38. Rehabilitación

229 26 4
                                    


Era curioso cómo, después de haber sobrevivido a un meteorito estrellándose en uno de los barrios más emblemáticos y poblados de Tokio, volver a mezclarse entre la multitud resultaba un tanto inquietante. Después de un fuerte trauma, era entendible desarrollar cierta ansiedad, pero Akira había conseguido vencerla poco a poco. Los primeros días tras abandonar el hospital fueron los peores; pero después de dos semanas y media, su situación había mejorado. Todavía tenía que hacer algún ejercicio de respiración en ocasiones, sobre todo cuando sentía una masa de gente rodeándola de manera asfixiante, pero solo sería cuestión de tiempo que lo superara por completo.

Aunque Akira había quedado con Niragi a la salida de esa estación de tren, había cruzado a la acera de enfrente. Ahí no solo podía sentarse tranquilamente a esperarle en un banco, sino que también se alejaba del caos que precisamente rodeaba esa zona. Los nervios acechaban su estómago y esta vez no era por ansiedad, sino porque iba a volver a ver a Niragi. Si hacía memoria, Akira solo había tenido dos citas propiamente dichas en toda su vida y ambas habían sido un desastre; se había cansado de su acompañante a la hora como máximo. Pero Niragi era diferente, lo sabía.

Después de detener el incesante movimiento de una de sus piernas, Akira sacó el móvil para mirar la hora y cogió una gran bocanada de aire en un intento por relajarse. Niragi ya llegaba media hora tarde y no tenía ni un solo mensaje suyo expresando el motivo de su retraso. Tampoco parecía una persona que diera demasiadas explicaciones, así que lo achacó a que cualquier asunto podría haberle quitado más tiempo de la cuenta. Puede que Niragi tuviera razón al haberle dicho que no le conocía porque, sin duda, Akira no sabía que ese chico podía ser tan impuntual.

Quince minutos más tarde, Akira se decidió a marcar su número, pero por más que sonó, nadie respondió al otro lado. Volvió a repetir la acción una vez más, aunque siguió sin tener éxito. Cuando se cumplió una hora desde que supuestamente habían quedado, Akira estaba segura de que sería capaz de devorarse las uñas si no fuera porque se había quitado esa manía años atrás. A la hora y media, cuando volvió a sacar el móvil para llamarle y comprobó que ya lo había hecho una decena de veces, no le quedó otra que aceptar lo que llevaba todo ese rato negándose a reconocer: Niragi no iba a venir; la había dejado plantada.

Conforme esa suposición cobraba más fuerza en su cabeza, Akira apretó los labios, asintió un par de veces y cogió un par de profundas bocanadas de aire para calmar la rabia que llenaba su cuerpo. No iba a llorar en medio de la calle; no le daría ese placer a Niragi. Lo único que le quedaba era tragarse su orgullo herido y regresar a casa. Y eso es lo que hizo.

*

- ¿Qué tal te fue con Niragi? – le preguntó Chishiya. – El último día antes de que nos dieran el alta, me dijo que ibais a quedar.

- Debió cambiar de opinión al salir porque no apareció.

Chishiya enarcó las cejas por unos instantes, realmente sorprendido ante aquella respuesta. Estaba bastante seguro de que Niragi realmente tenía ganas de verla por la forma en que había hablado del "encuentro" al que se negaba a calificar de cita. De cualquier forma, como estaba centrado en su cuaderno de notas, el silencio de Chishiya no resultó tan llamativo. Akira casi agradeció que no indagara más en el tema; ya suficiente se había martirizado a sí misma como para tener que seguir hablando de ello.

Dado que su herida estaba demasiado cerca del hombro y Akira había tenido que mantener el brazo inmovilizado durante bastante tiempo, los médicos le habían sugerido que hiciera algunas sesiones de rehabilitación para recuperar la movilidad. Y dado que no importaba demasiado a qué hospital acudiera, había aceptado la oferta de Chishiya de hacerlas en su hospital. Él, como estudiante de medicina, se estaba especializando en cirugía, pero ya había tenido que ayudar antes con la rehabilitación de otros pacientes. Además, no le importaba tocar algún que otro campo dado que no le dejarían volver a operar hasta que estuviera en perfectas condiciones. Cuando Akira le vio apoyarse en su mesa para ponerse en pie, como si no pudiera hacerlo por sí mismo, frunció el ceño levemente.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora