Dieciocho.

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Luego del desayuno miró intentando estar conforme con la orden que dió al despertarse poco después del amanecer, una de las habitaciones del pasillo Este fue abierta para que el personal amoblara con cosas blancas para infantes y todas esas cosas que se mostraban en las revistas, antes de que Adolf comenzara a molestar con otra cosa.

Evitó pisar la alfombra de suave felpa al caminar hacia donde estaba la cuna cubierta de tull junto a la pared colindante al ventanal cuyas cortinas también habían sido cambiadas para que todo estuviera en pulcro blanco, al otro lado estaba lleno de cajas con cosas como pañales de tela, ropa, indumentaria en incluso se habían tomado la libertad de comprar peluches en el mismo tono. Al no tener más que hacer estiró la diestra para tomar un oso y sentarse en la mecedora a observarlo con neutralidad durante un rato, el material del que estaba hecho era bastante suave y se notaba que era de una manufactura costosa por los acabados finamente colocados sin margen de error.

—Mira nada más, vas a tener lo mejor.. –Dijo en tono bajo aún mirando al animal de juguete, con un hilo de nostalgia formándose en su pecho—.

Antes de 1933 solo era un huérfano más, su padre había muerto en la guerra y su madre por la hambruna masiva causada por las miserias del gobierno de Weimar, miles de niños como él estaban en la misma situación de abandono y olvido por parte del mundo. Durmió en las calles y comió de basureros hasta que cierto día su piel comenzó a tomar un insano color rojizo que pasó a ser carmesí junto a una figura extraña en su rostro que lo obligó a ir al hospital más cercano de Berlín incluso si no tenía nada en lo absoluto con qué pagar la atención, pero estaba aterrorizado sentado en una silla con su ropa desgastada y sucia hasta que un hombre de bigote pequeño y acento austriaco se acercó seguido de un pequeño grupo de cuatro tras él, desde ese día salió de las calles para vivir en una mansión y recibir educación intensiva pues le habían dicho que había sido escogido por el territorio para protegerlos a todos en su ascensión hacia el poder y la recuperación del orgullo germano Ario.

Desde el día en que murió Günther Keller para renacer como Drittes Reich, El que cobraría venganza contra Europa por todo lo que les provocaron durante dos décadas llenas de oscuridad para su pueblo, ahora los dominaría a todos para hacerles sentir lo mismo que él experimentó.

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Durante la tarde se encontraba atendiendo llamadas del alto mando en París recibiendo la información del estado de sus operaciones allá, teniendo a la polaca acostada de lado sentada en sus piernas y apoyada en su hombro durmiendo, esta lo había seguido luego del almuerzo mirándolo en silencio con insistencia de que la dejara quedarse con él a lo que aceptó bufando.

Para evitar que se resbalara tenía que sostenerla rodeando su cintura a su vez teniendo la mano sobre su vientre debido a la posición, aunque extrañamente no le incomodaba por lo que incluso en medio de la charla telefónica movía sus dedos acariciando inconscientemente durante un rato. Luego sintió ganas de comer duraznos con crema y poco después la albina comenzó a removerse hasta bostezar jugando con sus delicados dedos aún sin mirarlo.

—Adivino…. ¿Tienes hambre? –El de esvástica soltó con tono de obviedad recibiendo un asentimiento tímido a lo que suspiró volviendo a levantar el teléfono para marcar a la cocina, donde inmediatamente atendieron– Envíen dos platos de duraznos con crema y cerezas.

Para cuándo los platos llegaron contados minutos después la menor inmediatamente tomó una de las cucharas para tomar un poco del postre y llevarlo a su boca con una sonrisa pequeña de satisfacción, mientras el otro observaba sus expresiones solo dedicándose a masticar durante un rato hasta hacerla detenerse al tomarla del mentón.

—.......Desde el momento en el que comenzaste a llevar ese anillo te convertiste en ciudadana alemana, en esta casa vas a seguir acatando mis reglas… pero fuera de ella más te vale no volver a bajar la cabeza ante nadie. –El de rubíes habló mirándola a los ojos aún sin soltarla para asegurarse de que estaba prestando atención—.

—Mi nombre es.. Olesia Rutkowski…. –La bicolor le murmuró con las comisuras manchadas por la crema batida, perdiéndose en los ojos contrarios sintiendo finalmente la necesidad de identificarse ante él—.

—Eres mi esposa, Blau Keller. –Corrigió, de nada le serviría usar un nombre polca y menos aún uno sin peso en su propio territorio, aunque sus ojos inocentes lo hicieron inclinarse para besarla—.

El sabor dulce en ambas bocas le hizo disfrutar más del contacto, llevándolo a profundizar durante un tiempo hasta separarse para respirar.

—....Si lo quiero.. –La de camisón se apoyó en la mejilla ajena lentamente, actuando como si fuese un pequeño gato en busca de cariño hasta que recibió una caricia dudosa en la nuca haciendo que volviera a acomodarse sobre el pecho del alemán—.

Reich se tomó un intervalo de tiempo para intentar saber a qué venían esas palabras, luego recordó lo que le había dicho antes de que Adolf llegase con sus socios a la mansión, parpadeó procesando al respecto pero se mantuvo callado volviendo a comer los duraznos pero la dejó aferrarse a su camisa.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora