Capítulo 35

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Vaya sorpresa se habían llevado las dos. Lillian estaba con la boca abierta, sorprendida sin saber que decir. Kara saltó del escritorio y se escondió detrás de Lena para ponerse la blusa de vuelta.

—¡¿Qué haces aquí?! — preguntó Lena cuando sintió como Kara le arrebató la blusa que llevaba en la mano.

—Vine a verte, pero... ya vi que estabas... ocupada. Hola, Kara— la rubia levantó su mano y la movió para saludar a la mujer. Kara estaba avergonzada, pero al mismo tiempo la situación le parecía graciosa. Lena desde el principio no quería que Lillian supiera que estaban saliendo, y que buena forma de enterarse.

—¿No pensaban decirme que estaban juntas? — Lillian aun intentaba analizar lo que acababa de presenciar minutos atrás. Su hija y la chica con la que quería que estuviera, ESTABAN SALIENDO y no podía estar más contenta por eso, pero decepcionada que no le hubieran contado al respecto.

—No es lo que crees, mamá— dijo Lena creyendo que aún podía seguir encubriendo la verdad.

—Lena, estoy consciente de lo que vi, estaré vieja, pero no ciega. Estaban... besándose y eso es lo que hace la gente cuando se gusta, no soy estúpida. No sabes cuanto me alegro por ti, ya era hora de que sentaras cabeza y me hicieras caso. Llamaré a Jeremiah, esto es una increíble noticia— la mayor sacó de su bolso su teléfono y marcó el número de su amigo mientras caminaba hacia la puerta.

—No... — chilló Lena, pero ya era tarde para detenerla. Lillian se había ido de la oficina.

—Dios, ¿por qué me pasa esto a mí? — una risilla se le escapó por fin a Kara y la pelinegra se volteó a verla.

—Dime que no te estás burlando de mí.

—Si me hubieras hecho caso no nos hubiera atrapado en un momento así— comentó Kara volviendo a sentarse sobre el escritorio. —Bien, ¿en que estábamos?

—No, no volveré a caer— señaló Lena.

—Espera, ¿qué? Que yo recuerde no fui yo la que te provocó. Deberías aprender a controlarte.

—¿Cómo quieres que me controle si tú no me dejas...? Olvídalo. ¿Qué voy a hacer ahora? — murmuró la pelinegra, y aunque no se haya dirigido a Kara, igual no dudó en contestar.

—Nada. Solo acepta que me quieres y que ahora tu madre está enterada de ello.

—Supongo que eso será difícil para mí.

—Viniendo de alguien orgullosamente orgullosa, será pan comido. Ya debo irme.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde irás? — preguntó la pelinegra mientras rodeaba su escritorio para sentarse en su silla.

—Es una muy buena pregunta. No puedo ir a casa porque probablemente tu madre ya esté de camino hacia allá y tampoco puedo ir a trabajar porque hoy no abrí el taller, entonces...

—Puedes ir a mi casa— contestó rápidamente la pelinegra.

—¿Sí? Y.... ¿qué haremos allá?

—Puedo hacerte la cena, quizás ver algo de televisión y luego podemos terminar lo que empezamos.

—Mmmm... suena... tentador. Pero tienes trabajo por terminar. Si quieres puedo esperar aquí mientras...

—No creo que sea buena idea. Serías más como... una distracción para mí y nunca terminaría. Es mejor si te adelantas y me esperas allá. Juro que no tardaré mucho.

—¿Segura?

—Sí— Lena buscó en su bolso las llaves de su casa y se las entregó a la rubia.

—Bueno...

𝑪𝒂𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒐 𝒆𝒏 𝒃𝒂𝒏𝒄𝒂𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora