Prólogo

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Las personas de altos ingresos tienden a ser estereotipadas ante los demás. Sirvientes, hijos consentidos, caviar todos los viernes, golf los fines de semana, botes y carros lujosos o son VIP en eventos. Cualquier manera o posibilidad de gastar una fortuna en cosas que solo satisfacen por cortos momentos.

Por otro lado, estoy yo.

Para mi padre soy esa hija consentida, seré rubia pero al menos no tengo la cabeza hueca. Siempre he buscado la forma de independizarme y depender lo menos de mi padre.

A pesar de tener la ventaja de que mi padre sea millonario, no busco aprovecharme de eso. Aunque tenga que admitirlo, no tuve otra opción. Hice una inversión, bueno, mi padre invirtió su dinero en comprar un taller mecánico. ¿Se preguntarán para qué? ¿Por qué gastar dinero en un taller en vez de un pony? Bueno, siempre he tenido una fascinación por los autos, sin importar que fuera el más lento, el más rápido o el más pesado. Quise tener mi propio negocio, el que yo pudiera manejar, en el que yo pudiera trabajar las horas que quisiera. Ser mi propia jefa. Mi padre me lo obsequió, al principio me negaba a aceptarlo, aunque al final accedí, pero obligué a mi padre a firmar un acuerdo en el que se le devolvería a plazos el dinero invertido en el taller, incluyendo intereses.

Luego de abrir oficialmente, las cosas comenzaron a andar bien, hasta que mi padre enfermó de cáncer pulmonar. El tratamiento fue costoso hasta el punto de perder todo el dinero. Mi padre hipotecó la casa para pagar las deudas del hospital, pero no fue suficiente. Así que contactó con una amiga para pedir ayuda, pero a cambio de eso debía casarme con uno de sus hijos.

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PRÓXIMAMENTE...

𝑪𝒂𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒐 𝒆𝒏 𝒃𝒂𝒏𝒄𝒂𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora