Capítulo 4

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Ashley

El idiota del motociclista este cree que esto se va a quedar así pero está muy equivocado. Ignorando el que me haya dejado hablando sola y se haya dado la vuelta aun con toda la escuela en el parqueo observando el espectáculo que estábamos dando decido demostrarle quién es Ashley Roberts y parqueo mi auto donde siempre lo hago sin importarme que haya dejado su motocicleta ahí.

Desde la distancia veo que solo se cayó y no le pasó nada del otro mundo aunque si hubiera sido así no me importaría porque él se lo habría buscado. Recojo mis pertenencias del auto y miro el reloj y veo que se está haciendo tarde para el primer turno de clases.

—¿Pero qué se cree este estúpido? ¿Es que acaso no sabe  quién soy yo? —sigo despotricando contra el motociclista ese.

Apuro el paso porque se me está haciendo tarde para llegar a la clase de Filosofía, esperando que me hayan cambiado al profesor este curso porque en el curso anterior tuve problemas con él y papá tuvo que venir a hablar con el director y aun así no lo expulsaron porque es uno de los mejores del país. Si, señoras y señores, les estoy hablando de Robert Adams.

Sigo caminando rápido para no llegar tarde, pues no es algo que caracterice a la chica más popular de todo el colegio aunque siempre hago lo que se me da la gana.

Llego al salón y de lo primero que me doy cuenta es que no ha llegado el profesor y respiro más aliviada, aunque este alivio cambia a molestia cuando veo que el estúpido ese que me insultó hace unos minutos ¡se encuentra sentado en  mi silla! 

Trato de no mostrar lo alterada que estoy y camino despacio y elegante hacia mi lugar mientras busco con la mirada otro asiento vacío que no sea el de al lado de ese estúpido, pero para mi desgracia no hay.

A medida que avanzo me doy cuenta que me mira algo raro, que no aparta la mirada de mi, como si le gustara lo que ve ¿Y es que a quien no le gustaría?, por lo que decido guardar esa información y hago como que no me di cuenta de nada.

—¡Oye! ¿Te has empeñado en meterte en mi camino hoy? —le pregunto porque desde que llegué me lo encuentro donde sea.

—¿Pero qué tengo que ver yo contigo?, ni siquiera te conozco, la que parece me acosa y persigue aquí es otra. —me responde arrogante  levantando la voz.

—¿Qué te acoso yo? ¿Estás loco? ¡Esta mañana coges el parqueo que todos saben que es mío, y ahora para colmo te encuentro en el mismo salón que yo y sentado en mi asiento!

Ahora sí que se volvió loco este arrogante, ¿Qué lo acoso? ¿Pero qué locuras dice?, al parecer le gustan los escándalos porque ya es el segundo del día y todo el salón está a la espera de lo siguiente que pase en nuestra discusión.

—¡Claro que la que me acosa eres tú, primero estropeas mi motocicleta luego de que la acabara de estacionar, y en vez de pedirme una disculpa empezaste a gritar como loca.

Y ahora para colmo entras en el mismo salón que yo y me exiges que te dé un lugar, dizque según tu es tuyo y todos lo saben, y luego dices que no me estás acosando. ¡Pues sabes qué!, ¡búscate otro asiento porque de aquí no me paro!

Iba a reclamarle a este estúpido, pero soy interrumpida por una voz masculina que para mi desgracia conozco a la perfección, es Robert Adams, el profesor de Filosofía.

—¡Buenos días estudiantes, bienvenidos al nuevo curso escolar! —escucho a mis espaldas la voz de ese ser tan despreciable.

Volteo a verlo y no aguanto las ganas de vomitar que me provoca. Déjenme les cuento la historia por la cual detesto tanto a este hombre.

Amor ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora