás exactamente. Solo se acercó a Kara hasta quedar entre sus piernas abiertas.

—¿Hay algo que pueda hacer para ponerte de buenas? — susurró la pelinegra cerca del rostro de Kara.

—No quiero terminar discutiendo contigo, Lena.

—No lo harás, yo tampoco busco discutir. Aunque luego de ver a ese imbécil aquí, tal vez no esté tan calmada y serena.

—Ni lo menciones.

—¿Qué hacía aquí? — preguntó seria. —¿Algo de que deba preocuparme?

—No. Es algo entre nosotros dos y quisiera que esta conversación se quedara hasta aquí, por favor.

—Bien, no preguntaré más. Pero la próxima vez manda un mensaje, sabes que odio que no me contestes.

—Tenía el teléfono en silencio, lo siento— dijo Kara retirándole la mirada.

𝑪𝒂𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒐 𝒆𝒏 𝒃𝒂𝒏𝒄𝒂𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora