Capítulo 28

1.9K 234 18
                                    

Kara estaba en el taller, llevaba dos horas metida en su oficina viendo un catálogo de piezas que necesitaba para un cliente. Abrieron la puerta sigilosamente sin que ella se diera cuenta. La pelinegra había entrado y cerró la puerta con seguro. La rubia ni se inmutó hasta que Lena se sentó en una esquina del escritorio.

—¿Tú que haces aquí? — Kara miró hacia la puerta creyendo que Maggie no había podido detenerla y que estaba en la puerta para pedir disculpas. Pero no estaba, la puerta estaba cerrada.

—Kara, estoy aquí para pedirte perdón. Como todas las veces que te he venido a ver— Lena se inclinó un poco hacia ella.

—¿Que estás... diciendo? — Kara no recordaba cuando había venido. La pelinegra rodeó el pequeño escritorio y giró la silla de Kara hacia ella.

La rubia se dio cuenta por primera vez desde que Lena entró que debajo de su gran abrigo, que cubría la mayor parte de sus piernas, solo traía lencería negra. Tragó en seco e intentó levantarse de la silla, pero no podía. Se encontraba inmóvil. Su cuerpo no quería hacer ningún tipo de acción por más que ella lo intentara. Lena le dio una sonrisa inocente antes de dejar que el abrigo cayera al suelo para después arrodillarse delante de ella.

—¿Me perdonas? — preguntó la pelinegra.

—N...no— respondió Kara, su respiración comenzaba a acelerarse seguido de un pálpito del que no estaba segura si era en su pecho o mucho más abajo.

—Por favor... — Lena gateó hasta descansar su cabeza sobre la rodilla de Kara. Parecía un cachorro que buscaba nada más que la atención de su dueña. La rubia volvió a tragar, se estaba comenzando a excitar. Nunca imaginó que Lena podría llegar a hacer algo así.

—Kara, perdóname— dijo para luego besar su rodilla.

Kara no podía hablar, se había quedado muda desde que Lena se arrodilló y aún más con tan poca ropa. Quería decirle que se detuviera, pero también quería saber hasta dónde podía llegar para ganar su tan anhelado perdón. La pelinegra siguió dejando besos en la misma zona como si con eso fuera a conseguir algo.

Kara levantó la cabeza cuando Lena la miró, buscando su permiso para adentrarse más. Cuando volvió a mirar hacia abajo sus jeans habían desaparecido por arte de magia, al igual que su ropa interior. Estaba expuesta ante la intensa mirada de Lena, que solo quería seguir. Las mejillas de Kara no tardaron en ganar algo de color.

—Perdóname— repitió Lena besando ahora su muslo interior. Avanzando hasta llegar frente a la vagina de la rubia. La respiración de la pelinegra en su zona ya necesitada le provocó escalofríos. ¿De verdad esto está pasando?, pensó la rubia mientras que Lena separó un poco más sus piernas.

—No me detendré hasta que me perdones, Kara— dijo Lena con un tono más serio.

No podía creer que de un momento a otro Lena se había presentado suplicando y ahora tenía todo el control sobre ella. No iba a darle el perdón que tanto quería, dejaría que siguiera. Que fuera más lejos. Sintió la lengua de la pelinegra rozar su centro y un grito ahogado escapó de su boca.

—Kara, perdóname— fue lo último que dijo antes de hundirse entre las piernas de la rubia.

Kara intentó aguantar lo más que pudo, pero los fuertes lametazos de Lena la derribaron. Le permitió que hiciera con ella lo que le diera la gana. Se olvidó de donde estaba y de lo tan enojada que estaba con ella. En lo único que podía pensar era en como la hambrienta lengua de Lena la hacía sentir tantas cosas a la vez. Se dejó llevar por el ardiente momento y se sumió en los abismos del placer.

—¿No me piensas perdonar? — Lena se detuvo para dejar un beso debajo de su ombligo y mirarla por unos segundos. Kara negó con las pocas fuerzas que tenía y la pelinegra siguió con su trabajo.

𝑪𝒂𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒐 𝒆𝒏 𝒃𝒂𝒏𝒄𝒂𝒓𝒓𝒐𝒕𝒂 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora